Domingo, 23 de abril de 2006 | Hoy
COPJEC
La deslumbrante irrupción de una teórica sorprendente.
Por Cecilia Sosa
El sexo y la eutanasia de la razón
Joan Copjec
Editorial Paidós
165 páginas
¿Qué es el sexo? Si no hay acaso pregunta más perturbadora, Joan Copjec, el más caliente despunte del pensamiento anglosajón contemporáneo, ofrece una respuesta que deja sin aliento: el sexo es el traspié de la razón, el lugar donde todo saber fracasa. El sexo y la eutanasia de la razón reúne cuatro ensayos fundamentales más un exultante prólogo de Ernesto Laclau; un supercombo recién estrenadito en castellano que permite descubrir a una autora sorprendente.
El artículo que da nombre al libro se publicó a principios de los ‘90 y fue el responsable del despegue internacional de Copjec. Y no es para menos: ahí ella se las agarra con Judith Butler, un peso pesado del pensamiento feminista postestructuralista que en su Gender trouble buscó romper con la estabilidad del sexo binario y terminó por considerar las diferencias como infinitamente maleables y discursivamente construidas. Frente a este “abuso de voluntarismo”, Copjec frena dos cambios y grita: el sexo no puede ser deconstruido, el ser humano es inevitablemente sexuado, y por ende radicalmente incognoscible e incalculable. Por si fuera poco, de manera casi lisérgica (pero sólidamente argumentada, claro) introduce nada menos que a Kant y lee sus inmemoriales antinomias de la razón pura en correspondencia con las diferencias sexuales. Leer para creer.
Pero hace falta llegar hasta el segundo ensayo, “¿El líder puede amarnos realmente?”, para terminar de entender un poquito de qué va todo. Es allí donde Copjec ilumina ese pronunciamiento casi maldito que logró suscitar uno de los mayores equívocos en la historia del psicoanálisis y la cultura contemporánea. “No hay relación sexual”, dijo Lacan y escandalizó al mundo. Para Copjec lo que quiso decir Lacan no fue que el amor no existe (y mucho menos que una consumación sexual feliz es imposible como se leyó bajo un peculiar escepticismo moderno), sino algo mucho más simple y radical: que no hay ciencia del amor ni fórmulas para él. ¿Por qué? Porque el sexo coloca a la razón en conflicto consigo misma, es el lugar donde la razón trastrabilla. La locura del amor es la creación de un “Dos” donde nunca hubo “Uno”, dice Copjec y refuta de un tiro el mito de Aristófanes, Jerry McGuire y toda parábola del amor “humanista” (que piensa el amor como encuentro entre los que tienen algo en común).
Todo listo para volver sobre la clásica oposición entre la fascinación colectiva que ejerce un líder y el amor sensual. Para Copjec, mientras los miembros de un grupo al identificarse con un “ideal del yo” se protegen del azar renunciando a su libertad (y por ende a toda satisfacción), el problema del amor no es tanto que no procura satisfacción sino, ay, que la satisfacción obtenida nunca es suficiente.
En “Mayo del ‘68. El mes de las emociones”, Copjec se pone más explícitamente política y visita la crítica de Lacan a los envalentonados estudiantes franceses para avanzar sobre la globalización y el racismo. Por último, en “El descenso a la vergüenza”, anticipa su libro aún inédito en Estados Unidos donde se ocupa del cine iraní para recrear una novedosa reflexión sobre la vergüenza y los despertares fanáticos de nuestra época.
De lectura exigente y brillante (a veces restrictiva para bichos no académicos), Copjec reúne además atributos difíciles dentro del mundillo intelectual: una solidez teórica deslumbrante (que le permite releer a los clásicos con sorprendente agudeza y hasta hacerlos jugar a su favor) y también algo aún más extraño: mucha pero mucha gracia.
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