Domingo, 26 de febrero de 2006 | Hoy
LINO NOVáS CALVO
Lino Novás Calvo es uno de los más extraordinarios cuentistas de la literatura latinoamericana. Su obra fue relegada pero también señalada como faro por escritores como Cabrera Infante. Una antología lo recupera reuniendo veinte cuentos de pareja calidad y una línea común de trabajo: el sincretismo.
Por Claudio Zeiger
Otras maneras de contar
Lino Novás Calvo
Tusquets
416 páginas
“Cuando un día se escriba la historia definitiva del cuento en América se verá que Lino Novás Calvo está entre sus maestros: Horacio Quiroga, Borges, Felisberto Hernández, Juan Rulfo, Virgilio Piñera, Adolfo Bioy Casares, para citarlos en orden cronológico.” Esto escribía Guillermo Cabrera Infante en 2000, agregando un matiz de “cubanidad” que volvía aún más íntima su opinión: “Novás Calvo es el único escritor cubano que reconozco como un antecedente literario: después de leer sus cuentos, mi idea de una literatura cubana cambió radicalmente, es decir, desde las raíces de la narración”.
La reciente colección de cuentos Otras maneras de contar, da una idea tanto de la dispersión pública como de la formidable concentración íntima de un proyecto literario autónomo de las modas y las tendencias de vanguardia de su época. A lo largo de su vida, este escritor nacido en Galicia, España, y trasladado desde muy joven a Cuba, escribió muchos cuentos que publicaba en revistas (sobre todo en Bohemia, la revista literaria más importante de la Cuba de los ‘40 y ‘50, en Revista de Occidente y otras) y de vez en vez los reunía en volúmenes: La luna nona y Cayo canas (ambos publicados por Losada en Buenos Aires, en los años ‘40) y Maneras de contar (publicada en 1970, en Nueva York). También escribió una novela muy documentada sobre la esclavitud, El negrero (publicada en España en 1999)
Novás Calvo fue tan bien considerado en sus inicios como relegado después. Apenas producida la revolución cubana se exilió, y nunca han quedado demasiado claras las razones de su exilio. Fue jurado del primer concurso de cuentos de Casa de las Américas. Poco después pidió asilo en la embajada colombiana y posteriormente viajó a Estados Unidos. Las fechas ya citadas redondean la idea de una diáspora: casi treinta años mediaron entre dos libros, con la excepción de una antología publicada en México el mismo año de la revolución cubana.
Novás Calvo atemperó su tendencia a representar la marginalidad en base a una atenta lectura de las innovaciones formales de las primeras décadas del siglo; y ese realismo de base le sirvió para no ceder al elitismo que, sobre todo en la inteligente bohemia habanera, se exacerbaba al infinito. “Cuando yo escribí el primer poema en la Revista de Avance (principal órgano de la vanguardia artística cubana), eso era hacer lo contrario de lo que ellos estaban publicando”, comentaría posteriormente. “Porque esa era la revista de los señoritos, de la literatura pura. Se desligaba de las realidades sociales, políticas y humanas. Pero como yo no podía hacer eso, a ellos les gustaba tener la nota proletaria.”
Desde chico, el aprendizaje y manejo del inglés no sólo lo convesrtiría en un gran traductor (su versión al español de El viejo y el mar fue saludada y autorizada especialmente por Hemingway), sino que le permitió salir de un círculo de trabajos “duros” para incorporarse al mundo literario y periodístico de la isla. Pero ese mundo duro y sus protagonistas (marineros, choferes, trabajadores rurales) serían materia prima esencial de su narrativa. Lo suyo fue, sin dudas, el sincretismo. Como Carpentier, indagó en la mixtura y en la influencia religiosa afrocubana que él reconvirtió en literatura fantástica moderna, basada en el manejo de la ambigüedad más que en los efectos retóricos de un final sorpresa.
Novás Calvo también logró maestría en el manejo de los puntos de vista fracturados, la confrontación de versiones, los narradores testigo. En los mejores cuentos (lo que en su caso equivale a decir: en casi todos) esta excelencia formal está al servicio de un lenguaje expresivo y una atmósfera extrañada que lo vuelve de una originalidad comparable a la de Felisberto Hernández y Clarice Lispector. La diferencia es que Novás Calvo aparece como un autor deliberadamente apegado a la situación social de los personajes y sus lenguajes. Esa dimensión existencial lo aferra alrealismo aunque no se trate de una ideología literaria. Como afirma en uno de sus primeros cuentos, “El bejuco” (1937), todo parte de un malentendido de la condición humana: “El hombre debiera ser como el árbol, tener raíces como el árbol. Pero el hombre es como una rueda, y una vez impulsado no cesa hasta deshacerse”.
Desde ya, esta reflexión sirve como punto de partida para verificar lo que sucede en todas las historias. Así, hombres y mujeres se ven rebasados por diversas fuerzas –de la naturaleza, de la magia y la religiosidad, de las conspiraciones de la política o la tiranía del deseo– compelidos hacia un destino que parece escapar a la razón. Aun así, la posible adscripción a un precursor “realismo mágico” se da apenas en unos suaves trazos, como en el final del extraordinario “La visión de Tamaría”; o por el contrario, como en el apocalíptico “Aquella noche salieron los muertos”, Novás directamente hace literatura de terror, disolviendo lo “mágico” en algo mucho más oscuro.
El conjunto de veinte cuentos (extensos en su mayoría) de Otras maneras de contar, no sólo ratifica que efectivamente existe la posibilidad de seguir descubriendo nuevas formas narrativas; además confirma que el sincretismo ha sido de una enorme productividad en la literatura latinoamericana. Novás Calvo no dejará, sin embargo, de ser un misterio literario. La depresión y la angustia lo persiguieron aun en sus momentos de mejor inserción en la literatura y el periodismo cultural. Neurosis aplicada al estilo (productiva pero agotadora) y elegante sensibilidad social se conjugaron en él de una forma quizás única e irrepetible. Se puede sumar a Novás Calvo a nombres y más nombres de una posible lista de grandes cuentistas. Pero hay un algo singular difícil de expresar en palabras. O será que hay que encontrar, para explicarlo, otra manera de contar.
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