Domingo, 21 de octubre de 2007 | Hoy
BARICCO
En el nuevo milenio, las relaciones entre referente histórico y recurso literario ofrecen nuevas posibilidades al escritor. Alessandro Baricco aligeró la carga de datos reales para narrar la historia de un hombre que nació con el siglo XX.
Por Mauro Libertella
Esta historia
Alessandro Baricco
Anagrama
317 páginas
Es curioso: la nueva novela del italiano Alessandro Baricco se llama Esta historia, pero es realmente complicado determinar cuál es "esta" historia. Lo cierto es que hay muchas, diseminadas algunas, incorporadas a un cuerpo mayor otras, y todas parecen ser centrales. Pero también es cierto que la apuesta formal de Baricco supera la "historia" entendida como trama. Por eso, en la lúdica ambigüedad que propone el título, se esconde quizás una clave de lectura.
Intentemos, aunque sea, un resumen: Ultimo Parri, que es algo así como el hilo que enhebra la novela, descubre los autos a los cinco años. Eran los años de los primeros bólidos europeos. Una década después, Parri pelea en la sangrienta batalla de Caporetto, en el corazón de la Primera Guerra Mundial. Luego vienen los amores y las utopías, que en esta novela son el frente y el reverso de un mismo destino. Así, la historia de Parri es, fatalmente, una historia posible del siglo XX. Una historia parcial, ficcional, subjetiva, pero histórica al fin. Y el mismo Baricco se ha encargado de aclarar que "las informaciones históricas son casi siempre correctas". Y parecieran existir dos modos opuestos y dominantes de encarar la referencia histórica en la literatura: despojar la escritura de sus artificios y hacer prevalecer lo histórico en un gesto altamente referencial, o bien recargar las referencias con recursos literarios, atravesarlos por la poesía, darlos vuelta, ponerlos en un abismo. Por el segundo derrotero se internó Baricco. Y, por cierto, no es en esto un neófito: Seda, el pequeño long-seller que tanto se leyó en nuestro país, mostraba a un fino constructor de lenguaje, a alguien que parece esculpir las palabras. Esta historia es, varios años después, una apuesta recargada. La prosa estalla en su lirismo; y la estructura, que en otras novelas del autor llamaba la atención, acá se acerca un poco más a la arquitectura de un puzzle.
En varias de sus más recientes entrevistas, Baricco ha expresado su devoción por Borges. Algunos críticos italianos, entonces, no vacilaron en proyectar la influencia de Borges a la prosa y al estilo del autor de Océano mar. Sin embargo, lo que Baricco aprendió de Borges parece ser otra cosa. Por ejemplo, miniaturiza y ficcionaliza líneas fuertes de la tradición y la cultura de su país. Así, Esta historia parece ser por momentos una reescritura literaria del neorrealismo italiano, pues destila una atmósfera cercana a la de films clásicos como Ladrones de bicicletas. Pero, claro: si en los años de posguerra el neorrealismo vino a exponer lo que hasta entonces sólo se mencionaba en voz baja, lo de Esta historia está más cerca del revisionismo. Con el siglo XX ya clausurado, probablemente sean muchas las novelas que se jueguen a hacer su propia historia bajo la lógica impredecible de la ficción.
Muchos han hablado de Esta historia como el proyecto más ambicioso de Baricco. Es cierto: si lo comparamos con Seda, la novela que lo catapultó a la fama, este nuevo libro es un proyecto de más vasto aliento. Sin embargo, la fecunda carrera del italiano ha dado ya algunos golpes de rara intensidad. El anterior de sus libros que apareció por estas costas, Homero, Ilíada, era una reescritura en lenguaje moderno y condensado del clásico de Homero. Ahora, Baricco está trabajando en un proyecto similar, pero esta vez se volcará sobre un clásico fundante de la literatura como hoy la conocemos: Moby Dick, de Melville. Quizás estos datos nos permitan formarnos una idea, aunque sea somera, de la relación voraz que parece tener Baricco con la tradición. Dueño, a esta altura, de un estilo, de una cadencia, parece volcarse simultáneamente sobre la tradición literaria y sobre la historia para, después de destrozarlas, volver a construirlas en sus libros con la paciencia de un mecánico de autos –como Ultimo Parri– y la sensibilidad de un escritor que sabe bien de qué se trata escribir.
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