Lun 03.06.2002
libros

Arabescos

Los árabes en el Río de la Plata constituyen una de las más ricas colectividades inmigratorias. Su literatura y su periodismo no sólo enriquecieron la trama cultural local sino que influyeron en sus países nativos. Hoy, agobiados por la discriminación, los intelectuales árabes siguen batallando por la integración cultural y el mejor conocimiento de sus tradiciones.

Por Lautaro Ortiz

Según estimaciones no oficiales, existen en la actualidad 18 millones de árabes –entre descendientes y nativos– habitando los suelos de Argentina, Uruguay y Brasil. Este dato revela la presencia de una cultura que, desde finales del siglo XIX, late con fuerza en estos tres países. La actual batalla en Medio Oriente, los tremendos atentados y el progresivo rechazo social hacia los inmigrantes han echado sombra sobre el talento de los árabes, que conforman, después de los españoles e italianos, la tercera colectividad más importante del Cono Sur.
Expulsados como resultado de la opresión y el ahogo económico y espiritual que impuso el régimen otomano –el imperio turco– a toda la península árabe (actualmente conformada por Arabia Saudita, Yemen, Omán y Emiratos Arabes Unidos), miles de sirios, libaneses y palestinos recalaron en estas tierras, entre 1870 y mediados del siglo XX, con el propósito de hallar un suelo fértil y libre.
Entre los cientos de agricultores que llegaron a estas playas se encontraban muchos poetas, periodistas y editores que, algunos años después, serían los ideólogos del movimiento más revolucionario de las letras y el periodismo, el Mahyar. Al poco tiempo de llegar y, luego de un período de afincamiento e integración en el interior de los tres países mencionados, los árabes dieron inicio a su propio desarrollo intelectual, que tuvo dos frentes: la integración con nuestra cultura y la transformación de la suya, a través del permanente envío de información a su tierra natal.
Para el poeta Mahmud Husain, actual director del Centro de Altos Estudios Islámicos en Argentina, “el intelectual árabe es, principalmente, un poeta. El que no se destaca en poesía no es considerado literato, tiene que demostrar su valor intelectual escribiendo poesía, porque el arte principal de los árabes es el dominio de la lengua y la belleza de la palabra”. Así, a partir del siglo XX, los jóvenes inmigrantes comenzaron a buscar los medios para hacer conocer su arte a través de la edición de diarios y revistas y la creación de sellos editoriales.

Prensa árabe
Al fundar periódicos los árabes se plantearon como propósito mantener una cierta cohesión cultural de la colectividad, afincada en diversos puntos del interior del país. La historiadora Liliana Cazorla, autora de La inmigración siria y libanesa en la provincia de Buenos Aires a través de las instituciones étnicas, informó que el primer periódico de la comunidad se imprimió en Buenos Aires en 1902 bajo el nombre de Assalan, y que sus ideólogos fueron los hermanos Shamun: “Los Shamun fueron los primeros en explicarles a los inmigrantes qué tenían que decir al llegar al país, y al mismo tiempo difundieron la actividad de las colectividades en los distintos países limítrofes. Assalan mantuvo su continuidad hasta 1970”.
En 1913, los libaneses maronitas (cristianos) crearon en los fondos del aún activo Colegio San Marón de Buenos Aires, una imprenta donde dieron a luz al periódico El Misionero, que aparecía todos los martes y viernes. También editaron la revista La Voz Libanesa. Ambas publicaciones eran bilingües y tuvieron una fuerte presencia en la colectividad hasta 1960.
De aquellas páginas surgieron periodistas que fueron reconocidos en sus países natales. Uno de ellos fue Habbib Stefano, que en la década del 30 recorrió las provincias argentinas dando conferencias sobre el pensamiento religioso árabe. Por su parte, Abdul Latif Al-Younes fundó el diario árabe-argentino Al Wuatan (La paz), periódico muy popular en los años 50 entre las colectividades árabes argentina y uruguaya. En la década del 70, cuando empezaban a asomar las dictaduras en Latinoamérica, Al-Younes hizo pie en Brasil, donde continuó con su publicación hasta los 80, año en que decidió volver a editarlo en Argentina. En la actualidad ese periódico, que llegó a tener una tirada de 20 mil ejemplares, está dirigido por Pedro Tashmakian y es uno de los pocos con que cuenta la colectividad.
Las fuentes fue otra publicación que comenzó a circular hacia mediados de 1920. Sus fundadores fueron dos de los intelectuales más citados del movimiento Mahyar: Elías y Zaki Konsol. El primero se destacó en la oratoria y el segundo como poeta y músico. También es necesario nombrar a tres periodistas y editores: Abdul Latif el Gichin, fundador del diario Bandera árabe, que apareció en los años 30 y continuó hasta los 80; José Elydd, fundador de la revista Antorcha árabe en la década del 40 y Yousef el Sarmi, fundador de la revista Los dones. “En esas páginas, además de volcar información relevante sobre los cambios políticos y religiosos de Arabia, se conservaba vivo y latente el espíritu cultural y patriótico de la colectividad, manteniéndola unida a sus raíces. Al mismo tiempo los familiares de los inmigrantes estaban al tanto de lo que sucedía en América”, según expresó Mahumud Husain.
Un destacado intelectual árabe-criollo fue el periodista y escritor Yubrán Massuh, fundador del diario La fraternidad, que se distribuyó en Argentina hacia la década del 30. Ese periódico ofrecía, entre otras cosas, una reactualización de la obra de los poetas tradicionales. Massuh, autor entre otros libros de Meditaciones íntimas, traducía artículos de argentinos a la lengua árabe y los enviaba a los periódicos de la península. “Sus aportes”, confirmó a Radarlibros su hijo, el filósofo Víctor Massuh, “fueron recibidos con gran aceptación en periódicos de Beirut (Líbano) y de El Cairo (Egipto). La mayoría de sus textos tenía un fuerte contenido político, puesto que mi padre bregaba por la independencia de la península, entonces oprimida por los protectorados fraco-británicos. Al mismo tiempo era un hombre que insistía en que la colectividad árabe se había integrado exageradamente a la cultura occidental, hasta el punto de perder su identidad, por eso es que luchó siempre por preservar sus tradiciones y la enseñanza de la lengua nativa”.
El periodista más importante –así lo señalan todos los entrevistados– quizá haya sido Emir Emin Arslán, que escribía para el diario El Mundo y para la mítica revista El Hogar, donde trabajó junto a Jorge Luis Borges, entre otras firmas famosas. Arslán, autor de La verdad sobre el Harén y de la obra teatral El Libertador (sobre la vida de San Martín), había llegado a Buenos Aires como embajador del imperio otomano. Se radicó en el país, donde murió en 1943. Era un fanático del paisaje uruguayo, principalmente de Punta del Este. Tal vez eso explique que una de las playas de esa ciudad se denomine Emir.
Brahim Husain –poeta, traductor y líder de la “Asociación de Amistad Argentina Islámica”– explicó que “los árabes siempre se mostraron agradecidos por haber podido radicarse en este país. Desgraciadamente los prejuicios, agravados ahora por la guerra, hacen que se desconozca su actividad en el Cono Sur. Hay que tener en cuenta que en Argentina llegaron a circular, hasta 1980, algo más de 48 publicaciones árabes”.

Entre lenguas
Paralelamente a las ediciones de diarios y revistas, los árabes fundaron sellos editoriales que imprimían textos en árabe no sólo para la colectividad inmigrante sino también para la península arábiga. Omar Abboud, responsable del Departamento de Cultura del Centro Islámico, señaló que el gran sello editorial criollo fue El Nilo, que desde finales de la década del 30 editó 26 libros, entre ellos la segunda traducción completa (del árabe al castellano) de El Corán, a cargo de Ahmediabboud. “Además, El Nilo fue el primer sello occidental en imprimir El Corán en árabe. En su catálogo figuran, entre otros títulos: La civilización de los árabes de Gustavo Le Bon, Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia, de Robert Shack, e incluso un exitosísimo volumen de Cocina árabe firmado por Ahmediabboud y Rahal.”
La traducción es uno de los fuertes de la intelectualidad árabe. Uno de los primero libros de literatura rioplatense traducido al árabe clásico fue, naturalmente, el Martín Fierro de José Hernández (1984, versión de Jalil Nader). Actualmente Rachid Chehayeb, traductor de la embajada de Arabia Saudita, se encuentra terminando una nueva versión pero esta vez en verso popular. “Sin desmerecer el trabajo realizado por Nader, me pareció más adecuado que una obra gauchesca como el Martín Fierro se traduzca a un lenguaje que se le asemeje. Por suerte, este lenguaje lo tenemos, y muy difundido en los países árabes, conocido como Zayal. Es muy parecido a la payada del Río de la Plata. Debo confesar que no es una tarea fácil. Traducir este libro requiere un alto conocimiento del folklore argentino y saber captar el profundo sentido de las expresiones gauchescas vertidas por Hernández en su obra”, señaló Chehayeb.
Pese a algunos intentos pioneros, recién en la década del 90, la literatura rioplatense comenzó a ser solicitada por el mundo árabe: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Juan Carlos Onetti son algunos de los autores más exitosos. Al respecto Brahim Husain sostuvo que “todavía no hay un fuerte apoyo para realizar traducciones de autores latinoamericanos. Lo mismo pasa con los poetas árabes, que son aquí muy poco conocidos. Esto quizá se deba a la falta de interés de los organismos estatales y al desconocimiento del enriquecedor encuentro que tuvieron y aún tienen los árabes y Latinoamérica”.

Poesía árabe
Más allá de las motivaciones religiosas y políticas que impulsaron a los árabes a salir de su país, esta colectividad siempre se caracterizó por su deseo de investigación y su tendencia a los viajes. El eje (o matriz cultural) de esa búsqueda: la tierra de promisión. Mientras que algunos, como los poetas Gibran Jalil Gibran y Nadar Haddad, este último considerado el decano de los escritores árabes en América, emigraron a Estados Unidos (principalmente Boston y Nueva York) muchos prefirieron los países más australes.
Juan Yacer, el poeta más respetado en la colectividad y autor de El movimiento literario americano-árabe en América Latina, apunta que los literatos, “para sorpresa y asombro de miles de lectores, comenzaron a publicar temas literarios nuevos, ciertamente extraños al oído oriental endurecido. No hay duda que la libertad en sus países de adopción, el despertar sobre nuevos tipos y estilos de vida, la misma naturaleza gigantesca de América, y el roce con el pensamiento de escritores y poetas occidentales, contribuyeron al estallido de sus talentos y al encendido de sus almas, ya de por sí sensibilizadas por el drama existencial que padecían en sus tierras de origen”.
Entre las voces de este género que residieron en territorio argentino, los especialistas entrevistados enumeran a Badaui Al-Yabal (famoso poeta árabe, su obra ha tenido gran repercusión en Siria y Líbano), Omar Abu Risha (poeta muy reconocido en Arabia, llegó a Buenos Aires como embajador de Siria), Zaki Konsol (escribió poemas de tono patriótico y varios de sus libros fueron publicados en Arabia y Argentina), Rashid Nakle (poeta libanés, autor del himno nacional de su país), Habbib Joraieb (recorrió en los años 30 todo el país difundiendo sus obras) y, entre otros, la poeta libanesa Sabine Farra, quien desde los 90 se radicó en Argentina.
La triple frontera
Por su parte, la intelectualidad árabe en Brasil (asentada principalmente en la ciudad de San Pablo) también tuvo una gran participación en el movimiento literario mahyariano, fundando publicaciones como Usba, alimentando peñas literarias y editando libros de poesía, donde la temática del destierro se encuentra con el exuberante paisaje latinoamericano. El primer libro de gran repercusión fue Recuerdos del inmigrante del periodista y poeta Qaysar Maluf. Por tierras lusitanas desfilaron, entre otros, poetas como Assis Fares, George Assaf, Nahum Labaki, Jalil Kasib, Faris Niym y Rashid Salim al-Juri (El poeta alqueriano). Estos escritores bregaron por fomentar la hermandad entre los intelectuales de Brasil, crear vínculos con los eruditos, combatir el fanatismo y romper la rigidez ideológica en aras de la soberanía y la libertad.
Yacer agregó que “los textos árabes escritos en países como Argentina, Uruguay y Brasil tuvieron una importancia tremenda en los países de la península árabe. Llegaron como aire fresco. Innovaron metros y formas estróficas, introdujeron la prosa poética y dieron inicio a lo que se denomina ‘poesía susurrada’ que, olvidando el tono declamatorio y discursivo, deja a la palabra misma el poder de sugerir”. A lo que Brahim Husain acotó: “Es una pena que la intelectualidad del Río de la Plata aún no haya abierto los ojos a nuestro aporte cultural y que sólo se quede en los prejuicios mal fundados”.

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