Lunes, 13 de junio de 2011 | Hoy
FúTBOL › OPINIóN
Por Pablo Vignone
El fútbol argentino ha sido un tanto injusto con Vélez. Armó un clima de histeria en torno de la zona minada de la Promoción que, de alguna manera, le quitó una atención merecida a la consagración del equipo de Liniers. Teñida de elementos inéditos como el insólito merodeo de River (que hasta hace cinco fechas todavía conservaba chances de ganar el título) por esa zona, la frenética pelea por evitar ser condenado como el/los más pobre/s equipos de la temporada se llevó parte de la difusión mediática que, con justicia, bajo otras circunstancias habría desembarcado en Liniers con todos los cañones.
Este Vélez prolonga la tradición de aquel equipo que ganó el título envuelto en polémica del Clausura 2009, esta vez consagrado sin la más mínima objeción. Si vence en la última fecha a Racing sumará 39 puntos, uno menos que aquel primer campeón de Ricardo Gareca. Acaso su calidad haya sido puesta en tela de juicio a raíz de una campaña que, en 18 fechas, arrastra cuatro derrotas, algunas frente a rivales que pelean por evitar perder la categoría.
Pero este Vélez elabora más el juego, y eso lo hace distintivo. En aquel equipo de hace dos años ya brillaba Maxi Moralez, pero el Burrito Martínez era suplente, por ejemplo, y Ricky Alvarez apenas un proyecto. Ningún otro equipo en la competencia doméstica goza de un trío como ése, aunque Alvarez no sea estrictamente titular, como tampoco lo es otro exquisito como David Ramírez, que pese a eso se la rebuscó para ser el goleador del campeón. Esa elaboración encuentra el gol con ellos mismos (entre los cuatro marcaron 18 de los 34 tantos), o cuenta con Santiago Silva (7 goles). Determinación y carácter han hecho el resto.
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