Dom 13.10.2002
libros

ROBERTO BOLAñO PUBLICA AMBERES

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Escrita originalmente en 1979, la novela Amberes permaneció inédita hasta ahora, cuando Roberto Bolaño, su autor, se decidió a publicarla para satisfacer la ansiedad de sus lectores, que esperan para el año próximo las más de mil páginas de 2666. Radarlibros estuvo en la presentación de esa luminosa novelita breve.

Por Rodrigo Fresán (Desde Barcelona)

¿Qué es lo que hace que un escritor abra cajones secretos, encuentre un viejo manuscrito inédito y decida publicarlo después de tanto tiempo? Roberto Bolaño lo tiene claro. Inmerso desde hace un año en las más de mil páginas de lo que ya considera su magnum opus –la meganovela 2666 que Anagrama publicará en el 2003–, el escritor chileno decidió tomarse un respiro profundo y breve con la breve y profunda Amberes. Escrita en 1979 y publicada ahora para no romper con la cábala que lo obliga a sacar “por lo menos un libro por año” en la editorial de Jorge Herralde, esta nouvelle de capítulos cortos pero luminosos como relámpagos aparece ahora como un regreso al pasado de Bolaño sin por eso renunciar al presente. Un magistral prólogo titulado “Anarquía Total: Veintidós años después” convierte a Amberes en una suerte del flashback al Big Bang de un estilo personal que ha ido mutando a formas más complejas y ambiciosas pero que por el camino no ha sacrificado nada de la intensidad del estallido original.

ENTONCES
“Escribí Amberes casi recién llegado a España, sin papeles y muerto de hambre”, recuerda con una sonrisa Bolaño durante la presentación del libro. “Y lo escribí casi como homenaje –jamás venganza, porque no hay nada menos noble que la venganza contra una mujer– a una chica guapísima que andaba por el camping de Castelldefels en donde yo trabajaba como guardián todo servicio. Esta chica se acostaba con todos menos conmigo y yo nunca alcancé a entender muy bien por qué. Supongo que su absoluto rechazo a mi delicadeza siempre me resultó un misterio y de ahí surgió la novela. La chica después se enredó con un grupo de caballistas que, claro, la trataban como a una yegua. Todos ellos acabaron de manera fatal. Con el tiempo, cuando yo ya no era tan pobre, volví a cruzármela. Ella se había vuelto puta y había perdido buena parte de su esplendor pero, seguro, seguiría negándose a irse a la cama conmigo. Ni siquiera por dinero”, se ríe el autor de Putas asesinas. Y Amberes –como buena parte de su obra– es, también, un policial atípico donde no se buscan explicaciones sino que se encuentran más enigmas. Bolaño –desde siempre fanático del género y lector consecuente “desde Poe a James Ellroy, a quien sin dudas considero el mejor autor norteamericano en actividad más allá de toda etiqueta”– vuelve a plantear aquí otro de sus thrillers existencialistas. Un misterio repleto de agujeros negros que se tragan toda la luz de lo racional para dejar el crimen a oscuras con climas y recursos que recuerdan ahora –aunque escrito antes de que él las filmara- al David Lynch de Blue Velvet, Twin Peaks y Mullholand Drive: películas proyectadas entre los árboles de un bosque, personajes zombies, epifanías alucinadas, postales sadomasoquistas, cruces dimensionales, una pelirroja que aparece y desaparece, un paisaje casi extraterrestre pero cercano y, por encima de todo eso, la voz del narrador que reflexiona acerca de una posible escritura a medida que vive la trama: un joven Bolaño que ya parece estar soñando con las órbitas enloquecidas de Los detectives salvajes.

AHORA
Este viernes de rueda de prensa, Bolaño ya no es aquel extranjero ilegal que escribió “este libro para mí mismo, y ni de eso estoy seguro” y que, “por supuesto, nunca lleve esta novela a ninguna editorial. Me habrían cerrado la puerta en las narices y habría perdido una copia”. Pero sí sigue siendo el que lo pensó “para los fantasmas, que son los únicos que tienen tiempo porque están fuera del tiempo”. Y ahora a Bolaño los fantasmas se le multiplican, se doblan sobre sí mismos y aprenden a hablar otros idiomas: en los últimos meses ha publicado tres libros en Francia, saldrán varios títulos suyos en Alemania, Italia e Inglaterra. El próximo noviembre habrá otro nuevo Bolaño –una novelita lumpen, último título de la colección turístico-literaria Año Cero de Mondadori que lo llevó adarse por vuelta a Roma– y, si todo va bien, el 31 de diciembre el escritor piensa escribir la última página, la página mil y algo, de 2666. Un policial cósmico donde el asesinato singular de Amberes crece a horror serial e incontenible a través de varias épocas y países. “Es un libro en que me juego por completo. Espero que sea muy bueno, porque si no es muy bueno... va a pasar algo... muy malo”, sigue sonriendo Bolaño ante los periodistas y, a modo de despedida, mientras tanto, lee la última página de Amberes. Página que, dice, a él le funcionó y le sigue funcionando del mismo modo en que la última página del Retrato del artista adolescente le funcionó a Joyce a la hora de invocar al Antiguo Artífice. Una especie de plegaria donde se pide y se agradece al mismo tiempo: “De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no quiera aguantar más. (Significativo, dijo el extranjero.) A lo humano y a lo divino. Como esos versos de Leopardi que Daniel Biga recitaba en un puente nórdico para armarse de coraje, así sea mi escritura”.
Así era y así es hoy y así seguirá siendo la escritura de Bolaño por más que a muy pocos metros de allí, a esa misma hora, Ernesto Sabato anuncia que va a pasar algo muy malo. Ya saben, una vez más, como de costumbre: el fin del mundo está cerca y todo eso. Bolaño —más humilde— anuncia que falta menos para el 2666.

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