Dom 20.02.2005
libros

LA ASOMBROSA SENCILLEZ DE LA NOVELA QUE GANó EL PREMIO CLARíN.

Padre nuestro

El lugar del padre
Angela Pradelli
Alfaguara
163 páginas

› Por Martín De Ambrosio

Pese a la posible resonancia psicoanalítica del título, la apuesta de esta novela está lejos de tener algo que ver con ese tipo de pensamiento. El “lugar” al que se refiere tiene poco de simbólico y mucho de material: es –al menos en principio– el lugar que junto a la mesa ocupaba el padre de la narradora, cuya ausencia hace aparecer sombras nunca vistas. Es curioso que una frase lanzada hacia la mitad de la novela sea precisamente lo que no hace la autora (“cuando alguien se muere, se muere y no hay por qué ir detrás de esas hilachas que tardan más de la cuenta en desaparecer”): El lugar del padre es exactamente el rastreo de esas “hilachas” de la ausencia.

Con una sencillez asombrosa, Pradelli (profesora de Literatura y también autora de Amigas mías) teje una historia de suburbio –que el lector debe ir reconstruyendo porque todo está insinuado, sugerido, susurrado– que no deja de ser típica: el padre guardabarreras que llegó de Italia luego de la guerra y se instaló en un suburbio del sur del Gran Buenos Aires; una hija de edad imprecisa –que es quien narra– que luego de la muerte del padre reconstruye ese vínculo; la relación con el amigo que vive enfrente, y con algún que otro esporádico personaje del barrio. No mucho más.

Así, cada capítulo (son 47 en total) es una pequeña semblanza de un mundo pequeño, que también merece –según parece sostener Pradelli– ser reflejado por la literatura, aunque carezca de épica alguna. Y, pese a que puede sonar obvio ante una obra minimalista, no es fácil decir de este libro sino que posee una extraña y sutil belleza, carente de toda grandilocuencia. Y que habla de gente cuyas ocupaciones centrales no importan en lo más mínimo, y que hace foco en las pequeñas cosas que suceden cuando se han dejado esas ocupaciones: un árbol caído, una ligustrina que hay que podar, una vecina que sale con muchos tipos. Es verdad que también se pueden elaborar algunas hipótesis acerca de lo que en absoluto dice la novela, y sobre todo respecto del lugar de la madre, escandalosamente inexistente y jamás siquiera nombrada en toda la novela, pero no es algo imprescindible para disfrutarla.

En ese contexto, incluso los capítulos que destilan algunas escenas de patetismo explícito aparecen como algo desubicados. Como en “Diamantes”, en el que la reciente huérfana descubre cómo el padre fue vilmente estafado en la compra de un regalo de cumpleaños, que ella debe vender para solventar los inesperados gastos de las sucesivas operaciones que afrontó el padre antes de la muerte.

El efecto general, entonces, es que El lugar del padre (que ganó el premio Clarín de novela 2004, otorgado a una mujer por cuarto año consecutivo) parece tratar sobre gente que vive así en un perpetuo domingo, pródigo en una apacibilidad suburbana sin relieve que, sin embargo, a veces se extraña. No es una gran historia, está claro, pero Pradelli parece empeñada en hacer una gran novela, aunque no tenga esa gran historia. Y lo logra.

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