Lunes, 26 de mayo de 2014 | Hoy
FúTBOL › OPINIóN
Por Facundo Martínez
“Para conseguir cosas hay que tener un grupo unido dentro y fuera de la cancha, y nosotros contamos con eso”, comentó Maxi Rodríguez en la previa al inicio de los entrenamientos de los 26 convocados que en este último tramo recorrerá la Selección rumbo al Mundial de Brasil. La apreciación es cierta, y el mérito de ello le corresponde al entrenador Alejandro Sabella, quien a pesar de las presiones para que eligiera tal o cual jugador no hizo otra cosa que no fuera confiar en su intuición, en sus propias convicciones, y finalmente optó por mantener la base de futbolistas que lo acompañó durante la última mitad de las Eliminatorias Sudamericanas; con excepción, claro está, de Martín Demichelis, ausente en el equipo nacional desde 2011 y hoy con grandes chances de integrar la lista definitiva de 23 jugadores que viajarán el 8 de junio a Belo Horizonte, donde el equipo nacional tendrá su bunker mundialista.
Despejada la cuestión de la homogeneidad del grupo, algo que no siempre es sencillo de lograr, pero que el DT consiguió a partir de decisiones muy puntales, como fue en su momento convencer a Javier Mascherano para que éste le traspase la capitanía a Lionel Messi, queda por delante la puesta a punto del equipo, los ajustes finales y la preparación óptima para llegar lo más lejos posible en Brasil, para jugar esos codiciados siete partidos. Para que eso ocurra, será vital el trabajo que el técnico y los jugadores llevarán adelante a partir de mañana en el predio de la AFA. El punto de partida es inmejorable. Los jugadores desbordan de entusiasmo y no dejan pasar la oportunidad de mostrarse convencidos de que éste será el Mundial para reconquistar la Copa del Mundo.
El factor anímico es indispensable para alcanzar el éxito, tanto como lo será el trabajo que en esta etapa previa, y luego durante el desarrollo de la competencia, deberá afrontar la delegación nacional. Sabella deberá colgar por un rato el traje de motivador y armador de grupos, y ponerse el buzo de entrenador para comenzar a trabajar cuestiones puntuales, tácticas y estratégicas, para aceitar el funcionamiento del equipo.
Se dirá con razón que durante las Eliminatorias el equipo nacional tuvo muy buenos momentos, sobre todo después de partido que ganó por 2-1 frente a Colombia en Barranquilla cuando, en palabras del propio Sabella, “parió el equipo”, y Messi terminó de asumir la responsabilidad de ser el líder y se cargó el equipo al hombro, como en su momento lo hizo Diego Maradona. Pero en el análisis entran también partidos flojos, en los que el funcionamiento estuvo lejos de las expectativas como, por ejemplo, el amistoso que jugó a principios de marzo frente a Rumania, en Bucarest, y que terminó empatado sin goles y con actuaciones olvidables como la de Fernando Gago y, en distinta medida, de Messi.
Desde hoy, Sabella dispondrá de todo lo necesario para terminar de definir el equipo, si es que acaso le queda alguna duda con respecto a la formación que debutará el 15 de junio frente a Bosnia en el Maracaná, de Río de Janeiro. Tendrá siete días de trabajo con los 26 integrantes que conservó de la lista de 30; luego deberá eliminar otros tres futbolistas; y, finalmente, serán 13 los días para terminar de darle forma al equipo y para asignar a cada uno de los integrantes su rol en el mismo. Durante esos 20 días, Sabella deberá trabajar no como seleccionador sino como entrenador, como bien lo hizo en ese Estudiantes campeón de la Copa Libertadores, que llegó a tener entre las cuerdas al poderoso Barcelona en la final del Mundial de Clubes.
Sabella es consciente de la importancia que tiene para el equipo nacional arrancar con el pie derecho en la Copa del Mundo. El sorteo en el que se determinó su participación en el Grupo F junto a Bosnia, Irán y Nigeria, y que a priori se presenta accesible, puede acaso ser un buen comienzo para el sueño nacional; pero cuando empiece a rodar la pelota, cuando los nervios y las presiones bajen de la cabeza a los pies de los futbolistas, la Selección necesitará algo más que suerte: necesitará trabajo, mucho trabajo y la lucidez absoluta de sus figuras para que el final de la película sea el que los hinchas argentinos anhelan, y que han visto demorado desde la caída, penal polémico mediante, frente a Alemania en la final del Mundial de Italia de 1990.
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