Domingo, 13 de julio de 2008 | Hoy
DEBATES
Del ’73 al presente, estos ensayos de Nicolás Casullo condensan el derrotero personal, intelectual, afectivo y teórico de su relación con el peronismo, incesante máquina política que hoy se vuelve a pensar con todo.
Por Gabriel D. Lerman
Peronismo. Militancia y crítica (1973-2008)
Nicolás Casullo
Colihue
290 páginas
Este nuevo libro de Nicolás Casullo puede leerse como una crónica condensada de treinta y cinco años de pensar la política argentina, donde el peronismo es un eje primordial que se interroga y se interrogan los propios actores en relación con él. En este sentido, las fechas no son casuales ni secundarias, y ordenan, catalogan los textos como indicadores necesarios, iluminadores. Leer Peronismo. Militancia y crítica a partir de este eje diacrónico permite reconstruir un relato histórico cuyo hilo conductor es el posicionamiento ideológico crítico de Casullo en cada circunstancia, desde 1973 hasta el presente. Si bien el efecto general es que a medida que avanzan las épocas la narración se complejiza, se enriquece, pasa de un registro periodístico-literario-militante a una amalgama de filosofía y estética ensayística, el autor mantiene una tensión entre tres zonas que va definiendo su estilo: una mirada atenta al acontecer político, un oído especial hacia las corrientes de pensamiento contemporáneo y una sensibilidad particular por la forma en que esos actos y esas ideas son reinterpretados por el hombre de a pie que recorre su barrio, participa de una vida familiar que a su vez expresa versatilidades, disidencias, y donde impacta algo político de los otros, es decir, un cruce cultural complejo. Ese hombre y ese barrio, ese andar de a pie, Casullo lo cifra en Almagro, cerca del Abasto. Es un hombre, es un Casullo que está detrás de él, que no llega a ser combatiente en términos de verticalidad organizativa ni tampoco político, ni tampoco un intelectual que ingresa en una red de conceptos perfectamente alineados y aislados de la irregularidad y el barro de la vida, pero que sin embargo tiene los ojos abiertos porque estima que su vida, su destino en el mundo, está imbricado con el combatiente, el político y el intelectual.
El tipo de Almagro que de chico recorrió calles, conoció cantinas, bares, conventillos y esquinas, y en ese andar adquirió un primer esquema cognitivo sobre el peronismo, en algún momento dialogará con el joven universitario imbuido de vanguardismo que ve en el peronismo la identidad de un proyecto revolucionario argentino. Y ese joven recalará en el periodismo, o rozará la política, pero intentando que la política no reemplace el termómetro, la sensibilidad ya adquirida para valorar lo que acontece en la calle, en el barrio.
A cada máscara, Casullo parece decirle primero que la revolución popular sólo lo será en la medida en que cumpla con ambos términos de su formulación, revolución y popular, no lo uno sin lo otro. Y segundo, que si no llegase a ser revolución popular y fuera democracia popular, pues también deberá responder a ambos términos. La otra manera de leer Peronismo. Militancia y crítica es ingresar por su índice, elegir la coyuntura de interés, saltear los artículos, y probar a Casullo y sus textos según otras motivaciones. Hacer la prueba del tiempo y el espacio, y corroborar que, además de un hilo conductor, hay verdaderos ejercicios de anticipación, síntesis y consecuencias. El libro, en efecto, está organizado en tres grandes partes, más el texto El mito peronista a modo de introducción. La primera de las secciones lleva como título Cenizas de los ’70 y versiones de una historia y cubre los trabajos publicados por Casullo hasta principios de 1974. La segunda es Exilio y militancia reflexiva y la tercera es Retorno y crítica intelectual sobre las muertes del peronismo, posterior a 1983. En este plano sincrónico, se destacan la Carta a Jarito Walker (1974), El peronismo y las democracias (1980), el documento Por qué nos vamos (de 1986 y firmado junto con Horacio González, José Pablo Feinmann, Alcira Argumedo y muchos otros, una de las piezas políticas de la transición democrática casi como repique del alfonsinista discurso de Parque Norte) y Populismo, el regreso del fantasma (2006). Para un (nuevo) debate sobre los ’70, vale la pena detenerse una y mil veces en la Carta a Jarito Walker, básicamente porque es un texto personal, impresionista, escrito en el momento en que se ahonda la distancia entre Perón y Montoneros, en la víspera de la Plaza del 1º de mayo de 1974, y porque allí late el pasado y acaso el presente de la política argentina.
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