LAS EDITORIALES
› Por Alfredo Jaramillo
Durante los ’90, en pleno auge de los proyectos editoriales a gran escala, y amparados en el confort subjetivo de la convertibilidad, aparecieron proyectos editoriales marginales que iban a contrapelo de la época. Los libros de poesía editados de forma artesanal, o en pequeña escala, por editoriales como Siesta, Del Diego y Vox, se convirtieron en el primer antecedente fuerte de las ediciones independientes que ahora crecen como hongos entre las nuevas generaciones. Eso sin contar que, en 1996, el proyecto de poesia.com se convirtió en una experiencia editorial que reunió antes que nadie los nuevos modos de circulación digital de la literatura, y las voces de las viejas y nuevas generaciones.
Del Diego fue un bastión para los poetas reunidos originalmente en la revista 18 Whiskys. Los libros se hacían en la casa de Daniel Durand, y el trabajo manual de ese núcleo dio como resultado la edición de algunos libros clave para entender la época: Zelarrayán de Washington Cucurto, 8 poemas de José Villa, La pasión del novelista de Damián Ríos, todos editados en 1998. Por Del Diego se reeditó, en 2001, lo que a esta altura es considerado ampliamente como el libro que inauguró una nueva relación entre el lenguaje coloquial y el género poético: La zanjita, de Juan Desiderio. Por Del Diego también fueron editadas Cecilia Pavón y Fernanda Laguna, artífices de una galería de arte que se convirtió en una meca kitsch que acaparó buena parte de la escena del momento: Belleza y felicidad. Todo el catálogo de Del Diego es una amplia muestra de las diferentes corrientes estéticas que emergieron tras la marca de la poesía de los ’90.
Siesta, por su parte, también cumplió un papel fundamental en la difusión de autores como Anahí Mallol, Carlos Battilana, Mario Arteca y Ezequiel Alemián. De este último se editó Me gustaría ser un animal, un libro inclasificable que, apelando a la prosa poética, construye postales narrativas en las que se mezclan las citas doctas y enciclopédicas, con pasajes donde se vislumbra la fuerza del lenguaje vulgar. Siesta fue fundada en 1997 por Marina Mariasch, y luego co-gestionada junto a Santiago Llach. Sus libros, casi todos en un formato muy pequeño, se anticiparon al furor que los libros objeto tendrían unos años después.
Otro de los clásicos noventistas pueden encontrarse en la editorial Vox, que desde 1994 hasta 1997 funcionó como revista, y luego devino editorial. Desde Bahía Blanca comenzó a tender puentes con los poetas porteños, hasta armar un catálogo en el que se encuentran líneas de continuidad (hacia el pasado y el presente) con la poesía de los ‘90. Ahí están La tomadora de café de Laura Wittner, Poesía civil de Sergio Raimondi, Seudo de Martín Gambarotta, y otros clásicos secretos como Parque Illia, del bahiense Sebastián Morfes.
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