CHARLOTTE BRONTë
La pupila rebelde
Unas cartas recién encontradas revelan las tretas de Charlotte Brontë para dejar intacta Jane Eyre, pese a las amenazas del director del colegio que la novela hizo célebre por su maltrato.
Acaban de encontrarse unas cartas escritas por el director de la institución donde se educó Charlotte Brontë para obligarla a retractarse por los improperios que había en Jane Eyre contra su propio colegio. Lo más notable es que a pesar de las presiones y de que Charlotte efectivamente se disculpó, el libro no sufrió modificaciones y por lo tanto la literatura registró para siempre la pésima fama de ese colegio en cuanto al maltrato a sus pupilos.
Cuando pasaron ya más de 150 años de su fallecimiento, más de un millón de fanáticos de Charlotte Brontë (1816-1855) van a visitar anualmente su ciudad materna de Haworth, en el norte de Inglaterra, para rendirle tributo a su admirada escritora. Y su obra más celebrada, Jane Eyre, es por su parte ampliamente reconocida como una de las obras más importantes de la literatura inglesa del siglo XIX. Sin embargo, la agudeza de Charlotte Brontë a la hora de describir en su novela los constantes maltratos y abusos ejercidos en Lowood School, copia literaria de la Clergy Daughters School, institución inglesa donde padeció sus años de formación, no le salió tan barata. Se acaban de encontrar una serie de cartas en las que el reverendo William Carus-Wilson, director de la institución, colmado de flema identificatoria al leer el retrato que la novela –publicada en 1847– daba del agresivo Mr. Brocklehurst, exigió a su antigua pupila que se retractara porque, de lo contrario, iniciaría una causa legal en su contra. Las cartas, que fueron curiosamente descubiertas entre una pila de documentos que estaban en posesión de un viejo vendedor de libros, serán rematadas a partir del mes próximo por la casa Mullock Madeley al el costo base de 247 dólares, según lo acaba de anunciar el experto en documentos históricos Richard Westwood-Brokes. Lo que primero salta a la vista es que la amenazadora correspondencia del educador religioso logró sus efectos: Charlotte Brontë, de hecho, escribió una carta disculpándose públicamente por la descripciones de la escuela y, lo que resulta aun más llamativo, acató la orden de reescribir las partes en que la Clergy Daughters School quedaba bastante mal parada. Pero si bien la pizpireta hermana de Emily y Anne le envió al reverendo un manuscrito de más de mil palabras refiriéndose a la institución en mejores términos, es obvio que la escritora se salió con la suya. No está claro todavía cómo fue el lento proceso de persuasión, pero lo cierto es que, finalmente, el maléfico reverendo nunca inició la causa legal (probablemente un poco apaciguado por las disculpas públicas de su pupila) y ella nunca llegó a retocar oficialmente la obra que quedó tal como podemos leerla ahora. Es decir que el pasaje que reescribió Charlotte no alcanzó a ser publicado, y según Westwood-Brookes, de ponerse a la venta ese manuscrito, valdría mucho más que las cartas.