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Domingo, 10 de febrero de 2008

LO ENTRAñABLE Y OTROS ENSAYOS SOBRE POESíA, DE RICARDO H. HERRERA

No te metas, ilustre bardo

Ensayos polémicos en busca del eslabón perdido de la poesía argentina.

 Por Juan Pablo Bertazza

Lo entrañable y
otros ensayos sobre poesía

Ricardo H. Herrera
Ediciones del Copista
178 páginas

En los últimos meses apareció una serie de libros de ensayos sobre poesía que, sorpresivamente, fueron bastante leídos y tuvieron repercusión en la crítica. Una de las explicaciones posibles a ese creciente interés tal vez sea que la poesía argentina se encuentra en un momento de transición generacional, un cambio de posta dificultado por la escasa continuidad con el pasado que muestran, en términos generales, los poetas más jóvenes. Quizás esa ruptura –que parece más importante aún que lo que sucede con los escritores de prosa– esté creando la necesidad de “denunciar” los supuestos descuidos de la poesía actual, aun cuando estos ensayos no lo digan explícitamente. En esa vertiente se alinea de manera clara Lo entrañable, el nuevo libro del poeta Ricardo H. Herrera que reúne distintos trabajos leídos en congresos, presentaciones de libros o publicados en Hablar de Poesía, revista de la cual es su director.

Desde el primer ensayo, Herrera deja muy clarito que se enorgullece de criticar poesía, no como teórico sino como poeta, asumiendo los riesgos y beneficios de reflexionar con el pulso de la escritura poética. Postura que se extiende a la forma en que Herrera se refiere, como decíamos antes, al estado de la poesía actual. Más con la mirada de un poeta en busca de herederos que con la queja de un crítico infértil. Así pasa recibo de lo que él considera puntos flacos de la poesía actual: desprecio por la métrica y las formas canónicas, exceso de teoría crítica posmoderna, ignorancia de técnicas poéticas tradicionales, sobrestimación de la parodia y subestimación de la experiencia de vida. Y lo hace, no como quien tira la piedra y esconde la mano sino plantándose y proponiendo fundamentos y alternativas. Uno de esos aportes que vuelven constructiva a su crítica define un vuelco inesperado que toma el libro, y es el de erigirse en algo así como un mapa reducido y alternativo, pero no por eso menos iniciático, de la poesía argentina. Es que estos ensayos tienen en común la reseña o crítica de poetas poco célebres como el oscuro Enrique Banchs, Rafael Alberto Arrieta (que, con su anglofilia pre-Borges, incluía versiones de poesía inglesa en sus propios libros), y hasta César Fernández Moreno, que se agarraba de los pelos con su padre, poesía mediante: “No te metas conmigo mocosuelo, / talle de lezna, calabaza vana, / Yo soy un roble, hijo. Tú, ni un bledo”; “No me meto contigo, ilustre bardo, / Sé que errar es vivir. Por eso yerro”. Sin embargo, ese reducido pero contundente muestreo de poetas olvidados o excluidos, que incluye una crítica despiadada a Susana Thénon y una sucinta clasificación generacional (la melancolía de la del ‘40, el coloquialismo de la del ‘60, por ejemplo), intenta abrir una puerta de emergencia y tender un puente con los nuevos poetas. Aunque, por momentos, uno quisiera que sus artículos mantuvieran durante más tiempo el tono poético que le imprime de a ratos, Herrera cumple el objetivo: dejar su granito de arena para aquella “energía de civilización” que, según él mismo cuenta, la rusa Nina Berberova veía en el cuadro Aristóteles contemplando el busto de Homero de Rembrandt.

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Aristoteles contemplando el busto de Homero (1653) La pintura de Rembrandt que le sirve a Herrera como prueba de la “energia de la civilizacion”
 
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