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En el duelo de los Pelados, el de Boca ganó por varios cuerpos. Juan Sebastián Verón rindió poco y Santiago Silva fue, como en el último partido de Boca por la Libertadores, protagonista de jugadas esenciales que le dieron sustento a la clara e inobjetable victoria de su equipo.

A Silva venía negándosele el gol, pero cortó la racha justamente contra Estudiantes, cuyos hinchas no lo quieren ni medio por su pasado en Gimnasia. Un preciso remate cruzado, al segundo palo, después de un lateral que peleó bien Cvitanich, le permitieron cortar 728 minutos de sequía, lo que equivale a más de doce horas de juego. Expresivo y efusivo en la celebración, se llevó una amarilla, no le debe haber importado mucho.

El pelado de Boca también tuvo una participación directa en el gol que liquidó el partido. Recibió en la medialuna del área rival, enganchó, amagó el remate, desarmó a los defensores rivales y metió un pase picado, por elevación, propio de su compañero Riquelme o de su rival Verón, para Mouche, que realzó la jugada definiendo muy bien. Silva se fue de la cancha envuelto en los insultos de los hinchas de Estudiantes y la ovación de los simpatizantes de Boca.

Verón, que volvía de una lesión despertando el entusiasmo de los hinchas de su equipo, no tuvo una buena tarde. Lo mejor de lo suyo fue un tiro libre desde un costado que casi sorprende a Orion, pero la pelota rozó el travesaño y se fue afuera. Fuera de eso y de algún cambio de frente de esos que dejan la pelota mansita en el pecho de un compañero, no funcionó al nivel de sus posibilidades técnicas. El segundo y el tercer gol nacieron en errores compartidos de Verón y Matías Sánchez, pases cortitos entre ambos interceptados por un rival dieron origen a jugadas que terminaron en la red de Andújar.

Las jugadas más elaboradas de su equipo pasaron casi siempre por los pies de Enzo Pérez, no por los de Verón, quien dejó la cancha, lesionado. A Verón le faltó fútbol; a Silva, que debutó en la red, ya no le falta nada para seducir a los hinchas de Boca.