Portuñolísimo
POR DIANA KLINGER, DESDE RíO DE JANEIRO
“He abandonado casi totalmente la literatura”, confesó César Aira a un auditorio atónito en Río de Janeiro. Aira, que acaba de inaugurar una muestra de arte en la galería Belleza y Felicidad de Buenos Aires, explicó: “A la literatura le tengo el mismo respeto que le tuve siempre, o incluso más. Pero yo, en realidad, me dediqué a la literatura por descarte. Y ahora me di cuenta de que lo que quería hacer con la literatura es una obra que se cierre sobre sí misma y que nadie pueda entender. Y eso lo puedo hacer mucho mejor, mucho más rápido, con las artes plásticas”. En realidad, esta “vuelta” de Aira no debería ser tan desconcertante porque, en el fondo, el proyecto de Aira es un proyecto artístico –y no estrictamente literario–, si tenemos en cuenta sus consideraciones sobre Cage y Duchamp, y su compromiso con los procedimientos de la vanguardia. César Aira estuvo tres días en Río de Janeiro para participar del evento “Conexiones Río-Buenos Aires”, organizado por la revista Grumo para el lanzamiento de su tercer número (que será presentado en Buenos Aires el 21 de agosto en la Fundación Proa). También estuvieron invitados a este encuentro Tamara Kamenszain, Sandra Contreras y Washington Cucurto.
A pesar de que hay un solo libro suyo traducido al portugués (La trompeta de mimbre), de a poco Aira comienza a ser conocido en la escena literaria brasileña. En Río, Aira leyó el primer capítulo de Cómo me hice monja, en una mesa redonda que compartía con Silviano Santiago, quien leyó un fragmento de su última novela El falso mentiroso, y un grupo de jóvenes escritores que se reúnen en torno a la revista virtual paralelos.org. El diálogo que se estableció entre “la niña Aira” y el “viejo Silviano” fue interesante por el contraste: Silviano Santiago escribe a partir de la memoria, y dice que su escritura es inseparable de la experiencia de la dictadura y de la decrepitud de su cuerpo. En cambio, a la pregunta de cómo afectó la crisis argentina su escritura, Aira responde: “A mí la realidad no me interesa”. Aira admite que no lee a sus contemporáneos pero que, como un vampiro, se alimenta de sangre joven, como la de Washington Cucurto.
De hecho, César Aira no es el único en mencionar a Cucurto (también lo hizo Tamara Kamenszain) como uno de los escritores más interesantes de la nueva generación en la Argentina. En Brasil, aunque todavía no fue traducido, también despierta muchísimo entusiasmo. A decir verdad, Washington Cucurto es una figura que produce cierta fascinación incluso antes de leerlo, como personaje (ese escritor dominicano con el cual Santiago Vega consiguió deshacerse del peso de la tradición literaria y así “escribir de manera más libre”).
Tamara Kamenszain leyó, entre otros, su poema Judíos, del libro El ghetto, traducido al portugués el año pasado. El poema habla de Río de Janeiro, “porque sólo el Corcovado me permitió juntar a Cristo con el precipicio, sólo la escola do samba me permitió imaginar una escuela de vida y sólo el espíritu portuñol me permitió concebir un tráfico de lengua y habla a través de los exilios en el nuevo milenio”.
En una época en la cual el mercado editorial está cada vez más fragmentado y el intercambio con Brasil continúa siendo precario, estos tránsitos, afirmando ciertos intereses e itinerarios, son una forma de intervenir críticamente en las políticas paradójicas de la globalización.