EN SU úLTIMA NOVELA (NI CUENTO NI NOUVELLE: NOVELA), GABRIEL GARCíA MáRQUEZ RECREA UNA HISTORIA DE AMOR TAN INSóLITA COMO RESIGNADA, TAN OTOñAL COMO ENCANTADORA.
El amor después del amor
Memoria de mis putas tristes
Gabriel García Márquez
Editorial Sudamericana
109 páginas 2004
Por Marcelo Birmajer
Sospecho que Gabriel García Márquez ha disparado la mayor parte de su obra de ficción (novelas y cuentos, sin contar las aguafuertes, los artículos ni los non fiction como Noticia de un secuestro o el guión sobre la toma del Parlamento nicaragüense por los sandinistas), a grandes rasgos, en dos sentidos: uno en el que el estilo y los artificios se llevan la parte mayor –como en Cien años de soledad–, y otro en donde la narración de una trama excluyente, y generalmente amorosa, se funde con su prosa invencible, como en El amor en los tiempos del cólera, en el cuento “El rastro de tu sangre sobre la nieve” o esta última delicia, Memoria de mis putas tristes. Esta última novela tiene tanto de El amor en los tiempos del cólera, como de “El avión de la bella durmiente” de Los doce cuentos peregrinos, que llega a parecer una alquimia lograda con la mezcla de la sustancia de ambas. Pero es una obra en sí misma, otra vez un relámpago de castellano sabroso en un cielo literario encapotado por falsas vanguardias y desconciertos mediocres, otra vez frases imperdibles, momentos imperdibles y, lo más difícil, sorprender otra vez con una vieja y perdurable historia de amor.
Siempre he creído que El amor en los tiempos del cólera –mi favorita de entre las novelas de este autor– es una respuesta latinoamericana a las que prefiero de entre las novelas de amor europeas, como Madame Bovary o Anna Karenina. Estas dos, con el paso de los años, sin que por esto pierda un instante de admiración y encantamiento, me han llegado a parecer novelas feministas, donde las heroínas, aunque castiguen a sus maridos con toda clase de tropelías y crueldades, resultan inexplicablemente las víctimas sufridas, las castigadas, las mártires. Mientras que en El amor en los tiempos del cólera o en Memoria de mis putas tristes, hay una misma cantidad de trabajo invertida en la descripción del alma femenina, del alma masculina y del alma de ese monstruo bifronte que es la pareja humana. En los relatos más memorables de García Márquez, hombre y mujer alternan en los sufrimientos y los placeres. La sociedad, el entorno, como queramos llamarlo, no determina ni interrumpe los amores, que han permanecido iguales desde Adán y Eva hasta nuestros días. Porque como replica el protagonista de esta historia cuando le proponen agresivamente que el mundo avanza: “Sí, pero dando vueltas alrededor del sol”. Tal como, apenas con un par de palabras de diferencia, reza el Eclesiastés: “No hay nada nuevo bajo el sol”.
Cuando leemos esta nueva historia de amor de García Márquez, podemos volver a reconocer que los pocos capacitados para escribir historias nuevas son aquellos que parten de la resignación de que nada cambia entre hombre y mujer desde que se conocieron como tales. García Márquez consigue dejar como un recado en nuestro espíritu el impacto más apreciable de lo mejor de las mejores telenovelas, el perfume de verdad que escancian los boleros, sin poder abandonar nunca su talento unívoco, el de escritor de libros, de letras impresas en páginas blancas. En un continente habitado originalmente por nativos que no hablaban el castellano, y luego poblado por millones de inmigrantes que tampoco lo hablaban al llegar, la prosa de García Márquez parece devenir de generaciones y generaciones que hicieron de esta lengua un hábito y un prodigio, mucho antes de que los españoles llegaran a América, manteniendo una desconocida tradición ancestral y generando un ritmo inagotable de cara al futuro. No envejece con los años, ni nunca ha sido joven: es la prosa de un escritor único.Esta es la historia de amor de un hombre de noventa años con una aspirante a puta de quince. Se puede leer de un tirón, pero yo no lo recomiendo. No es un cuento y, como nunca me ha gustado la palabra “nouvelle”, lo menos falso que puedo decir –con mis pocas armas– es que se trata de una novela, y como tal hay que tratarla. Del mismo modo que el anciano de esta historia deja dormir en paz a su puta la primera noche, para volver a intentarlo en la segunda, hay que darle respiro a este libro, dejándolo dormir una noche antes de volver a tomarlo, sin prestar atención a la cantidad de páginas, respetando la longitud de la historia que nos están contando. El arte de contar historias es otra de esas cosas que no avanzan con el tiempo; acá tenemos uno de esos pocos libros de esos pocos autores que saben mantenerlo vivo.