Domingo, 4 de mayo de 2008 | Hoy
FASCE
El amor de la pareja entendido como devenir más que como una historia cerrada es desmenuzado en sus más mínimos detalles gracias al poder de observación de la autora.
Por Patricio Lennard
La naturaleza del amor
María Fasce
Emecé
316 páginas
La temeridad del título de esta novela es ilusoria: La naturaleza del amor no quiere ser un tratado o una fenomenología del enamoramiento, ni tampoco dar cuenta de las relaciones amorosas en el presente. Acostumbrada a escoger títulos de una amplitud más bien figurada (sus dos libros de relatos se llaman La felicidad de las mujeres y A nadie le gusta estar solo), María Fasce ironiza así sobre la siempre renovable condición del discurso amoroso. Sobre el sentido que puede o no tener teorizar al respecto. Sobre cómo su literatura, lejos de amilanarse ante el riesgo del cliché o del sentimentalismo, hace foco en las relaciones humanas y en las emociones a través de personajes que, sin llegar a ser “casos”, particularizan y diluyen la generalidad de sus títulos.
La novela de Fasce da por sentada la pregunta “¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?”, y narra, antes bien, la naturalidad del amor que se da entre Ana y Nicolás, sus protagonistas. Ella, una joven editora que, luego de una decepción amorosa, y en medio del tembladeral en que se debate la Argentina a fines de 2001, se va a España con el propósito de hacer borrón y cuenta nueva, y él, un artista que fabrica vitrales y que tiene una rara afición por la alquimia. Descartado el melodrama y abstraído el amor de las dificultades que suelen hacerlo literariamente interesante (sin contar la fugaz relación que abre la novela, y en la que Ana se enreda con un actor que tiene nada menos que tres hijas adolescentes), Fasce hace honor a su fama de gran observadora y escribe una historia de amor deteniéndose en sus momentos mínimos. Como si se tratara de la vida misma. Como si en lo cotidiano de una caminata, de una caricia o de una conversación sobre cualquier cosa hubiera un episodio dotado de sentido.
“La historia de cualquier pareja podría ocupar más tomos que toda la historia de Francia”, escribe la autora en uno de los relatos de A nadie le gusta la soledad (libro que incluye “Diario de una madre”, suerte de esbozo de su nueva novela). Y es esa lógica omnívora la que explica que La naturaleza del amor narre un devenir antes que un proceso. “Cuando nos enamoramos, nos enamoramos de la persona que vamos a ser con el otro: de cómo vamos a ser mejores, más sabios, más naturales, más elegantes, más tranquilos”, piensa la protagonista. Teoría que ella lleva a la práctica una vez que ha dejado atrás su “adicción a la soledad” y su propensión a “destrozar minuciosamente cada una de sus parejas, poniéndolas a prueba en cada momento”. Aunque ésta sea una versión de Ana que apenas se enuncia y el lector sospeche que con Nicolás le ha llegado el amor de su vida.
No extraña, pues, que la alquimia (esa seudociencia que durante siglos se propuso sin éxito dar con la piedra filosofal y descubrir la panacea) sea, además de una extravagancia que Nicolás cultiva a puertas cerradas, un componente ilusoriamente mágico que se le adosa a la transformación que Ana describe. Allí la manifestación realista del amor insinúa un costado misterioso. Como si en ese desordenado gabinete en el que Nicolás nunca deja entrar a Ana él buscara dar con la naturaleza que nos promete y nos esconde el título del libro.
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