BARKER
Pat Barker supo ser un descubrimiento de Granta. Su última novela vertida al castellano plantea la ambigüedad moral en una trama de tintes policiales.
› Por Martín Pérez
La doble mirada
Pat Barker
Salamandra
250 páginas.
Todo comienza con un accidente. El de Kate, una escultora que vive sola en la campiña inglesa. Su auto resbala en el hielo y vuelca al costado de la ruta. Antes de desmayarse, Kate escucha que alguien se ha detenido en el camino. Pero ese alguien no pide ayuda. Sólo se detiene, se acerca, la mira y se va. ¿Quién haría algo así?
La doble mirada tiene todo listo para seguir el rumbo de un policial. Su trama comienza a sumar personajes: un párroco de pueblo con una hija ya no tan adolescente. Un intrigrante joven llamado Peter, al que el párroco recomienda para ayudar a la accidentada Kate en su trabajo. Pero la historia actual de Kate en realidad no comienza con ese accidente apenas iniciada la novela, sino con la trágica muerte de su marido, Ben, en Afganistán, trabajando como fotógrafo de guerra. Stephen, su compañero en ése y tantos otros viajes, se mudará al mismo pueblo donde vive Kate, y se hospedará en una casa tan apartada del centro urbano como la de la viuda de Ben. Mientras Kate sólo puede pensar en completar un enorme Cristo que le ha encargado la iglesia local, Stephen ha huido de su trabajo para retirarse a escribir un ensayo sobre la manera en que son representadas las guerras.
No muy conocida dentro del ámbito de la lengua castellana pero casi una celebridad para la escena británica, Pat Barker supo formar parte de la primera selección de jóvenes escritores de la revista Granta, allá lejos y hace tiempo. Rescatada de los talleres literarios en sus inicios por Angela Carter, Barker se inició con novelas cuyos protagonistas eran mujeres de bajos recursos. La primera de ellas, Union street, fue llevada al cine con Jane Fonda como protagonista. Escapó del ghetto de las novelas femeninas en la década siguiente, escribiendo una trilogía sobre las secuelas de la Primera Guerra Mundial (por cuyo último tomo recibió el prestigioso premio Bookers en 1995). Cuando la criticaron por la casi ausencia de personajes femeninos en aquellos libros, Barker respondió que lo que se preguntaba eran las causas de la violencia tanto para la sociedad como para los individuos, una preocupación que inevitablemente conducía hacia protagónicos masculinos.
La doble mirada comienza siendo un libro con un punto de vista femenino, el de Kate, pero son los miedos y las reflexiones de Stephen los que finalmente guían el relato, que termina centrándose en su romance con Justine, y las sospechas de Kate sobre Peter, su misterioso ayudante. Aunque se lee con un apasionamiento similar al que suele propiciar ese policial que nunca llega a ser, y la escritura de Barker encuentre un curioso dinamismo para bucear dentro de las obsesiones de sus protagonistas, la novela termina atrapada en ciertas limitaciones de su planteo. Como si fuese una Desgracia de Coetzee que, en vez de lidiar con la responsabilidad por el apartheid se dedicase a bucear en la inseguridad suburbana, la desilusión que entrega el final de su lectura no alcanza sin embargo a mitigar el disfrute de haber acompañado a una escritora que domina su oficio, y a seguir pensando en sus verdaderas intenciones –-fallidas o no– después de haber alcanzado el final.
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