Domingo, 22 de octubre de 2006 | Hoy
NICOLE KRAUSS > LA HISTORIA DEL AMOR
La necesidad de recordar aqueja a los personajes de esta novela, cuya autora fue alabada por Susan Sontag y promovida por Coetzee. La diáspora de la guerra y sus secuelas ordenan el cautivante universo narrativo de Nicole Krauss. Pero ella es tan bella, joven y exitosa, que ha levantado tantos elogios como suspicacias.
Por Felipe Yapur
La historia del amor
Nicole Krauss
Salamandra
286 páginas
Las imágenes de la guerra informan y hasta imponen algún grado de conciencia, pero, definitivamente, no persiguen al espectador con su atrocidad, como deseaba Susan Sontag. En cambio, las imágenes que conservan los testigos, aun a su pesar, se refugian en las historias familiares y se filtran en los legados de sucesivas generaciones. En algunas oportunidades –escritura mediante– regresan capaces de sacar a la superficie una trama que cause conmoción. Esto es lo que deliberadamente realiza La historia del amor de Nicole Krauss a quien la misma Sontag predijo una entrada triunfal y larga estadía en las letras americanas en el año 2002 por Man Walks Into a Room, su primera novela en la cual un profesor de Columbia, luego de perder parte de su memoria al salvarse de un tumor cerebral, buscaba en el desierto de Nevada el tiempo perdido. Ahora Krauss habla del Holocausto (horror ubicable en un tiempo pasado), de la literatura (confianza absoluta en el presente) y de cómo ambas realidades van tejiendo las historias mínimas que son tan complejas según cuánto se las mire. El Holocausto de esta joven autora nacida en 1974 se presta a ser leído también como toda invasión, toda matanza y toda tortura que estén ocurriendo aquí y ahora. Con el claro objetivo de conmover y consciente del fracaso de lo literal, Krauss elude cualquier referencia a esas imágenes que perdieron su capacidad de estremecimiento. No hay campos de concentración, ni sótanos, ni muertos, ni cámaras de gas. Todo eso ha ocurrido en un tiempo que no se nombra ya, y sin embargo la vida está muy lejos de ser bella. Los personajes de la novela viven en la época actual, donde las esquirlas del exilio y del abandono actúan como señales para que los seres más lejanos e imposibles, se encuentren por fin. Los finales previsibles no ocurren aquí, por más felices que sean. Aun así, para dar su zarpazo directo al corazón, Krauss no ahorra efectos. Elige el título de su libro sin la menor ironía, recurso excesivo en la literatura de su generación y que por más patéticos que sean sus personajes, ella no utilizará jamás. Coloca una dedicatoria que dice “A mis abuelos porque me enseñaron lo contrario de desaparecer” y la acompaña con una foto carnet de los cuatro en tiempos de juventud. Con esa misma intención delega las riendas del relato en dos personajes básicamente entrañables: Leo es un polaco de 85 años siempre a punto de morir y siempre escribiendo una novela genial y Alma, una chica de 14 años que perdió a su padre hace siete y está obsesionada con conseguirle un amor a la madre mientras no deja de escribir su diario. Leo Gurski llegó a Estados Unidos durante la guerra y en el camino perdió a su gran amor, llamado “Alma”, y a un hijo que se hará un escritor famoso y que él mirará crecer de lejos. Ha estado sobreviviendo con ceremonias privadas donde el silencio y la escritura reemplazaron casi todo. A su vez, la pequeña Alma debe su nombre a la protagonista de un libro escrito en idish llamado La historia del amor, que el padre regaló a su mamá cuando eran novios. Esto es a la vez nexo e intriga entre dos personajes que se imponen ahora una aventura descabellada y provocan un encuentro tan mágico como verosímil. La historia del amor, ya se sabe, está construida sobre malentendidos y obcecaciones; y en este caso particular se trata además de una historia tan intrincada, con tantas voces dispuestas a narrar, que a la hora de resumirla se cae en la cuenta de que será necesario citar prácticamente todo el libro. Esta imposición de la palabra escrita es otro elemento clave: los personajes de esta novela no confían en la conversación a pesar de que los mueva el imperativo de comunicarse. Intentan interpretar gestos, buscan atajos, sacan conclusiones pero jamás se hacen preguntas. Las cosas importantes no se dicen, tampoco las triviales, aunque ahorrarían gran parte de los desencuentros. En cambio, todos los personajes escriben. Novelas, diarios, memorias, traducciones, cartas. Todos hablan de algún autor o de un libro que están leyendo, lo que, por ejemplo, permite la entrada de Borges y hasta alguna referencia anecdótica a “su amiga María Kodama”.
La necesidad de recordar sumada a la pregunta sobre qué recordar es una marca de generación –la de la autora– de quienes se reconocen como los nietos de sobrevivientes del nazismo (que a su vez habían llegado a América siendo unos niños). “Cuando entrevistaba a mi abuela en un trabajo sobre la memoria de aquellos años, de pronto me pidió que apagara el grabador. Entonces habló de los campos de concentración, de amigos mutilados, de las torturas. Luego, con el grabador prendido otra vez, continuó hablando de cómo la familia se instaló en Stanford.”
La autora comparte esta condición con su esposo, Jonathan Safran Foer, el autor de Extremely Loud and Incredibly Close, además de la fama, la gracia de la crítica y las suspicacias sobre quién le dicta a quién en los respectivos trabajos que parecen cruzarse y hasta responderse. Porque Nicole Krauss tiene todo para resultar sospechosa: joven, bella, de cuna burguesa, educada en Oxford, poeta reconocida, su primera novela escrita a los 28 años fue elegida como el libro del año por Los Angeles Times. La historia del amor ya se puede leer en más de 20 países y la Warner tiene los derechos para convertirla en película bajo la dirección de Alfonso Cuarón. Si faltara algo más, el Nobel J. M. Coetzee ha salido a recomendarla y a elogiar su originalidad. El pequeño mundo ya se ha lanzado a encontrarle alguna culpa o impostura. Afortunadamente para ella,
La historia del amor es una excelente coartada.
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