Dom 21.09.2008
libros

Manual del desterrado

Lejos de aquel ríspido debate entre “los que se fueron” y “los que se quedaron”, el exilio es aquí materia de reflexión, pesadilla y síntoma. Todas las versiones posibles son convocadas en este impactante libro de Tununa Mercado dado a conocer en 1990 y que ahora tiene una oportuna reedición.

› Por Patricio Lennard


En estado de memoria
Tununa Mercado

Seix Barral
229 páginas

Así como en Respiración artificial Ricardo Piglia se preguntaba: “¿Quién de nosotros escribirá El Facundo?”, a mediados de los ’80, en un sentido similar, Noé Jitrik se figuraba lo ideal que hubiera sido contar con un Thomas Mann en la Argentina. Y lo hacía pensando en quien pudiera escribir “el gran fresco” sobre la experiencia del exilio durante la dictadura, en su complejidad de tramas y situaciones; una novela de saga, seguramente monumental, que más de una década después Eduardo Anguita y Martín Caparrós a su modo plasmaron en La voluntad, aunque centrándose en la militancia revolucionaria de los años ’70. Acaso lo inviable de esa “gran” novela sobre el exilio, hasta ahora no escrita, sea la dispersión y la incomunicación a la que se vieron sometidos quienes decidieron irse del país en aquellos años, y el mayor peso que lo personal tuvo sobre lo generacional a la hora de narrar esa experiencia. Algo que explica que el exilio –a diferencia de la militancia, por poner el caso– hoy sea un tema prácticamente agotado en la literatura argentina.

Inscripta en una tradición que arranca con Sarmiento, la literatura de exilio pululó, no obstante, en la década del ’80. Y fueron la insistencia y la animosidad con la que por entonces se discutió el falso antagonismo entre “los que se quedaron” y “los que se fueron” lo que fechó y anquilosó el asunto en gran medida. Es la trama política de esa discusión lo que precisamente da por sentado En estado de memoria, el libro en el que Tununa Mercado narra las vicisitudes de su exilio y de la comunidad de argentinos refugiados en México. Publicada originalmente en 1990, esta serie de relatos que bordea lo autobiográfico y lo testimonial, y que alude a los años que la autora vivió en Francia (de 1966 a 1970) y a algunos recuerdos de su infancia cordobesa (a la que después le dedicó su novela La madriguera), expone con el tono de una meditación existencial la sensación de extranjería y la necesidad de hacer catarsis, el dolor por la distancia y el sentimiento de pérdida. Lugares comunes que Mercado asimila con decoro y sutileza valiéndose de una prosa cautivante, al tiempo que compone una suerte de historia clínica en la que la neurosis de la narradora se imbrica con lo traumático que fue el exilio para ella.

La agorafobia que padece los primeros días tras su vuelta a la Argentina, o el pánico que le impide volver a pasar por el edificio en el que vivía antes de marcharse, son algunas de las situaciones que justifican que la escena psicoanalítica sea un motivo recurrente a lo largo del libro. Pues el exilio se sufre, se somatiza, se convierte en síntoma, contraponiéndose a las versiones que –como la de Juan José Saer– privilegiaban los beneficios de vivir afuera. “La situación de exilio exacerbó, acaso como ningún nacionalismo logró hacerlo, la condición de pertenencia a un país de origen”, apuntaba Mercado a mediados de los ’90. “Lo que se escribió durante o inmediatamente después de la dictadura militar tuvo esa marca de sustracción y violencia que anida en cualquier nostalgia.”

Marca que este libro hace suya al explorar la psicología del desterrado en sus momentos mínimos, y que excede el anecdotario personal (el relato sobre las visitas de la narradora a la casa de León Trotsky es una pequeña obra maestra) para darle al destierro un carácter colectivo. “El exilio se me aparece como un enorme mural riveriano, con protagonistas y comparsas, líderes y bufones, vivos y muertos, enfermos y desposeídos”, leemos al principio de “El frío que no llega”. Visión que En estado de memoria apenas si sugiere, ajeno como está a cualquier grandilocuencia. Como si esa suerte de generalidad que posee todo lo que puede decirse de un individuo bastara, en la voz y los recuerdos de Tununa Mercado, para entender a una generación entera.

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