AUTOMOVILISMO Y MOTORES
› Por Pablo Vignone
Cuatro meses atrás, seis carreras atrás, cuando la fiesta de los 75 años del TC, el ministro del Interior, Florencio Randazzo, hincha confeso de la marca, pidió una ayudita para los Ford. Ese día, los Chevrolet coparon los cuatro primeros lugares y Mauro Giallombardo estaba a más de 50 puntos del líder del torneo, Matías Rossi. Seis carreras después, cambio reglamentario mediante –no sólo impulsado por el deseo del ministro–, Giallombardo se quedó con el título, los Ford coparon los dos primeros lugares de la Copa de Oro del TC, impidiendo que Chevrolet se quedara con el título por tercer año consecutivo, Rossi cayó varios lugares en la tabla final y no es posible mirar para otro lado.
“El campeón es el mejor”, asegura Guillermo Ortelli, que con seis títulos sobre el lomo tiene intereses creados en el asunto. ¿Fue Giallombardo el mejor de 2012? No hay objeciones para su consagración, que siguió escrupulosamente las reglas, pero no fue de lejos el que más mérito amasó a lo largo de la temporada para coronarse. Rossi y hasta Juan Bautista De Benedictis podían esgrimir argumentos más convincentes para reclamar el título. Rossi dominó todo el año y sólo el especial sistema de la Copa de Oro le negó el título por el que ningún otro piloto había cultivado más merecimientos.
Se dijo que las series prometían más pimienta que la final; también mostraron la auténtica realidad de la definición. Cada vez que un Ford y un Chevrolet largaron juntos, la diferencia fue indisimulable a favor de los coches del óvalo. Hasta el preparador del ahora campeón, Johnny Laborito, reconoció que los motores Ford ahora poseen 30 HP más que los Chevrolet; una ventaja en potencia que, sumada a la diferencia en el peso (15 kilos más livianos) transformaron la escena. En un circuito como el de La Plata, que pone de manifiesto las ventajas de la aceleración, la disparidad se tornó más notable.
Para correr a los Ford, Rossi descargó su auto hasta el límite; lo perdió en un trompo y arriesgó su vida por una quimera. Por fortuna, José Savino lo chocó de atrás, arrancándole la cola completa a la Chevy que dominó 2012. Si le hubiera pegado de costado el resultado, podría haber sido muy distinto. Una semana atrás, Rossi estaba furioso por haber perdido el título del Súper TC 2000; ayer, otra vez su expresión era inédita, esta vez a causa del terror...
Giallombardo le ganó el pique a Canapino en la primera serie (¡y eso pese a que el de Arrecifes se adelantó en la largada!). Aventín hizo lo mismo con Ortelli en la segunda, lo mismo que De Benedictis con Rossi. Más que coincidencias. Nada que objetar sobre el punto si la situación hubiera sido la común a lo largo de toda la temporada. Pero no fue así. Y lo saben todos los protagonistas. Los que lo denuncian y los que callan.
Tiene derecho Giallombardo a festejar su título porque lo ganó de acuerdo con las reglas. Quizá en unos años se olviden las circunstancias y sólo conste en las estadísticas su conquista desnuda. No por eso hay que soslayar, ahora, las aristas del logro. Ni siquiera Mauro lo hace.
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