Dom 08.05.2005
libros

CóMO CREAR SUSPENSO CON MISTERIOS ENCADENADOS.

El enigma de una vida

Maten a cualquiera
Osvaldo Tcherkaski
Adriana Hidalgo
253 páginas

Por Mariano Dorr

Maten a cualquiera es un entretejido de historias en las que, al modo de Mil y una noches, se trata de “narrar para no morir”. Interesante, sobre todo teniendo en cuenta que el autor fue corresponsal de guerra, es decir, un experto en el arte de Sherezade.

Además de su larga trayectoria como periodista, como escritor de ficciones, Osvaldo Tcherkaski ya ha publicado dos libros de cuentos y dos novelas. Maten a cualquiera es su tercera novela o su tercer libro de cuentos: si bien se trata de doce cuentos, se encuentran interconectados entre sí, de modo tal que organizan una trama, constituyendo un relato policial en conjunto. A medida que avanza el libro, avanza también la ilusión de ir descubriendo el hilo que une un acontecimiento a otro, para terminar siempre perdiéndonos en otra información, otras historias (uno de los trabajos ensayísticos de Tcherkaski, La ocupación, trata precisamente de la manipulación de la información y su poder para destruir los encadenamientos lógicos de la vida cotidiana).

El primer cuento, “Vidas de Paula”, funciona casi como un prólogo o una advertencia al resto del libro. Enmarcándose desde el comienzo en el género policial, el cuento comienza con el misterio de la muerte de Paula C. y con un sospechoso de asesinato, el narrador: Guverich, que por supuesto señala que es inocente. A partir de allí se intenta la imposible reconstrucción de las vidas de Paula: “La mejor manera de saber lo que alguien no ha sido es leer su biografía. No hay nada más falso que la autobiografía ni más complaciente que una biografía”. Guverich, joyero artesanal y ex asesor literario de una editorial, encargado de “servir el té” en las reuniones que Paula organizaba, tiene acceso a una serie de cartas escritas y algunas recibidas por ella. Estas cartas guardan secretos e historias, de las cuales Guverich asume el trabajo de “compilador”. Desde entonces, la búsqueda de indicios que conduzcan a un esclarecimiento de los hechos se hace cada vez más confusa y kafkiana: “No hay ciudadanos, sólo hay culpables. Se lo digo, le digo que el derecho sólo existe para que haya procesos, no para que haya justicia”.

Los cuentos de Maten a cualquiera ofrecen miradas parcializadas, en diferente tiempo y lugar (un verano en Villa Traful, una conversación en un bar de Nueva Orleans, una mafia en la esquina de Libertador y Salguero, y hasta un secuestro en Egipto, entre otros), alrededor del enigma de una mujer y una serie de muertes de las que poco se sabe. A lo largo del libro, uno de los desafíos para el lector será reponer las identidades de los personajes –y del narrador– que van repitiéndose en algunas de las historias, comenzando por Paula (cuyo verdadero nombre sería Paulina Liberman, según el “compilador” de sus cartas). El último cuento lleva como título “Collage”, y si allí Tcherkaski se decide a darnos el desenlace de su relato policial en conjunto, también parece señalar que la búsqueda de lo no dicho debe hacerse siempre interpretando el collage que los recortes de información inevitablemente conforman entre sí.

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