HOMENAJES
Color de rosa
En el marco del V Congreso de Semiótica, el jueves pasado se llevó a cabo
el homenaje al crítico Nicolás Rosa, uno de los nombres fundamentales
en la historia de los estudios literarios en la Argentina.
POR DIEGO BENTIVEGNA
Del tributo a Nicolás Rosa –que contó con momentos de gran intensidad emotiva– participaron personalidades del mundo académico ligados con él personal y profesionalmente: Oscar Steimberg, María Ledesma y Adrián Cangi, de la Universidad de Buenos Aires; Rosa María Ravera, presidenta de la Asociación Argentina de Estética; Susana Romero Sued, de la Universidad de Córdoba, y José María Paz Gago, de La Coruña. El acto fue presidido por una de las alumnas más prestigiosas de Rosa, Lucrecia Escudero Chauvel, actualmente profesora universitaria en Francia. Escudero, emocionada, recordó en la apertura del acto sus años de estudiante en la Universidad de Rosario, la ciudad natal de Rosa, cuando –en los primeros setenta y por decisión de los estudiantes– el autor de Crítica y significación fue aclamado decano.
Durante el homenaje se recordaron diversos aspectos de la obra, la trayectoria y la personalidad de Rosa. Paz Gago rescató la importancia de las intervenciones rosianas en el desarrollo de una teoría de la literatura que va más allá del posestructuralismo a partir, sobre todo, de El arte del olvido. Susana Romero Sued recordó, en su intervención “Polifonías: Babel y el Convivio de Nicolás Rosa”, uno de los aspectos centrales de la obra del crítico rosarino: su papel de traductor, para Siglo XXI, de los escritos de Roland Barthes, destacando el rol del homenajeado como “apropiador” y “transmisor” de textos. Adrián Cangi, por su parte, planteó el lugar de Rosa dentro del panorama de la crítica literaria nacional a partir de las nociones de exceso, ausencia y mixto. La de Rosa es, para Cangi, una crítica de los huecos que permite reconstruir una zona de la literatura argentina a partir de un texto poco leído de Esteban Echeverría, “Elogio del matambre”. La obra crítica de Rosa –entre los textos imprescindibles en el estudio de la literatura argentina, se encuentran sus estudios sobre Sarmiento, Viñas, Borges, Lamborghini, Perlongher, el “neobarroso”, etc.– debe ser leída, según su discípulo, en la mejor tradición del ensayo nacional, de Macedonio Fernández a Ezequiel Martínez Estrada.
María Ledesma –luego de plantear la experiencia de la escucha de una voz “morosa”, un “habla que se cierra sobre sí misma”– revisó algunos puntos de la obra crítica de Rosa a partir del recuerdo de su trabajo en común en la docencia y en el grupo de estudios coordinado por el homenajeado en su Rosario natal. Steimberg –adecuándose al tema convocante del congreso, las “semióticas de la vida cotidiana”– leyó una intervención titulada “Nicolás Rosa, mi vecino”. En ella, además de recordar al vecino del barrio de Palermo, Steimberg subrayó la importancia de un libro que muchos consideran “menor” dentro de la producción rosiana, pero que es ineludible al momento de sumergirse en los vericuetos de las ciencias de los signos: el Léxico de Lingüística y Semiología, editado por el Centro Editor de América Latina en los setenta. Por último, Rosa María Ravera habló del Rosa incisivo y provocador que muchos hemos conocido como alumnos. Postuló, haciendo una mixtura entre vida y obra, la idea de Rosa como “sujeto barroco”.
Como es de rigor, el acto se cerró con las palabras del homenajeado. Luego de los agradecimientos a colegas, alumnos y amigos –con particular referencia a “la amistad de los poetas argentinos”–, Rosa concluyó el homenaje con una frase a medias verdadera: “Yo sólo soy una larga y obsesiva permanencia”. Luego de los aplausos, en efecto, permanecía el eco de una voz que, en palabras de Ledesma, “escribe cuando habla”. Una voz en la que muchas veces nuestros actos de lecturaintentan inscribirse. Una voz que ha dicho mucho y que tiene todavía, lo sabemos, mucho por decir.