Un padre que muere joven y en su breve vida atraviesa el mundo bohemio de Boedo, los dramaturgos porteños y la vida dura de los años ’20.
› Por Alejandro Soifer
¿Cómo retomar la palabra de un ser querido al que apenas se conoció? Un intento de dar respuesta a esa pregunta es la biografía novelada Bernardo 1900-1933, de Myriam Escliar. Con un estilo simple, ameno y directo, la autora imaginó una voz posible para su propio padre, fallecido prematuramente cuando ella tenía pocos años de vida.
Bernardo Escliar, hijo de inmigrantes judíos llegados a la Argentina a fines del siglo XIX, dramaturgo y crítico teatral en el diario La Nación, supo frecuentar y moverse en los bordes del círculo intelectual de Boedo, y entablar amistades cercanas con algunos de sus máximos referentes como el poeta César Tiempo y el dramaturgo Samuel Eichelbaum. Este rasgo de la biografía de su padre sirve a la autora de punto de partida para adentrar su relato en la caracterización de la intelectualidad argentina de la década del ’20.
De este modo, el texto se asienta sobre la biografía del personaje para hacer una descripción y una reconstrucción de temas y situaciones que no han sido muy transitados por la crítica o la narrativa. La bohemia de la calle Corrientes a principios de siglo, los inicios de nuestro teatro comercial y la vida de los artistas pobres que pasaban sus horas libres en los bares como forma de matar el tiempo, aparecen pintados con un ligero toque de aguafuerte que mezcla melancolía triste con el anhelo del esplendor de una época pasada.
La narradora se permite al mismo tiempo intercalar en la voz o los pensamientos de su personaje-padre algunos pasajes de crítica literaria respecto de poemas, obras de teatro olvidadas y precursoras y otros textos literarios que influyeron hondamente en el imaginario boedista.
Este ánimo de cuadro de situación de un tiempo pasado es retomado en la exploración del origen social del personaje mediante la puesta en escena de las costumbres propias del judaísmo recién llegado a la Argentina desde Europa, y en especial la dura instancia que significó el pasaje de las colonias agrícolas a la vida en la ciudad y los conventillos.
En este sentido también se inserta sutilmente la descripción del proceso que derivó en la enfermedad crónica por la cual moriría un joven Escliar. Al atribuirle la autora la responsabilidad del surgimiento de ésta a la intransigencia de un primo judío ortodoxo de su padre, produce una pequeña intervención en la discusión, que desarrollará subterráneamente a lo largo de todo el texto, entre judaísmo laico y religioso que tenía fuerte peso en aquel tiempo y que ha vuelto a dominar la agenda comunitaria en la actualidad.
Estas orientaciones que van conduciendo el relato se suman a otras que aparecen como solapadas reivindicaciones de ideas feministas y progresistas, que chocan luego con algunas notas de la biografía de Escliar: un machismo poco disimulado en sus acciones, su desprecio por quien fuera la madre de la autora, sus correrías nocturnas a pesar de estar casado. Es en este entrecruzamiento entre las reivindicaciones sociales y políticas y los hechos objetivos de la vida de Bernardo Escliar donde pueden localizarse los momentos de ese diálogo que resultó imposible entre padre e hija.
Construida a modo de viñetas, la novela está enhebrada como una suma de pequeñas anécdotas, diálogos y situaciones que vivió Escliar con personajes anónimos o importantes para la época (actrices como Fanny Brenna, escritores como Alberto Gerchunoff, Roberto Arlt y los boedistas mencionados, gente del teatro y de la radiofonía incipiente en el país como los bisabuelos de este reseñista, Freddy Rubel y su mujer Chela) que en su totalidad pintan el cuadro de un tiempo intenso para la Argentina.
Algunos pequeños deslices de estilo y tipeo, así como ciertos desfasajes en la línea cronológica, muestran un descuido en el proceso de corrección, que apenas empaña la fluidez de un relato que por lo demás se termina por armar no sólo como la biografía de un personaje interesante sino como punto de partida para reconstruir un microclima representativo de toda una generación, poniendo palabras donde no las hubo o no las pudo haber.
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