Publicada en 1916 y recién rescatada por editorial Miluno, esta novela epistolar de Franziska zu Reventlow encuentra a la protagonista en un sanatorio donde supuestamente va a curarse de sus problemas con el dinero, aunque en realidad ella quiere escapar de sus acreedores. El psicoanálisis era, entonces, una curiosidad, incluso una excentricidad. Y, como retrata este prólogo de Sandra Russo, zu Reventlow fue una de sus pacientes más sublevadas.
› Por Sandra Russo
El complejo con el dinero
Franziska zu Reventlow
Miluno
160 páginas
A lo largo del siglo XX el psicoanálisis se entrometió tanto en nuestras vidas y nuestros puntos de vista, que hay que hacer un esfuerzo para imaginar cómo se pensaban a sí mismos los hombres y las mujeres antes de Freud. Un lapsus, un complejo, una trampa del inconsciente, una conducta obsesiva, la relación que todas esas cosas pueden tener con nuestros deseos reprimidos... Occidente pasó mil novecientos años prescindiendo de esas herramientas con las que hoy leemos, nos psicoanalicemos o no, nuestras vidas cotidianas. Franziska zu Reventlow, en 1916, dejó constancia de cómo, en esos años, algunos excéntricos europeos comenzaban a incorporar, un poco alocadamente en este caso, las nociones que después se convirtieron casi en dogma para muchos. El suyo es un testimonio casi involuntario: el psicoanálisis naciente es el ingrediente que explica las peripecias atolondradas de la protagonista y sus amigos. En una doble lectura, sin embargo, se puede seguir la trama, que anima a una mujer –la propia Franziska– que se rebela sin necesidad de panfletos contra el destino que le estaba previsto como miembro de su clase y de su género, y al mismo tiempo observar cómo aquellos primeros terapeutas experimentaban métodos heterodoxos con sus pacientes, en este caso un grupo de excéntricos sin remedio.
Esa es sólo una de las ventanas por las que es interesante esta novela corta. Hay otras. La protagonista, que relata en primera persona hechos autobiográficos de la vida de Franziska, es un exponente puro de un tipo de personajes que hoy resultan puramente literarios pero que las aristocracias europeas dejaron salir por muchas de sus grietas. En este relato epistolar, una mujer joven pero experimentada, desprejuiciada y trastornada por su “complejo con el dinero”, que le ha diagnosticado un psicoanalista, se interna en una clínica de reposo que hace recordar a La Montaña Mágica de Thomas Mann, pero que en este caso sería una montaña disparatada.
El inconsciente es para esa mujer y para un selecto grupo de pacientes un hallazgo reciente, un chiche intelectual nuevo más que una herramienta de curación. A ella no parece preocuparle su cura. Se interna, siguiendo el consejo de su médico, para huir de sus acreedores. No tiene con qué pagar, de modo que su internación debe durar hasta que muera un pariente político que le dejará una herencia. Vive, así, como una rehén a la que su condición la tiene sin cuidado mientras no tenga que seguir escuchando los reclamos de la gente a la que debe dinero.
Sus compañeros de esta aventura estática en la clínica son también personajes desbordados; uno obsesionado con grandes negocios que siempre fracasan, otro vencido por el alcohol, a quien sin embargo sus amigos le dan de beber todas las noches en las fiestas que organizan para seguir divirtiéndose y planear empresas delirantes, como la explotación de pozos petroleros en Rusia.
Más allá del tono light y poroso de la protagonista, que cada día se hunde más en la certeza de que lo que desea, el dinero, irá siempre unos pasos por delante de su propia suerte, la prosa de Franziska zu Reventlow permite espiar un ambiente social en el que un primer capitalismo se instalaba y dejaba entrever que ese “complejo con el dinero” inundaría el mundo occidental. La protagonista, que lo padece de una manera no sufriente, más bien está encariñada con su síntoma, es una mujer que no entra en el canon: vive su vida sin buscar maridos ni hijos ni un hogar confortable.
Los ideales burgueses le repugnan. Prefiere que la persigan sus acreedores, afirma convencida, de los que huye mientras puede, y se deja estar en la clínica, donde se aburre, pero donde los días y los meses pasan entre tertulias, confabulaciones, planes y relaciones acotadas por el trastorno de cada uno.
Para estos personajes, el psicoanálisis es todavía una riqueza que sin embargo tiene un eco que les resulta interesante. Y nos dan una perspectiva: quienes primero lo escuchaban eran los desahuciados por la cultura médica del momento, que como toda época proponía un menú de salud y enfermedad en términos mentales.
La protagonista no se ajusta a lo que se espera de una dama. Aunque prefiere no presentarlo en estos términos, sus cartas a su amiga María hablan por ella. Ella prefiere la soledad y la libertad. Ha renunciado a lujos, confiesa. Pero no renuncia a seguir con su vida sin que nadie la planifique por ella. Detalla con toda precisión su “complejo con el dinero”, hace cuentas y más cuentas, se ilusiona con los planes de su amigo Henry, hace acuerdos y llega a desacuerdos con su ex marido, reniega de todas las salidas que se le ocurren o le ofrecen y que implican abandonar su vida errante.
A su manera, neurótica, qué duda cabe, Franziska ha encontrado en su “complejo con el dinero” una manera de escabullirse no sólo de sus acreedores. Su persistencia en gastar más de lo que tiene e incluso de lo que alguna vez espera recibir no es más que la forma que encontró para huir, para darse a la fuga de todo lo previsto para una dama. Probablemente sin haberlo querido expresamente, Franziska zu Reventlow describe en esta novela la neurosis como un profundo deseo de libertad.
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