IMAGENES DE LA FERIA DEL LIBRO INFANTIL
Postales de Lilliput
Concluye hoy la 15ª edición de la Feria del Libro.
Radarlibros estuvo allí y sobrevivió para contar cómo se relacionan esas entidades misteriosas que llamamos libros y niños.
POR MARTIN DE AMBROSIO
Como Gulliver en el país de los enanos, Radarlibros se pasó una tarde en la 15ª Feria del Libro Infantil. Y sobrevivió para contarlo en 15 postales:
1) Lo primero que vio este cronista fue el stand del Ministerio de Educación, que consiste en un modesto laberinto de tres etapas en las que los niños son guiados y se les da la posibilidad de que opten por alguna historia según el dibujo que ven en las paredes... una especie de “elige tu propia aventura”, pero aún más intuitivo. Al final, los empleados abrochan el resultado y los chicos se van con “su” libro. El sitio se llama “1, 2, 3, ¿qué cuento querés?”.
2) Se lleva a cabo la 15ª Feria del Libro Infantil y Juvenil el mismo año que la Feria del Libro grande cumplió 30 años. Un razonamiento sencillo: hicieron falta 15 años para que alguien se diera cuenta de que valía la pena una feria específicamente para los días del receso escolar de invierno.
3) Es un hecho que cada vez más gente visita la Feria del Libro Infanto Juvenil. Se calcula que este año han pasado unas 500 mil personas en veintiún días, lo cual significa que la gente anda apretada y que la circulación, pese a que también se aumentaron los metros cuadrados de la exposición, se hace dificultosa, siempre mirando para abajo (no sea cosa de aplastar a ningún niñito).
4) Colas en todos lados: por empezar, en la de la Universidad Maimónides, que ofrece innumerables máquinas con Internet. Desde luego, y también aquí, las máquinas son mucho más deseadas que los libros.
5) Está claro que lo que predomina acá es más el concepto “feria infantil y juvenil” que “del libro”. Si bien hay cierta presencia libresca y stands de editoriales que venden productos para chicos y adolescentes, hay mucho taller (taller de pintura, taller para trabajar la madera, para pintar con témpera, lo que sea), mucha obra de teatro, mucha marioneta.
6) Sin embargo, las editoriales con sus stands están más que contentas con el ritmo de las ventas, y todas las consultadas sostienen que están vendiendo más que en años anteriores. Desde luego, Harry Potter es por escándalo el preferido para todas las edades. Pero a Daniela Sánchez, de la Librería de las Luces, lo que la sorprendió fue ver cómo se vendían las obritas de terror de R.L. Stine, que “hacen furor en la franja de 11 a 14 años”. También las maestras son grandes compradoras en la Librería de las Luces: aprovechan saldos de editoriales ya cerradas como Ediciones del Quirquincho y el Centro Editor de América Latina. La vendedora también señaló que algunas maestras astutas indican lecturas para las vacaciones de invierno como Colmillo blanco, Tom Sawyer y obras de Verne, Poe y Oscar Wilde.
7) La Feria infantil tiene mucho auspiciante obvio, como stands de empresas de pañales, laboratorios con remedios para niños y un sorprendente y eléctrico “Edenorchicos”.
8) Más allá, en una sala vidriada en el medio del predio –perfectamente podría servir de ejemplo para enseñar qué es el efecto invernadero–, un Nik empapado de sudor les enseñaba a unos 60 chicos cómo hace su Gaturro. Los chicos copiaban prolijamente imitando al dibujante y salían orgullosos de su resultado. Enfrente, y un poco al costado, otra sala vidriada se transformó en el Rincón de Ciencias Melquíades, donde se hicieron experimentos para niños de diversas edades y se contaron relatos de ciencia-ficción.
9) Los chicos tocan todo y todo lo prueban; los libros están manoseados y las manos enchastradas como resultado del paso por los talleres.
10) El stand de la editorial El Barco de Vapor de afuera simula ser... un barco de vapor. Allí, la vendedora María Devana contó que se venden bien los autores argentinos, sobre todo Andrea Ferrari con El complot de Las Flores, Mariana Furiasse con Rafaela y Adela Basch con Una luna junto a lalaguna. Por lo que ella ve y cuenta, son los chicos los que eligen a sus autores sin que sean los padres los que les indiquen “éste sí y éste no”. En el mismo puesto tienen mucha salida los distintos volúmenes de lo que se llama pomposamente “Proyecto de Activación de la Inteligencia”, que solía tener el nombre de libro o manual de ejercicios.
11) A un costado, un jugador de ajedrez del Círculo de Ajedrez Torre Blanca juega siete simultáneas con chicos que observan cómo el profesional se mueve de aquí para allá entre los tableros y les gana a todos sin mosquearse.
12) En otro rincón, sorprende un espacio donado por el diario La Nación al Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín: los chicos se tiran al suelo y pintan con los azules y rojos de rigor a granaderos de blanco y negro, mientras un video sin fin hace sonar fanfarrias y repite consignas militaristas al lado de una réplica del eterno sable corvo.
13) Unos metros más allá, una murga impide el diálogo de este cronista con el encargado del stand de Colihue, pero se alcanza a escuchar que en un rato firmará libros Alma Maritano, la preferida de las docentes que hacen leer “libros piolas” a sus alumnos de secundario.
14) En el stand de Planeta, un sugestivo escote de Madonna colocado astutamente arriba de sus obras infantiles logra el milagro: sus tres libros (Yakov y los siete ladrones, Las manzanas del señor Peabody y Las rosas inglesas) son de lo más vendidos, bien que por debajo de cualquier Harry Potter y de El señor de los anillos. Mientras una señora con diez pesos en la mano vociferaba “¿qué me alcanza con diez, qué me alcanza con diez?” sin darle participación a su hija, una vendedora llamada Eugenia aseguraba que los libros firmados por Madonna no son para nada despreciables. Eugenia –actriz de profesión– contó también que, pese a contar con libros caros, lo que más se vende en el stand son dos libritos de $ 4,50 que dicen Harry Potter en la tapa, pero que en realidad no son más que las reglas del juego preferido por los maguitos de la Rowling (el Quidditch) y una suerte de manual de la serie.
15) A las 18 todavía faltan dos horas para el final de la jornada, pero la Feria se hace intransitable y aún más ruidosa, y este cronista decide dejar Lilliput. A la salida, Marta Díaz, directora de Ferias de la Fundación El Libro, a modo de balance expresó que este año todo estuvo bien preparado y que por eso la gente quedó más conforme. A la hora de elegir el mejor stand, Díaz afirmó que “me gustaron varios, pero destaco el stand del Ministerio de Educación y el taller de edición de libros en el que los chicos escuchaban un cuento y tenían que decidir el final, pintar la tapa, etcétera”.