Domingo, 19 de octubre de 2008 | Hoy
El historiador Mario Biagioli presenta a Galileo como un científico que supo legitimarse como matemático y filósofo cortesano, lejos de la imagen de una víctima del mecenazgo.
Por Mariano Dorr
Galileo cortesano
Mario Biagioli
Katz
488 páginas
El interés de este libro consiste en su enorme capacidad para explicitar la importancia para la legitimación de la ciencia del puesto de Galileo en la corte como matemático y filósofo del Gran Duque de Toscana, Cosme II de Medici. Lejos de presentar a Galileo como un “esclavo del sistema” de mecenazgo, Mario Biagioli (profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Harvard) presenta al matemático italiano como un caso paradigmático de “autoconstrucción de un científico”. El primer obstáculo que debió afrontar Galileo fue la jerarquía tradicional de las disciplinas liberales: “De acuerdo con dicha jerarquía, justificada por las ideas escolásticas sobre las diferencias entre las disciplinas y sus metodologías, las ciencias matemáticas estaban subordinadas a la teología y a la filosofía”. En este sentido, la revolución copernicana consistió en dos revoluciones en una, la aceptación de “modificaciones tan radicales en la cosmología tradicional requería de otras modificaciones igualmente radicales en la organización de las disciplinas que estudiaban el cosmos”. Pero si la jerarquía de las disciplinas estaba tan arraigada en las universidades, en la Corte no sucedía lo mismo. La corte era el ámbito en el que un matemático podía conseguir una mejor posición social y –sobre todo– mayor credibilidad. La carrera de Galileo ejemplifica de un modo notable el recorrido que va de la universidad a la corte y de allí a la academia científica. Después de ser profesor universitario de matemáticas y filósofo de la naturaleza en la Corte, Galileo se incorpora a la Academia de los Linces. Este “modelo de migración institucional” fue también compartido por artistas plásticos y escritores que, gracias al “favor del príncipe”, lograron un ascenso determinante para la legitimación de sus trabajos.
¿Cómo hizo Galileo para entrar a la Corte de los Medici? Según Biagioli, no fueron los descubrimientos por sí mismos sino su aptitud para el discurso cortesano, es decir, su “prodigiosidad”, su exotismo, lo que permitió a Galileo llegar al Gran Duque: “los Medici no premiaron los descubrimientos de Galileo por su importancia científica ni por su utilidad tecnológica, sino por su valor como espectáculo”. El libro se concentra en las tácticas y estrategias discursivas de Galileo para alcanzar un puesto en la corte y recién entonces –una vez alcanzada la credibilidad negada en los circuitos universitarios– practicar libremente la ciencia. El paso por la corte es fundamental para “defender con legitimidad la importancia filosófica de la teoría copernicana y el análisis matemático de los fenómenos naturales”. ¿Y cómo hizo Galileo para manejar el discurso cortesano? Se lo enseñó su padre, Vincenzo Galilei, un músico reconocido en el ámbito cortesano. Galileo dominaba el latín, tenía textos sobre retórica, composición literaria y conocía bien el Galanteo (un manual clásico de etiqueta redactado por Giovanni della Casa). Sabía perfectamente cómo escribir para los lectores de la corte. En la estela de Michel Foucault, el análisis microscópico de Biagioli pone en evidencia las “relaciones de poder” y los procesos de “producción de verdad”.
Sin llegar a ser una biografía, Galileo cortesano repasa la vida del astrónomo renacentista recreando la vida en la Corte, analizando su obra menos conocida y extendiéndose en las interminables “disputas” de Galileo con sus contemporáneos, dando lugar al nacimiento de la ciencia moderna... en la sobremesa del Príncipe.
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