Domingo, 21 de septiembre de 2008 | Hoy
Los conflictos televisivos no parecen limitarse a las problemáticas opiniones de los invitados a Televisión Registrada. En el canal MegaTV, censuraron a Jaime Bayly por criticar al dueño de su canal, Raúl Alarcón, al compararlo con Fidel Castro y Hugo Chávez, por la tragedia de “no solucionar los problemas de frío que hay en su plató debido al aire acondicionado”. Fue ahí que llegó el apagón y le terminaron el programa hasta el día siguiente, cuando salió al aire la gerente del canal, Cynthia Hudson, quien asumió toda la responsabilidad del corte de la emisión y hasta pidió disculpas. Días antes de este incidente el Nuevo Herald le había censurado un artículo en el que hablaba de su adicción a los antidepresivos que lo están “volviendo impotente” y de su novio Martín, a quien le propuso realizar un ménage-à- trois con alguna mujer. Esta semana, Bayly viajará a Madrid para presentar su última novela, El canalla sentimental.
La editorial Alamut publica por primera vez la edición íntegra de los Diarios de Lord Byron, a quien una de sus amantes definió como “malo, loco y peligroso”. Anotados y traducidos por Lorenzo Luengo, se trata de una cuidadosa edición que se divide en cinco bloques: “Diario de Londres”, “Diario alpino”, “Diario de Ravena”, “Pensamientos aislados” y “Diario de Cefalonia”. En todos ellos abundan las frases incorrectas que echan luz sobre su compleja personalidad: “Nunca he conocido a nadie al que haya mejorado el matrimonio”; “Todos mis amancebados contemporáneos son calvos e infelices. Wordsworth y Southney han perdido tanto su pelo como su buen humor, y eso que tenían un buen montón que perder”.
Como si fuera una trama de Woody Allen, el lanzamiento del nuevo libro en sí de John Le Carré, A most wanted man, no generó en la prensa tanto impacto como una de las confesiones de su autor a la hora de presentarlo. Según contó el mismo escritor británico, cuyo nombre verdadero es David Cornwell, estuvo muy tentado de pasarse a la Unión Soviética cuando trabajó como espía para el gobierno de su país durante la Guerra Fría. Sin embargo, aunque Le Carré es considerado un intelectual de izquierda, no se vio tentado por una cuestión ideológica sino por la curiosidad de saber qué había en realidad al otro lado del Telón de Acero.
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