Domingo, 10 de febrero de 2008 | Hoy
MISTERIOS
El conocido periodista Robert Fisk, inglés experto en temas de Medio Oriente, sufrió una curiosa falsificación. En Egipto se vende un libro sobre Saddam Hussein que aparece firmado con su nombre. El problemita es que él no lo escribió.
Robert Fisk es un periodista y escritor inglés que vive desde hace casi 30 años en el Líbano y, en opinión de muchos, es uno de los grandes expertos en los conflictos de Medio Oriente. Quizás esto pueda llegar a explicar un poco el bizarro acontecimiento que vivió las últimas semanas, y que él mismo se encargó de contar, en forma de crónica disparatada, en el diario The Independent, del que es asiduo corresponsal.
Todo empezó en su casa de Beirut, cuando un amigo egipcio le mandó un paquete con un libro y una notita que decía: “Robert, ¿de verdad escribiste esto?”. La cubierta del libro en cuestión tenía la foto de Saddam Hussein, mitad en color, mitad en blanco y negro, vistiendo una campera deportiva y llevando el Corán en su mano derecha. Saddam Hussein, del nacimiento al martirio decía en letras enormes, y en una letra dorada y más cuidadosa figuraba el nombre del autor: Robert Fisk. El libro tenía 272 páginas y estaba vendiendo muy bien en El Cairo, sólo tenía algunos lugares comunes y un tono extrañamente benévolo para con los crímenes de Saddam. Hasta acá nada tan raro, salvo por una cosa: Robert Fisk jamás escribió ese libro. Ese fue el comienzo de lo que él mismo llamó “El misterio de la falsificación de El Cairo”: “Como yo nunca escribí este libro, no se trata de un caso de plagio sino directamente de falsificación”, dijo en la crónica donde cuenta el viaje que hizo a Egipto, acompañado por un periodista egipcio amigo suyo, que hizo las veces de Watson, para resolver el misterio. Luego de que algunos taxistas, libreros y vendedores ambulantes de todo tipo les dieran pistas falsas, testimonios ambiguos y algún que otro dato cierto, llegaron al piso 11 de Ibda, la editora que aparecía en la primera página del libro: “Nosotros nunca publicamos un libro así; Hussein no nos interesa y no tenemos ni idea de la falsificación”, les dijeron; con lo que no sólo el autor sino también los datos de la casa editora habían sido fraguados. Lo raro, en todo caso, era cómo se las había arreglado el libro para pasar legalmente el filtro del censor. Así que el próximo paso de los devenidos detectives fue hacer una visita a la Casa Oficial de Libros del Ministerio de Cultura. En el camino, otro taxista le siguió haciendo la cabeza al cada vez más confundido Robert Fisk: “La gente de Egipto va a pensar que usted escribió ese libro, tiene que ir a la embajada británica, a la policía, a los servicios de inteligencia...”. Una vez que llegaron, se enteraron de que el libro había sido registrado el 30 de mayo de 2007 por un hombre del cual, extrañamente, no podían ofrecerle el nombre, pero sí su dirección. Con sus artilugios dieron con el nombre del sujeto –Magdi Chukris, “un nombre tan común como John Smith en Inglaterra”–, pero se encontraron con que se había mudado hacía poco. Luego de algunas vueltas más, finalmente dieron con un amigo de este hombre que se presentó a sí mismo como Mahmoud: “Sí, el que registró el libro es un amigo mío, pero ahora se mudó a esta dirección y tiene este teléfono...”. Robert Fisk, con el último hilito de paciencia que le quedaba, llamó y le dieron otro número. Volvió a llamar, lo atendió una mujer que no esbozó una respuesta a la ya súplica de Fisk por resolver el misterio, y cortó. A todo esto, y sin saber cómo, Mahmoud ya le había vendido a Fisk un ejemplar de su ¿propio? libro. Fisk termina su crónica contando que dio media vuelta, se puso a fumar totalmente harto mientras pensaba qué título tendría el nuevo libro registrado por Magdi Chukris. Y qué nombre de autor llevaría.
Créase o no, hasta hoy, en la entrada de Wikipedia correspondiente a Robert Fisk figura esta biografía sobre Saddam Hussein.
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