RESEñAS
Las máquinas voladoras
El vuelo magnífico
de la noche
Patricio Pron
Colihue
Buenos Aires, 2002
125 págs.
por Guillermo Saccomanno
Si los cuentos tan extraños como amenazadores de El vuelo magnífico de la noche de Patricio Pron (1975) funcionan, en ocasiones, como miniaturas poderosas, no se debe únicamente a la laboriosa perfección formal que suele alcanzar el escritor sino a una múltiple vivacidad de metáforas de lo real que superan el simple reflejo. Los paisajes desencantados de Pron, desde los fluviales hasta los urbanos, desde los desérticos hasta los domésticos, proponen un mapa de ambientes sutilmente anclados en una cotidianidad enrarecida.
Si un efecto de sobresalto producen estos cuentos, sin duda, su explicación está en el modo en que establecen, como los del uruguayo Felisberto Hernández, vasos comunicantes entre lo conocido y lo maravilloso. “Paraguayos”, en este sentido, es un cuento paradigmático: la historia de un pibe de Munro que intenta construir un globo para viajar al Paraguay al encuentro de su padre conjuga el realismo de lo casero y barrial con lo fantástico. En esta zona de la narrativa de Pron, a modo de ejemplo, es tal vez donde se detectan sus hallazgos, la transformación de los verosímiles en puente hacia la imaginación y ésta, por su lado, puesta al servicio de encontrar lo inesperado por debajo de la superficie de lo obvio.
“El vuelo magnífico de la noche”, que da título al volumen, puede ser el relato más exótico para el lector por su paisaje, Sarajevo (subrayemos que Pron, como periodista, ha recorrido Europa Oriental y los Balcanes). Como unidad mínima de significación, la historia que acá desarrolla Pron contiene todas sus preocupaciones literarias y no sólo. Fischer, un profesor universitario, fue sometido por los soldados invasores a presenciar la violación de su hija. Fischer ha olvidado el serbocroata y se empecina en estudiar el alemán, pero no logra articular la relación entre las palabras y su significado: “un intelectual que se tenía que expresar como un niño no por su falta de conocimiento del lenguaje si no por su exceso de memoria y por la pérdida de los vínculos subjetivos con la palabra”.
Pron nació en Rosario, trabajó como periodista free lance, obtuvo una cantidad de premios como narrador y, desde hace unos años, se radicó en Alemania. Tres de los relatos que integran este volumen formaban parte de un promisorio libro anterior, Hombres infames, que adelantaba ya los hallazgos narrativos consolidados ahora. Su incorporación a esta nueva serie viene a sellar la coherencia de estos cuentos dominados por la curiosidad sobre las máquinas de contar historias, las atmósferas amnióticas (“La ahogada” es el más representativo), los signos literarios devenidos míticos (Ahab, Gombrowicz, por citar sólo dos) y, en oportunidades, una cierta sorna criolla (como retomando las ideas de Borges en “El escritor argentino y la tradición”). Pron construye parábolas imaginarias como “Los huérfanos”, un relato tan disparatado como regocijante en el que una mujer nacida en la Campaña del Desierto empieza a parir hijos que hablan, desde el celta al latín, distintas lenguas. Con el tiempo su leyenda llegará a Perón, que irá en su búsqueda sin prestarle atención a sus colaboradores, que mencionan a Rojas y Lonardi. “Finalmente están quienes creen ver en ella una metáfora imperfecta del país y de sus trastornos.” Es probable que Pron pueda ser acusado de abusar de homenajes y reverencias a sus fetiches literarios, todo un repertorio que puede antojarse oclusivo. Pero esta debilidad por la biblioteca, paradojalmente, puede ser una virtud en la medida en que un buen libro resignifica lo ya leído y, a la vez, nos induce a otros nuevos.