Domingo, 15 de abril de 2007 | Hoy
CATEGORíAS DE LO IMPOLíTICO, DE ROBERTO ESPOSITO
Roberto Esposito es un referente de la filosofía actual. Pensador del poder del Estado y la vida en comunidad, ofrece aquí un arduo pero ineludible rodeo entre la política, la impolítica y la antipolítica después de Heidegger y Nietzsche.
Por Mariano Dorr
Categorías de lo impolítico
Roberto Esposito
Katz
332 páginas.
¿De qué hablamos cuando hablamos de impolítica? El diccionario de la Real Academia, de entrada, yerra el tiro: “adj. Falto de política o contrario a ella”. O quizás, habría que decir que fue el propio Esposito quien eligió un término poco feliz (lo mismo le ocurrió a Derrida con su “deconstrucción”) para designar “lo político mismo observado desde un ángulo de refracción que lo modera frente a lo que él no es y tampoco puede ser”. Impolítico, entonces, no es lo contrario a la política, sino la política llevada a sus límites, a su imposible, o como escribe Esposito, elevando la apuesta todavía más, “lo impolítico se vuelve no solamente límite de lo político, sino también límite de su propio ser límite” (y esto, por razones que son siempre, en última instancia, estrictamente im-políticas). En el Prefacio (a la segunda edición), el autor se refiere específicamente a la recepción del término, atendiendo y respondiendo críticas y objeciones: en suma, lo impolítico no es de ningún modo una antipolítica (de hecho, define toda la realidad en términos políticos). Al contrario, si algo caracteriza a la política moderna, según Esposito, es precisamente su “despolitización”, en tanto política de la “neutralización del conflicto”. En este sentido, la política moderna sería la verdadera antipolítica. Frente a esto, lo impolítico no hace más que remarcar que la única realidad es el conflicto político, denunciando sus intentos de neutralización. Pero, ¿cuál es el conflicto que la política busca neutralizar? El mismo de siempre: la opresión, la violencia, la injusticia.
Roberto Esposito (profesor de Historia de las Doctrinas Políticas en el Istituto Italiano di Scienze Umane, en Nápoles y Florencia; cofundador del Centro para la Investigación del Léxico Político Europeo, en Bolonia, y miembro del College International de Philosophie) es, junto a Jacques Derrida, Maurice Blanchot, Jean-Luc Nancy (en Francia) y Georgio Agamben y Massimo Cacciari (en Italia) uno de los referentes en el debate post-nietzscheano-heideggeriano sobre la cuestión de la comunidad (¿cómo vivir-juntos? ¿cómo ser-en-común con el otro?). Categorías de lo impolítico (título que toma prestado del cruce de otros dos textos: Las categorías de lo político, de Carl Schmitt, y Consideraciones de un impolítico, de Thomas Mann) constituye el trabajo que luego sería desarrollado por Esposito en Communitas. Origen y destino de la comunidad, Immunitas. Protección y negación de la vida, y en el reciente Bios (de próxima aparición en castellano).
El libro es un camino ascendente de lecturas, comenzando con Romano Guardini y Carl Schmitt, analizando los elementos teológicos de la forma-Estado, aun y sobre todo en la era de la secularización moderna. Esposito demuestra en qué medida las categorías de técnica y poder (y “justamente por su naturaleza intrínsecamente apolítica”) llaman al más intenso dominio y ejercicio del poder: “La asunción de la técnica en cuanto poder y la decisión existencial sobre ese poder no solamente no contrastan con el empeño teológico del hombre ultramoderno, sino que descienden directamente de él”. La política moderna es, fundamentalmente, teología-política, y el fascismo cumple su máxima realización. En el capítulo dedicado a Hannah Arendt, la raíz teológica es encontrada en el seno de la voluntad. Si es cierto que lo político es el espacio de liberación común, al unirme voluntariamente al otro, experimento que sólo puedo hacerlo a riesgo de separarme de mí mismo, perdiendo mi voluntad: “La posibilidad de la decisión común pasa por la necesidad de la lucha de cada uno contra sí mismo”. Entonces, paradójicamente, la voluntad es impotente. Esposito encuentra lo impolítico en Arendt en la figura del “pensamiento” y el “retiro”, entendidos como una “politización de la ausencia”. A partir de aquí, el texto puede leerse como un extraño manual de política deconstructiva (si tal cosa fuera posible). El gesto impolítico del propio Esposito encuentra su lugar en el ejercicio mismo de la lectura, demorándose en cada autor con excesivo sigilo. Sin embargo, y precisamente por ello, nos hace extrañar a Blanchot, Derrida, Bataille, Heidegger, Nietzsche y a otros grandes lectores de lo impolítico. Esposito no es un lector extraordinario, es más bien un lector profesional, capaz de trabajar en detalle. De lectura lenta, Categorías de lo impolítico nos sumerge en la siesta impolítica en la que cayera desmayado Jung (en algunos pasajes del Ulises de Joyce), de puro aburrimiento.
En “Poder y silencio”, el capítulo dedicado a Hermann Broch y Elías Canetti, aparece lo mejor del libro, un repaso por las preguntas canettianas (¿se puede comer sin matar? ¿crecer sin comer?, ¿vivir sin crecer, sin sobrevivir?): “¿Se puede pensar un sujeto contra el poder? ¿O el poder es el verbo absoluto del sujeto?”.
Esposito hace responder a Simone Weil: “Los hombres deberían perder por completo la costumbre de actuar”. Allí, lo impolítico empieza a rodear su propio límite de lo posible: una política de la no-acción. No hacer nada, para no ser injusto con nadie. Y en último lugar, un extenso texto sobre la deriva comunitaria en Georges Bataille, “La comunidad de la muerte”, extrema figura de lo impolítico, donde la imposibilidad de vivir la propia muerte como propia (porque ya no estamos ahí cuando morimos) y la imposibilidad de reconocerme en la muerte del otro, funda una relación disimétrica donde lo que se comparte “es una falta”, “una nada”.
Categorías de lo impolítico examina los límites de la política ahondando en las grietas abiertas por Nietzsche y Heidegger. En un artículo de Modos de lo extraño (Santiago Arcos editores) Bernardo Ainbinder, joven filósofo argentino, resume la empresa de Esposito de un modo notable: “De lo que se trata más bien es de pensar una vez más y a fondo la lógica misma de lo político para poner de relieve que, lejos de constituir un ámbito heterogéneo, lo impolítico habita, asedia, el corazón mismo de lo político”. Por eso, lo imposible de la política... es posible.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.