Domingo, 6 de diciembre de 2009 | Hoy
5 de enero de 1983. Collège de Francia. Frente a un numeroso auditorio y rodeado de los grabadores que los oyentes tenían permitido poner sobre la mesa para grabar el acontecimiento, Michel Foucault comenzaba su curso sobre El gobierno de sí y de los otros. Bajo este título se publican ahora estas clases en donde más que nunca habló de su propio quehacer, entramado en una genealogía filosófica y ya próximo a su muerte.
Por Mariano Dorr
El gobierno de sí y de los otros
Michel Foucault
Fondo de Cultura Económica
432 páginas
“Querría decirles ante todo cuánto aprecio su presencia fiel. Me gustaría también decirles que a menudo es un poco arduo hacer un curso como éste, sin posibilidades de reciprocidad o discusiones, sin saber tampoco si lo que se llega a decir puede encontrar ecos en quienes trabajan, quienes hacen tesis, maestrías” dice un Michel Foucault preocupado por sus numerosos oyentes, dando comienzo a la primera hora de su clase del 5 de enero de 1983, en el Collège de France. La institución tenía a Foucault entre sus profesores desde 1970, cuando tras la muerte de Jean Hyppolite se abrió una cátedra de “Historia de los sistemas de pensamiento”, donde el autor de Las palabras y las cosas (que ya era un best-seller) dictó sus cursos hasta su muerte, en junio de 1984. Foucault nunca llegó a sentirse cómodo con las reglas que dominaban los cursos del Collège de France: los profesores están obligados a dictar veintiséis horas-cátedra por año y cada año deben presentar una investigación original. Por otra parte, la asistencia a los cursos y seminarios es completamente libre, sin inscripción ni título. Por eso, “en la jerga del Collège de France se dice que los profesores no tienen alumnos sino oyentes”, anotan los editores, François Ewald y Alessandro Fonana, en la “Advertencia” de cada uno de los cursos publicados, El poder psiquiátrico, Los anormales, Defender la sociedad, Seguridad, territorio, población, Nacimiento de la biopolítica, La hermenéutica del sujeto y El gobierno de sí y de los otros (todos ellos editados en castellano por Fondo de Cultura Económica). Foucault experimentó la extraña soledad del actor ante un público al que se le prohíbe intervenir a cambio de libertad para asistir y grabar las conferencias.
Cuando terminaba la clase, Foucault veía cómo sus oyentes se acercaban al escritorio para tomar sus grabadores y salir de la sala. Sólo en ese momento tenía oportunidad de intercambiar algunas palabras con aquellos que se le acercaban: “Lo que me gustaría, no tanto por ustedes sino por mí, de manera un poco egoísta, es poder encontrar off Broadway, al margen del curso, a quienes puedan eventualmente discutir sobre los temas que abordo este año o que he podido abordar en otra parte”. Y, por si alguien no tuviera claro a qué temas se refería, el curso de El gobierno de sí y de los otros se inicia con un notable resumen de su trabajo filosófico, dando cuenta de la articulación entre “formas de un saber posible, matrices normativas de comportamiento y modos de existencia virtuales para sujetos posibles”, elementos que –articulados entre sí– Foucault llama foco de experiencia (experiencia de la locura, experiencia de la enfermedad, experiencia de la criminalidad y experiencia de la sexualidad). ¿Qué era lo que había hecho Foucault, entonces, hasta esa mañana de enero de 1983?: “Sustituir la historia del conocimiento por el análisis histórico de las formas de veridicción; sustituir la historia de las dominaciones por el análisis histórico de los procedimientos de gubernamentalidad, y sustituir la teoría del sujeto o la historia de la subjetividad por el análisis histórico de la pragmática de sí”.
Este curso se inserta, precisamente, dentro del análisis histórico de la pragmática de sí, puesto que su tema es, fundamentalmente, la parrhesía (el hablar franco, el decir veraz, o también, decirlo todo): “al plantear la cuestión del gobierno de sí y de los otros, querría intentar ver de qué manera el decir veraz, la obligación y la posibilidad de decir la verdad en los procedimientos de gobierno pueden mostrar que el individuo se constituye como sujeto en la relación consigo y en la relación con los demás”, dice Foucault en la primera hora de la clase del 12 de enero.
El decir veraz –la parrhesía– es originalmente una práctica de dirección de conciencia; una virtud, pero al mismo tiempo un deber, una técnica, un procedimiento que caracteriza “entre otras cosas y ante todo a un hombre que está a cargo de algo: ¿de qué? Pues bien, de dirigir a los otros, y en especial de dirigirlos en su esfuerzo, en su tentativa de constituir una relación adecuada consigo mismos”, dice Foucault. En este sentido, el curso se conecta con las clases que Foucault había dictado el año anterior –recopiladas en La hermenéutica del sujeto–, y más específicamente las clases del 3 de febrero y del 10 de marzo de 1982, cuando se ocupó de la “inquietud de sí e inquietud por los otros” en la antigüedad tardía, y de la parrhesía misma “como actitud ética y procedimiento técnico en el discurso del maestro”, donde se refirió a la adulación y a la retórica como “adversarios de la parrhesía”. El gobierno de sí y de los otros se desprende de La hermenéutica del sujeto para desarrollar la cuestión de la parrhesía en numerosos autores, desde la antigüedad griega hasta los primeros siglos de la era cristiana, llevando su análisis desde el cultivo de sí y la parrhesía en la raíz del consejo político hasta la vida filosófica como manifestación de la verdad: “el carácter serio de la filosofía no consiste en dar leyes a los hombres y decirles cuál es la ciudad ideal donde deben vivir, sino en recordarles sin cesar (al menos a quienes quieran escuchar, porque la filosofía sólo debe su real a la escucha) que lo real mismo de la filosofía estará en las prácticas que uno ejerce sobre sí”, dice Foucault, peleándose con algunas lecturas deconstructivas de Platón, ya a mediados de febrero del ’83, justo antes de terminar la clase (de hecho, trata de apurarse, sabe que se le está yendo la hora) intenta hacer un resumen que, al mismo tiempo, lo diga todo: “lo real de la filosofía está en la relación de sí consigo”. Y luego: “Terminamos, gracias”.
La primera clase no se detiene en el decir veraz que domina el resto del curso; Foucault se presenta, hace una serie de recapitulaciones de su propio trabajo (ya lo vimos) y señala que le gustaría comenzar estudiando un texto que “no sólo habla del gobierno de sí y el gobierno de los otros, sino que lo hace de tal manera que creo –sin demasiada, o mejor, con algo de vanidad– poder asociarme a él”, dice Foucault. Se refiere a ¿Qué es la Ilustración?, de Kant: “Ese texto tiene relación con el tema del que hablo, y al mismo tiempo querría que mi forma de encararlo tuviera cierta relación con él”. Lo que a Foucault le interesa destacar, en el texto de Kant, es la cuestión del presente, de la actualidad: “la cuestión de ¿qué pasa hoy? ¿Qué pasa ahora? ¿Qué es ese ahora dentro del cual estamos unos y otros?”. Foucault ve surgir en Kant la cuestión del presente como acontecimiento filosófico al que pertenece el propio filósofo mientras se ocupa de su tarea, haciendo de la actualidad, del “nosotros”, su propio objeto de reflexión. Cuando –pensando en Kant– Michel Foucault se propuso hacer una “ontología de nosotros mismos” colocó la pregunta por la actualidad como hilo conductor de una “nueva interrogación sobre la modernidad”.
Leer a Foucault es entramarse en las complicadas trayectorias que ya somos y cuya genealogía encontramos documentada e interpretada, y hasta enseñada por el filósofo. Hora tras hora, en sus cursos, Foucault hace gala de una parrhesía que pretende orientarnos y, a la vez, señalarnos que nuestro modo de ser corresponde a una cierta constitución de la subjetividad, de la que quizás un día ya no quede nada.
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