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Domingo, 7 de enero de 2007

El color del dinero

Un estudio sobre el dinero en la obra de Simmel reflexiona sobre la vieja y la nueva modernidad.

 Por Mariano Dorr

Dinero y modernidad
La filosofía del dinero de Simmel
Gianfranco Poggi
Nueva Visión
176 páginas

Georg Simmel publicó su Philosophie des Geldes (Filosofía del dinero), por primera vez, en Berlín en 1900. Sin embargo, Gianfranco Poggi –profesor de Historia del Pensamiento Sociológico en la Universidad de Trento– advierte desde el comienzo de su libro que su intención es hacer “un enfoque presentista” del texto de Simmel, haciendo hincapié en aquellas ideas que, a criterio del autor, “continúan siendo válidas o al menos provocativas, productoras de pensamiento en un amplio espectro de fenómenos sociales”. La lectura de Poggi no desdeña el trabajo de Simmel como filósofo, pero prefiere enmarcar su tarea dentro de lo que llama “teoría social”, renunciando a definir la disciplina. Tampoco Simmel, en su libro, dio una definición unívoca del dinero. Por esta razón, Poggi, antes de ocuparse del fenómeno monetario, explica que “la esencia de la acción económica reside en el intercambio”: cuánto ceder de un valor por cuánto de otro. El dinero sería, entonces, la intercambiabilidad misma. Poggi cita a Simmel cuando lo necesita: El dinero... “no es más que la forma pura de la intercambiabilidad, corporiza ese aspecto o función que vuelve económicas las cosas, y que no es todo lo que hay en las cosas, pero es todo lo que hay en el dinero mismo” (las bastardillas son de Poggi). Y aquí está lo más interesante: el dinero es, constitutivamente, “relacional”; es decir, constituye una forma sociológica. Es expresión e instrumento de una relación mutua entre los hombres (y no tiene sentido si se refiere a un solo individuo aislado). El dinero hace que nos relacionemos, dependiendo unos de otros: “hace que la satisfacción de los deseos de uno dependa de otro, y viceversa”.

En las primeras páginas del libro, Poggi ubica el trabajo de Simmel en su contexto histórico: la Alemania de fines del siglo XIX, caracterizada por un fuerte rechazo al proyecto moderno. Sin llegar a ser optimista, la actitud de Simmel hacia la modernidad fue mucho más positiva que la de sus contemporáneos: “Valoró principalmente el énfasis moderno en la libertad y el estímulo a la experimentación, que creaba más oportunidades para la expresión y el cultivo de preferencias y potencialidades individuales”. Sin duda, la libertad que ofrece la modernidad está íntimamente ligada a la cuestión del dinero. En un tono más pesimista, Simmel expresa: “Si el hombre moderno es libre, es libre porque puede vender todo y libre porque puede comprar todo...”. Poggi dedica los dos últimos apartados a la naturaleza de la “sociedad moderna”. Una economía monetaria desarrollada obliga a los individuos a entrar en relación entre sí, formando redes. El dinero, explica Simmel, nos acerca a aquellos de los que estamos alejados, y nos aleja de los más próximos, creando “una barrera interior entre la gente, pero que es indispensable para la forma moderna de existencia”.

El dinero es frío, impersonal, pero es también un instrumento, un medio para alcanzar fines (aunque muchas veces se convierta en un fin en sí mismo: la avaricia y la codicia). Poggi recuerda un consejo de Simmel: nunca realices transacciones monetarias con amigos o con enemigos. En el primer caso, la naturaleza indiferente del dinero puede afectar la relación amistosa; en el segundo, la misma característica ofrece al enemigo “un amplio margen para intenciones hostiles”.

Lo sabemos porque todavía somos modernos.

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