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Domingo, 18 de septiembre de 2005

LOS ENSAYOS DE ADORNO SOBRE LA PROPAGANDA FASCISTA.

Miente, miente que algo queda

Ensayos sobre la propaganda fascista
Theodor W. Adorno
Paradiso
96 páginas

 Por Rogelio Demarchi

Una frase ha quedado asociada al nombre de Adorno por encima de todo lo que escribió. Es de 1951, y señala que el horror de Auschwitz “ha hecho hoy imposible escribir poesía”. Este libro presenta una parte de lo que escribió entre 1944 y 1962 alrededor de una pregunta directamente relacionada con ese hecho: ¿cómo entender lo que allí ocurrió y cómo ponernos a salvo de que vuelva a ocurrir?

Leídos desde aquí, al menos, estos Ensayos sobre la propaganda fascista no sólo demuestran la lucidez y la actualidad de su autor; permiten comprender que el fascismo, a la larga, triunfó. No sólo porque Adorno alcanzó a entrever la posibilidad de que tuviésemos que sufrir un Auschwitz después de Auschwitz sino porque sus observaciones sobre la propaganda demuestran que no hay partido político que no utilice esos mismos mecanismos urbi et orbi.

En “Antisemitismo y propaganda fascista” (1944) afirma que “la actividad proselitista, antes que por la exposición de ideas y argumentos, pretende “actuar sobre los mecanismos inconscientes de las personas” y es por eso que el líder y sus voceros se dedican a atacar “a espectros más que a opositores reales” a través de una mera concatenación de ideas en la que usan una misma palabra en, por ejemplo, “dos proposiciones muy inconexas desde el punto de vista lógico”.

En “La teoría freudiana y los esquemas de la propaganda fascista” (1951) analiza los dos rasgos principales de la propaganda: que temáticamente guarda “poca relación con cuestiones políticas concretas y tangibles”; y que “el enfoque de los agitadores es verdaderamente sistemático y sigue un esquema rígido de recursos bien definidos”, a los cuales se puede aislar y estudiar en sí mismos. En este sentido, Adorno se apoya en la teoría freudiana del narcisismo y de las masas para conjeturar cómo es posible esa ligazón política entre líder y masa. En uno de los pasajes más medulares, llega a sostener que quienes menos desean cambiar la estructura social son quienes más discursean a favor de la justicia social.

“¿Qué significa elaborar el pasado?” (1959) y “Para combatir el antisemitismo en la actualidad” (1962) tienen el valor agregado de ser dos conferencias pronunciadas en Alemania, a juzgar por las fechas que consigna el editor, en momentos clave de la posguerra y la división territorial. En la primera, Adorno advirtió sobre la funesta alianza que se estaba gestando entre nacionalismo y fascismo en los países que por entonces eran catalogados como en vías de desarrollo. En la segunda, especialmente dirigida a educadores, distingue dos tipos de antisemitismo –uno primario y otro secundario– y describe con gran precisión todos los vericuetos discursivos en los que esa ideología busca enmascararse. Aquí su tesis da miedo: “El antisemitismo es un medio de comunicación de masas”. Ironía mediante, un libro ideal para leer en plena campaña electoral.

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