Periodista que un día decidió dedicarse de lleno a la literatura, el brasileño Luiz Ruffato escribe una saga sobre la historia del proletariado brasileño, de la que ya entregó tres volúmenes. Mientras tanto, Ellos eran muchos caballos refleja de un modo caótico, pero altamente formalista, los ruidos y la furia de un día del año 2000 en la ciudad de San Pablo.
› Por Luciana De Mello
San Pablo, 9 de mayo de 2000. Martes. Un día en la vida de la megametrópoli paulista es lo que abre la caja disparadora de textos que Luiz Ruffato construyó a modo de instalación literaria en Ellos eran muchos caballos. La obra, que ganó el Premio Machado de Assis y el Premio APCA a la mejor novela, si bien no pudo escapar a los cánones de la industria editorial, ya que finalmente se vende bajo la forma de libro y se lee como una novela, es como buena instalación, una actitud artística, una reflexión sobre la concepción de género narrativo que se propone aprehender –haciendo uso de diferentes materiales textuales y visuales– la violencia, el desamparo, el caos, la inconsistencia de la vida cotidiana de una de las ciudades más grandes de Sudamérica. El propio Ruffato cuenta que “mi idea inicial era que no tuviese la forma de libro, sino la de una caja donde los capítulos, sin título y sin numeración, aparecieran sueltos para que el lector no sólo configurase su propia narrativa (cada vez que barajara las páginas surgiría una versión diferente de los hechos), sino que también participara efectivamente anotando sus propias impresiones en las páginas en blanco que serían ofrecidas junto con los cuadernos. En ese sentido, mi deseo era compartir la autoría con el lector”.
Aunque el impulso vanguardista no pudo llegar a tanto –ya que a la vanguardia igual hay que venderla–, Ellos eran muchos caballos logra no sólo reproducir en su polifonía de voces el mismo crudo aturdimiento que significa estar parado en cualquier esquina de la ciudad de San Pablo, sino que también sabe diseccionar desde una narrativa mutilada las diferentes formas de muerte que la atraviesan.
La mayor parte de los 69 textos que componen la obra no tienen casi puntuación y la narración se va tejiendo de manera entrecortada, mientras el relato cambia de perspectiva de un momento a otro, marcando el final en mitad de una conversación o en cualquier punto de la secuencia que se está describiendo. Es entonces cuando la idea original de la hoja en blanco que el lector deberá completar aparece como único elemento posible de continuar el relato que ha quedado trunco. La ciudad y los nombres de sus calles, plazas y restaurantes se convierten en el único personaje que contiene y ordena el sentido de cada uno de los relatos del texto. El número 48 comienza así: “san pablo relámpagos (¿san pablo es allá afuera? ¿es aquí dentro?)”. La respuesta se cifra en el mismo título de la obra que surge de un poema de Cecília Meireles, a quien está dedicado el libro: “Eles eram muitos cavalos,/ mas ninguém mais sabia os seus nomes,/sua pelagem, sua origem. (“Ellos eran muchos caballos, pero nadie sabe sus nombres, su pelaje, su origen”.) La ciudad, entonces, está tan afuera como dentro de cada uno de sus moradores, a quienes sumidos en la violencia, la corrupción, la marginalidad y el desencuentro ya no les es posible narrar la experiencia si no es por medio del caos, del sin sentido, la ausencia de toda linealidad dentro del discurso. Las medianeras de los departamentos son tan delgadas como el hilo que mantiene vivos a sus habitantes, todo las traspasa, cualquier rumor las aniquila. La perspectiva puede ser la de un perro callejero que acaba de ser pateado en las costillas, una tarotista o un taxi-boy ofreciendo sus servicios en el polirrubro de un periódico, el listado de los libros que conforman una biblioteca, un millonario traficante de armas y la transcripción de la carta de un restaurante con sus platos gourmet-sólo-para-ricos provoca la misma náusea que el hedor del tugurio donde una mujer está a punto de ser mordida por las ratas mientras duerme.
Novela, relatos o instalación literaria: ya no importa el género o el movimiento de vanguardia al que podría filiarse, Ellos eran muchos caballos busca el relato en la forma, plantea preguntas, inquieta e irrita desde la primera página. Cada tanto se lee alguna historia con puntos y comas de principio a fin. Pero es sólo una tregua a mitad de camino o un espejismo de coherencia, quizás el mismo artificio que quiso disfrazar el infierno hecho ciudad con el nombre de un santo.
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