Cândido Portinari y el sentido social del arte.
Andrea Giunta (comp.)
Siglo veintiuno
325 págs.

Punto de intersección entre subjetividades y marcas históricas, la producción artística en general y la obra plástica en especial constituyen una apropiada argamasa para construir emblemas, íconos, mitos. Acaso sea el doble encuentro entre la creación por parte del artista y la emoción estética del lado del público lo que le otorgue tamaña propiedad de hacer del instante, eternidad. En esa vía “las imágenes del arte no sólo embellecen, también son usadas” desde programas que, incluso, pueden ser antagónicos. El desafío consiste en analizar qué es lo que una obra de arte dice que no dicen otros discursos, una imagen, incluso una más que otra”. Tal la propuesta esgrimida por Andrea Giunta al compilar los quince ensayos, los tres testimonios y otros tantos documentos que componen Cândido Portinari y el sentido social del arte que encuadraron la exposición (y el seminario correlativo concretado en el Malba) dedicada al modernista brasilero, que tuvo lugar un año atrás en la fundación Proa.

Organizado en seis secciones y una presentación, el volumen evita ser uno de esos no-libros que rejuntan en una parda noche felina artículos variopintos. Por el contrario, Giunta logra abordar la obra de Portinari (Brodowski, San Pablo, 1903. Río de Janeiro, 1962) desde el aporte de los más idóneos especialistas (algunos consagrados, otros aún no) brasileros, uruguayos y argentinos, es decir abrevando en ese campo semántico geográfico que constituyen desde las raíces a las arborescencias del pintor. Nada arbitrarios, los recortes contemplan una producción que arranca en el entreguerras, atraviesa la segunda conflagración mundial y se extiende hacia las vanguardias de los años sesenta con escalas en las dictablandas latinoamericanas y en las diversificadas corrientes estéticas que obtuvieron su identidad mirando a Europa.

Espectro que Giunta sistematiza en diversos bloques como el contraste entre la cultura erudita y la popular, las influencias políticas surtidas y en particular las del Partido Comunista (PCB) al que Portinari adscribía, los puntos de continuidad y corte con lo académico, el exilio en el Río de la Plata, los testimonios de sus contemporáneos y, finalmente, la conferencia dictada por Portinari en julio de 1947 en Buenos Aires y los célebres poemas de Rafael Alberti y Nicolás Guillén.

Dentro de este conjunto se destacan los aportes de Diana Wechsler, que otorga un marco referencial ineludible al hacer hablar a los artistas de la época entre sí, complementado con el trabajo de Lelia Cohelo Frota. En tanto Berenice Cavalcante señala la inserción del PCB en la cultura brasilera y Annateresa Fabris reconstruye el proceso de producción de los memorables murales, Raúl Antelo explora con sutil profundidad la veta nac&pop confrontando el andamiaje crítico con la fuente documental mediante el recurso de la especularidad entre el texto y las notas al pie. Ética y política en la producción de Portinari es explorada por Eduardo Jardim. No menos acertados que sintéticos, los respectivos comentarios de Graça Salgado, Miguel Angel Muñoz, Carlos Altamirano, Adriana Amante y Laura Malosetti Costa, además de vitalizar los trabajos a los que hacen referencia, revisitándolos, constituyen ensayos originales en sí mismos. Cualidad a la que no son ajenas las traducciones de los originales en portugués realizadas por Juan Ferguson.

Mucho más que una cronológica biografía y por fortuna sin un ápice de diletantismo disfrazado de crítica, este Cândido Portinari aborda al personaje más allá de él y de su tiempo (sin descuidarlos) y apunta –al decir de Rafael Alberti–, a quien “la vida combinando/ color y color busca ser concreta;/ metamorfosis de la forma, meta/ del paisaje tranquilo o caminando”.