Domingo, 15 de mayo de 2005 | Hoy
Rudy-Pati-Jorh-Toul-Wolf
Libros del rescoldo
118 páginas
Un modo oblicuo de estudiar los onerosos años noventa podría ser a través del registro de los chistes que se contaban por entonces, ya que en ocasiones –del mismo modo que el periodismo– los humoristas se ven obligados a hacer de “historiadores instantáneos”. Qué mejor entonces que ir repasando esas brutales transformaciones sociales de la “merde époque de los noventa” en Argentina que por medio de las gracias de la muchachada de Sátira/12, suplemento de los sábados de Página/ 12. Así pasan por el tamiz humorístico desde el desempleo masivo y la incorporación de nuevas tecnologías o la megafusión y la extranjerización de las empresas, hasta los eternos problemas de financiamiento de la educación junto con las colas en las embajadas cuando estaba de moda irse a vivir a otros países, y otros efectos secundarios. Como señala Rudy en el prólogo, fue una época en la que las consignas no fueron “Libertad, igualdad, fraternidad” ni “Pan, paz y trabajo” sino “Lifting, shopping, zapping” (y encima gobernaba el menemismo).
Fontanarrosa
Ediciones de la Flor
118 páginas
No se sabe a ciencia cierta cómo son los gauchos atravesados culturalmente –si se permite la expresión– por los afanes globalizadores. Pero es seguro que deberían ser como es este Inodoro Pereyra que Fontanarrosa (últimamente con la deliberada premisa de “un chiste por cuadrito”, un desafío tanto para el autor como para el lector) dibuja periódicamente desde 1972 y que ya tiene su libro número ¡29! En Inodoro, un cierto cinismo natural en los paisanos (que ya se puede observar en el modelo canónico de todos los gauchos, Martín Fierro) se mezcla ahora con la pérdida de inocencia que el nuevo milenio nos ha regalado, junto con el retroceso del machismo y la falta de eficacia de la picardía criolla. Ahí también sigue estando Mendieta, su perro fiel, agudo y conciliador, especie de ladero “a lo Sancho Panza” que insta a negociar ante el mínimo inconveniente. Y, si Mendieta es Sancho, Pereyra es un particular Quijote que no necesita ir a buscar aventuras: se sienta a tomar mates y a descansar (¿de qué?) y que las aventuras vayan a él.
Liniers
Ediciones de la Flor
96 páginas
La ingenuidad y la ternura no carente de inteligencia caracterizan la obra de Liniers (a quien, entre paréntesis, no le interesa respetar en sus tiras las convenciones en cuanto a cantidad y forma de los “cuadritos” que muchas veces dejan de ser tales para convertirse en triángulos, rectángulos de forma variada o lo que fuese necesario para las minihistorias que cuenta). Los personajes de Liniers se mueven con comodidad en un mundo de fantasía, pero cuyo surrealismo puede mezclarse con críticas a los lugares comunes de los medios masivos (entre los varios hallazgos de Macanudo merece citarse el personaje de “El señor que traduce los nombres de las películas”). En ese contexto, la visión que de la infancia deja traslucir Liniers es apenas melancólica pero muy solitaria: la nena que aparece en la mayoría de las tiras no está nunca acompañada por pares sino por su mascota (el gato Fellini), un osito de peluche (Madariaga) y algún que otro animalejo (aves, por lo general). Por lo demás, da gusto meterse en ese mundo de tristezas dibujadas.
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