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Domingo, 20 de junio de 2010

Juguemos en el bosque

La escritora y ensayista chilena Lina Meruane aborda el universo literario de la infancia desde la perspectiva del juego y los relatos clásicos para chicos.

 Por Ezequiel Acuña

Hay dos tipos de relatos intercalados en Las infantas. Y son marcadamente distintos, y por lo tanto abren puertas diferentes por las cuales entrar al libro de Lina Meruane. Y sin embargo, esos relatos se contagian, dialogan, se unen por motivos compartidos y se marcan distancia.

Por un lado están los textos que conforman la historia de las infantas, princesas que escapan del castillo antes de que su padre, el monarca, las apueste en un juego de naipes. Meruane trabaja en ese caso con la parodia border de los cuentos clásicos para niños como “Caperucita roja”, “Hansel y Gretel” o “La bella durmiente”; y en esa revisión explota y desarrolla los momentos perversos de la literatura infantil, esos que el tiempo y las sucesivas ediciones se encargaron de limar pero nunca terminaron de desaparecer. Digamos que si el cuento de Caperucita roja es una alegoría sobre las tensiones sexuales entre una niña y un depredador mayor de edad, Meruane se encarga de narrar el acto sexual y el embarazo. En ese relato fragmentado de la historia de las infantas, Meruane apela a una estética de la transgresión, buscando las potencias grotescas de la literatura infantil tal como hizo David Lynch con las canciones de amor en Blue Velvet.

Por otro lado la historia de las infantas está cortada por cuentos de una crudeza a veces realista y siempre revulsiva que los hace tender hacia el absurdo. Son cuentos de gran destreza literaria que apelan a formaciones psicóticas. Algunos, como “de mano en mano”, son sencillamente excelentes. Todos comparten, y se ponen en relación por, la infancia. Aunque en ciertos casos sus personajes ya no sean niños, los cuentos intercalados en Las infantas juegan con la memoria y sobre todo con el momento traumático, la marca, la herida en la niñez que forma o deforma pero sin apelar nunca a un juicio moral.

Si bien Las infantas es un libro que se caracteriza por el estilo experimental y a veces hasta preformativo (Meruane marca el ritmo de la narración a través de un primer plano de las partes del cuerpo y las sensaciones: lenguas que lamen, olores que se repiten y manos que exploran son las potencias que construyen el relato), la propuesta es bastante clara y la línea que une todo los textos parte de los momentos de choque entre la infancia y la sexualidad, los ambientes cerrados y la fuga, en definitiva, la relación entre padre e hija/o.

Las infantas hace uso, en todos los casos, de la estructura clásica del cuento infantil. Pero, mientras la imagen de la infancia más reproducida por la modernidad es la castidad, la inocencia y la pureza, Meruane la aborda como el espacio de lo indeterminado. Desde allí parte sin dejar lugar para la ética en relatos que ponen en juego la figura del niño sexuado y usado, como en “reina de piques” o en “grabado sobre lámina”, o a la relación entre infancia, vejez y animalidad en otros como “la ratonera”.

Los “cuentos integrados”, como les llama Meruane, y la historia de fuga de las infantas se relacionan entre sí mediante la lógica del barroco, los espejos, los parecidos y las repeticiones. A mitad de camino entre los niños perversos de los cuentos de Silvina Ocampo y el estilo alegórico de Mario Bellatin, Meruane pone en crisis el relato aleccionador y por lo tanto el pasaje de la infancia a la adultez como una forma de civilidad. En todo caso, la fórmula se invierte y los personajes adultos cuentan su historia a partir de una voz infantil en donde se destaca lo pulsional, el deseo y los fantasmas, y la relación entre los adultos y los niños queda a la espera, pendiente de definición.

Se puede entrar a Las infantas por sus “cuentos integrados” narrados en primera persona que, como brotes psicóticos, dejan siempre una sospecha, una huella, un lugar de la historia sin narrar. O se puede tomar como centro del libro el relato de las infantas, con su mundo enredado, desviado, que se dispara desde el estilo de los cuentos clásicos hacia los rincones de lo morboso y lo cruel. En todo caso, Lina Meruane se dirige hacia la puesta en crisis de los modelos en donde tal como en los juegos infantiles, cualquier cosa puede ser dicha incluso después de que las reglas hayan sido establecidas.

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Las infantas Lina Meruane Eterna Cadencia 160 páginas
 
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