UNA BRILLANTE NOUVELLE DE BORDES Y FRONTERAS.
Correrías de un infiel
Osvaldo Baigorria
Catálogos
140 páginas
“Puedo olfatear a un indio a una milla de distancia. ¡Ja, ja! –reía mientras me agarraba los testículos como si estuviera pesándolos–. Todo esto es indígena, no me cabe duda. Huevos de patagón, quizá de ona.” Estas palabras se las dice a este Baigorria –Osvaldo– una india de la tribu nootka, en las Montañas Rocosas, alguna noche de los ‘70. Se llama Dos Caminos, usa vincha, pelo negro partido al medio, un aro en el ombligo, la cruz pacifista en una nalga y una voz cascada que enronquece al soltar carcajadas. Dos Caminos, que se jacta de ser fiel a tres maridos, a nueve concubinos y a veinticuatro amantes, pasa con Baigorria y su amigo, un anarquista canadiense anglófono, un fin de semana. “Quiero suponer que el nombre no tenía nada que ver con su utilización del cuerpo en la ménage à trois. Porque estuvimos de fiesta día y noche.” Es tan luego cuando le dice que en esos testículos hay algo indio. Revelación que al hombre lo perseguirá por años, otros exilios, idas y vueltas mediante, hasta llegar a esta búsqueda que ahora, en el presente de la novela, hace tránsito a lo más profundo de la cultura criolla, pampa y húmeda, o a los bordes donde todo vuelve a tocarse: indios, frontera, cautivas, el abismo y la fricción, la calentura en y por los otros. Aquéllos eran los tiempos de la contracultura, de California a Vancouver, de Finisterre a Kyoto; de Kerouac a Calcuta o Buda. Estos son los tiempos del sida, de la monogamia por razones ecológicas y/o por Beatriz, nombre caro a la poesía, médica ella, aspirante al amor romántico de este Baigorria.
Baigorria busca aquí y ahora, pero en el pasado. Porque Baigorria transporta un enigma: el enigma del huinca unitario, el coronel Manuel Baigorria, que escapa de la mazorca rosista y se hunde en las tolderías, y se pierde en campo abierto, apeado a orillas de un lago, muchas mujeres en noches orgiásticas, quizás algún varón, hasta que llegan los tiempos de Caseros y cae, se lo tragan los pliegues de la historia moderna, léase exterminio, solución final con el indio, reparto manu militari de tierras. De modo que la novela se clava en tres épocas simultáneas, magníficamente evocadas y con un juego de dobles sentidos extraordinario. Los mapuches, el ácido lisérgico y la nootka, y un presente de anarquista gruñón, memorioso de grandes ligas, a punto de rendirse ante las ligas de su novia Beatriz.
Si bien Baigorria cita La lengua del malón de Guillermo Saccomanno, su nouvelle remite mejor –por lo seco, lo vital, lo rebelde– a Situación de peligro, aquella nouvelle de Saccomanno afincada en Mataderos, la sufrida vida familiar, el viejo y la nona y ta’ que los tiró. Hay aquí resonancias claras de Fogwill y Rivera: Baigorria produce una cruza virtuosa entre la herejía de Ejércitos imaginarios y la contrición de La sierva y En esta dulce tierra. Pero hay más. Esta no es una novela así como así: es una autobiografía falseada, un ensayo; es borde, frontera. Allí aparece un Mansilla leído por Viñas, y Baigorria pasa el trapo mostrándose hábil y conocedor en territorios también visitados por Perlongher; vidas de crotos, linyeras y trashumantes que ya nos escribió en un libro anterior.
No es común hallar una buena novela por estas tierras, pero cuando sucede, sucede. A tomar nota: Correrías de un infiel, de Osvaldo Baigorria.
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