RIVER DEBE JUGAR A DOS PUNTAS
Santos, tu grato nombre
› Por Juan José Panno
Qué porcentaje del título se metió River en el bolsillo después de la goleada ante Gimnasia? ¿El noventa? ¿El ochenta? No menos que eso. Los números lo dejan en una situación muy cómoda, sin tener que depender de nadie y con dos rivales bastante modestos en el horizonte: Olimpo –que ya zafó de todo– y Racing, que es una especie de hijo natural. Con casi el 80 por ciento de los puntos en disputa y un promedio de 2,35 goles por partido, el equipo de la banda sumó en este torneo 12 triunfos, varios de ellos por goleada, que pesan mucho más que los cuatro empates y la única derrota. Los números cuentan fríamente una parte de la historia, pero los mejores calificativos aparecerán cuando se analicen las producciones individuales, la vocación ofensiva, la calidad técnica y el rendimiento colectivo del equipo del ingeniero Pellegrini, en todo el campeonato y de modo especial en partidos como el de ayer. River liquidó cuando quiso y como quiso su pleito con el pobre Gimnasia, y a través de D’Alessandro le metió el tiro de gracia en una jugada monumental como el estadio para que la fiesta fuera completa. Fueron tres, pudieron ser media docena o más, porque no hubo equivalencias en ningún momento y en ningún lugar de la cancha.
River no depende de nadie en el campeonato local y sin embargo, para que sus logros se valoren como corresponde, está supeditado a lo que haga otro, en este caso concreto el Santos de Brasil. Si Boca gana la Copa Libertadores de América, el título de River quedará totalmente desdibujado y sólo tendrá efecto consolador; si Boca pierde con el Santos, el campeonato de River será un campeonatazo. Así son las cosas en este fútbol de presiones casi criminales. El jueves pasado, al día siguiente de la goleada de Boca al América, le preguntaron a Pellegrini si había visto el partido y respondió con una sinceridad inusual, transparentando su desilusión: “A los 15 minutos (Boca ya ganaba 2 a 0) apagué el televisor”. Los jugadores y el DT de Boca, por su parte, también padecen cargas similares: si ganan la Copa, estará todo bien y no importará lo demás; si no la consiguen, y encima el campeón es River, no habrá consuelo y el hecho de haber alcanzado las finales no pasará de una anécdota menor.
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