OPINION
Nosotros no tuvimos nada que ver
› Por Pablo Capanna
Estimados lectores:
En el país de los que se cuelan con absoluto desparpajo en el colectivo que hace el recorrido del éxito, queremos aclarar que:
- Líbero no tuvo la más mínima responsabilidad en la conquista del título de campeón mundial por parte de Las Leonas.
- Nunca le enseñamos a Luciana Aymar cómo se gambetea con la bocha, ni le explicamos a Cecilia Rognoni cómo fue que Roberto Perfumo se transformó en Mariscal, ni mucho menos le mostramos a Magdalena Aicega cómo se hacen notas para la TV.
- Jamás tuvimos la menor comunicación con el entrenador Sergio “Cachito” Vigil, ni le filtramos los secretos técnico-tácticos que impartió en el plantel y que resultaron claves para lograr el magnífico logro. Mucho menos le aconsejamos que adoptara el discurso ético que le permite, por ejemplo, pedir que cobren los tantos legítimos de los rivales o dedicarle el halago a un colaborador despedido por la Confederación por razones políticas.
- Nunca llamamos Lucha a Aymar, ni Ceci a Rognoni, ni Maggie a Aicega, ni Vano a Vanina Oneto. No nos metimos en la intimidad de Las Leonas ni –pecado– siquiera les mandamos un e-mail deseándoles suerte.
- Tampoco fuimos al Mercado Central a comprar la verdura con la que las chicas se cocinan su propia comida, ni juntamos cinco guitas para el jabón en polvo que las chicas usan para lavarse las camisetas.
En este país de la glorificación sencilla, los éxitos deportivos son siempre mayor responsabilidad de la comunión de una camada de grandes deportistas antes que de la organización institucional. Eso quedó comprobado, una vez más, en este caso, cuando las chicas vencieron, en las instancias finales del certamen, a poderosas selecciones que representaban a países de PBI per cápita muy superior al argentino en términos reales.
Pero, guarda: Las Leonas no son buenas porque son campeonas. Al revés: son campeonas porque son buenas.
Va a resultar muy tentador, una vez más, tomar el atajo moralizador y poner a Las Leonas como ejemplo nacional. Son un ejemplo, sí, de garra, entrega, convicción, sacrificio. Pero, en el fondo, sepamos que sigue siendo más emocionante la tarea de Margarita Barrientos en Los Piletones que la más maravillosa filigrana de la Lucha Aymar.
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