POSTALES DE UN CONGRESO
La liga de la justicia
Como parte de su lujosa campaña de mercadotecnia, la editorial Mondadori organizó en Barcelona un improbable congreso (“The Next Generation”), en el cual coincidieron cinco célebres “escritores jóvenes” norteamericanos. Allí estuvo Radarlibros, claro está, y aquí lo cuenta.
Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
Todos ellos se toman bastante en joda a Harold Bloom -.con quien comparten el honor de noticia cultural de la semana-. y se toman bastante en serio a sí mismos. Lo que está bien, corresponde. Bloom vino a recoger premio y a repetir aquello de “la muerte del lector” y ellos son los panelistas del congreso The Next Generation organizado por la editorial Mondadori. De paso, presentan sus nuevos libros. Ellos son Michael Chabon (Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay), David Sedaris (Cíclopes), Heidi Julavits (El palacio mineral), Chuck Palahniuk (Asfixia) y Jonathan Lethem (Huérfanos de Brooklyn). Ahí, todos juntos, recuerdan un poco a esas historietas donde todos los superhéroes se juntaban en una especie de club para combatir a un mal que los excedía por separado. Ahí, otra vez, uno vuelve a asombrarse ante esa capacidad tan norteamericana de juntar elementos en apariencia dispersos y configurar algo armónico y más o menos justo a la hora de repartirse la torta. De este modo -.en este seleccionado-. Chabon es Superman trabajando desde las tripas de una épica patriotera, Julavits es Batichica con ese aire de gótica postfaulkneriana, Sedaris es el gracioso Plastic-Man, Lethem es el un tanto psicótico y algo nerd Spiderman y Palahniuk no puede ser sino el bestial Hulk.
¡CRASH! La cosa tuvo lugar entre el 21 y el 23 de mayo y a mí me tocó .junto al local Félix Romeo-. participar de una de esas rectangulares mesas redondas cuyo tema se las arregla para abarcar, como les corresponde a las mesas donde se juntan varios escritores, el Todo y la Nada. “Tradición literaria y cultura pop: EE.UU. como Potencia Narrativa” se llamaba mi mesa y así salió a flote la cuestión de los Abuelos Ancestrales (el caldo primigenio de Hawthorne, Melville y Twain con James como fugitivo) comparado al de los Padres Poderosos (el monstruo de dos cabezas DeLillo/ Pynchon, Roth, los espectros suburbanos y paranoides de Cheever y Dick y, por supuesto, Nabokov como refugiado que acaba escribiendo Lolita, “la más grande novela americana”, según Lethem.) Para el resto, la gran novela americana probablemente sea Moby Dick, aunque Sedaris (clon de Kevin Spacey) y Palahniuk (tan raro como uno lo imaginaba pero de una afabilidad sospechosa) se la pasaron desmarcándose de la idea de ser escritores. Lo que ellos hacen es poner por escrito cosas que les pasan a ellos. Y punto.
El primero, se sabe, vive en París y se hizo rico gracias a la edición en forma de tres libros de sus monólogos radiales y artículos para revistas. El segundo es el autor de El club de la pelea y, me lo confesó durante un almuerzo, su madre trabaja en un reactor atómico y le cuenta cosas terribles que el gobierno de los Estados Unidos prefiere que no se sepan. Cosas como varias de las cosas que Palahniuk suele meter en sus biblias anarquistas disfrazadas de novelas.
¡BANG! A nadie le preocupa demasiado la idea de lo “experimental” y de lo “transgresor” (para eso está James Ellroy, supongo; Palahniuk no se siente para nada freak, lo suyo no es más que comedy of manners); todos hablan bien de todos y -.cuando creen que no los están oyendo-. se explayan con pasión acerca de “lo fallida que es Las correcciones”, novela del joven Jonathan Franzen recién traducida por Seix Barral y que arrasa premios y listas de best-sellers de U.S.A. Todos cambian un poco de tema cuando se les pregunta por qué piensan que el escritor norteamericano ha perdido aquella vocación viajera y exploradora y ahora nada más se concentra en la cartografía del pueblo chico y del infierno grande y en la poco familiar vida familiar y está claro que U.S.A. es el mundo o tal vez hoy por hoy el mundo se parezca demasiado a U.S.A. Todos están escribiendo novelas muy largas -.aunque dicen no buscar ni invocar el espectro de la Gran Novela Americana-. y todos son, cada uno a su manera, muy buenos escritores. Chabon apuesta al Pop como Big Bang, Julavits a la reescritura de lo clásico, Lethem al trabajo sobre los géneros (la ciencia-ficción, el policial negro), Sedaris al humor casi monologuista del stand-up comedian y Palahniuk al siempre inminente y vonnegutiano apacalipsis ahora del Imperio. Y todos leen muy bien en público. Son años de escribir en voz baja y de salir en voz alta y en gira por las carreteras de librerías y bibliotecas. Les comento que días atrás leí un artículo sobre “entrenadores” para escritores que tienen que mostrarse en público. Me dicen que no, que ellos no, pero que conocen a alguien que...
¡KABOOM! Chabon lee sobre el encuentro de un dibujante de comics con Salvador Dalí, Lethem sobre la infancia huérfana de un detective con Mal de Tourette, Palahniuk sobre una sesión de sexópatas anónimos... Y hay algo fascinante y casi pornográfico cuando un escritor lee tan bien, con las inflexiones justas, como si actuara, aquello que alguna vez puso por escrito: lo más parecido a un espejo mirándose en una persona. Es ahí, pienso, donde por fin cada uno es cada cual, se sacuden la para ellos incómoda etiqueta grupal y editorial de The Next Generation y todos hacen la suya de la manera que mejor sabe hacerla, como si compitieran con amabilidad pero sin tregua por una hipotética presidencia literaria de su país.
Bloom -.el villano del asunto-. todavía no los ha asimilado a su Canon, pero una cosa está clara: ellos ya no son el futuro y lo saben. Y el presente es un sitio tan raro y dura tan poco. Lejos, pero cerca del congreso, claro, se intuían las sombras de otros autores de la colección y de la editorial. La más presente de las ausencias: George Saunder y el espanto de los parques temáticos, Rick Moody y el espanto de la investigación de la propia sangre, el ya veterano Denis Johnson y la lírica resaca/ purgatorio luego de la expulsión de los paraísos artificiales, y David Foster Wallace -.acaso el más poderoso y por ello más vulnerable de todos-., quien hacia fin de año verá las más de mil páginas de su monumental y adictiva Infinite Jest traducida al idioma del Quijote.
Hasta entonces y ahora mismo, estos cinco se separan, se suben a sus respectivos aviones y vuelven a volar y a vivir sus propias aventuras, a solas, como suelen vivir las aventuras los escritores de cualquier parte del planeta.