Una mujer llega a la encrucijada de la fidelidad. Y a partir de allí, en un notable ejercicio literario de Lionel Shriver, se abren dos novelas: una para la mujer fiel, otra para la infiel.
› Por Mariano Dorr
El mundo después del cumpleaños
Lionel Shriver
Anagrama
704 páginas
En Tenemos que hablar de Kevin Lionel Shriver narró la experiencia de un matrimonio que decide irreflexivamente tener un hijo al que no llegan a amar. Un día antes de cumplir los dieciséis años Kevin lleva a cabo una masacre en el gimnasio del instituto. Son seiscientas páginas de lamentos e ironías de una mujer que engendró a un extraño. En El mundo después del cumpleaños, Shriver presenta a otra pareja, sin hijos aún; Lawrence trabaja en relaciones internacionales, Irina ilustra libros infantiles. Sin estar casados, se consideran un matrimonio estable. Salen poco, miran televisión en la cama y tienen un amigo en común: Ramsey Acton, un afamado jugador de snooker al que ven al menos una vez al año, cada seis de julio, día de cumpleaños de Ramsey. Irina no sabe nada de snooker, pero su marido es un aficionado que goza con saberse amigo de un profesional. Ramsey Acton, a su vez, era el marido de una escritora de libros infantiles con la que trabajaba Irina; después del divorcio (y de la ruptura de la sociedad entre ellas), Lawrence e Irina continúan su amistad únicamente con Ramsey y pasan a considerar su día de cumpleaños como un rito inquebrantable.
“Julio otra vez. Pero este año es diferente”, escribe Shriver. Lawrence viaja por trabajo a Sarajevo, Irina se queda en Londres. ¿Debía llamar a Ramsey y encontrarse a solas con él? ¿No era raro salir a cenar sin Lawrence? ¿Iban a hablar de snooker? ¿Del fracaso del matrimonio de Ramsey? ¿De cómo estaban Irina y Lawrence? Se pone nerviosa, duda, y ahí aparece lo mejor de Shriver, muy ágil para describir a una mujer perdida en sus cavilaciones. Lawrence llama desde Sarajevo para recordarle a su mujer que se acerca el cumpleaños de Ramsey: “Irina se reprendió a sí misma. No lo había olvidado, y era una tontería fingir que lo había olvidado. Con Lawrence, los más leves compendios de la verdad la hacían sentirse aislada y profundamente triste, lejana e incluso asustada. Prefería que la pillasen mintiendo a salir bien librada y vivir así con el horror de que mentir era posible”. Y El mundo después del cumpleaños es una novela sobre los distintos caminos a donde nos puede arrastrar la mentira, o dicho con un tono más optimista, se trata de los caminos que se abren a partir del deseo. Irina y Ramsey salen a festejar a solas, cenan sushi, beben más sake del que Lawrence hubiera aprobado de estar presente. Hablan de la juventud, del amor, de las primeras experiencias sexuales, del miedo de Ramsey ante la primera chica que se quitó la blusa para mostrarle su cuerpo. Irina se da cuenta de que Ramsey Acton es un hombre más atractivo de lo que creía. El pide la cuenta, vuelven al jaguar y la invita a su casa, a fumar un porro. Ella acepta... En la casona de Ramsey Acton (casi vacía desde el divorcio), bajan al sótano, donde está la mesa de snooker, los sillones de cuero y el verdadero mundo de Ramsey. Fuman. Irina cree que no le hace efecto y se siente molesta con la actitud del cumpleañero que toma el taco y exhibe su juego entre ignorándola y seduciéndola infantilmente. Pero el efecto llega al fin y se decodifica en deseo: “En un instante se propagó por su cuerpo la sensación de estar conectada con bobinas eléctricas que algún travieso había puesto al máximo”. En un minuto está intentando un tiro, con Ramsey enseñándole a tomar el taco con precisión, indicándole dónde debe dar el golpe. Allí se acaba el primer capítulo de una novela que a partir de entonces se convierte en dos novelas. Cada capítulo se escribe dos veces, una para la Irina infiel (culpable) que cae en los brazos del amigo de su marido, otra para una Irina que se reprime (resentida) y vuelve a casa virgen de los labios de Ramsey Acton. Irina llega a la encrucijada de su vida, y Lionel Shriver nos muestra –en un notable ejercicio de escritura– cómo es posible escribir una misma novela, dos veces.
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