Paco Ignacio Taibo II, el escritor español que revitalizó el policial en castellano y creó la Semana Negra de Gijón, se atreve a algo que muchos podrían considerar un sacrilegio: escribir una continuación de la saga de Sandokán de Emilio Salgari. Y con El retorno de los tigres de la Malasia no sólo sale bien parado, burlándose de los límites genéricos, sino que se atreve a introducir el sexo y la política, temas que, para quien supiera leer, ya latían en el anticolonial y sensual original.
› Por Juan Pablo Bertazza
Uno de los argumentos más inesperados para desarmar la rígida separación entre literatura para jóvenes y literatura para adultos es reconocer la influencia que pueden tener en una persona los primeros libros que lee en su vida. “Me daba tentación traer estos personajes a un público de jóvenes y lectores adultos, porque en las novelas que leía a los seis o siete años, había valores como la honra, el valor y el aprecio de la palabra dada”, aseguró Paco Ignacio Taibo II, escritor español con gracia de nobleza pero mucha vocación de trabajo que creó el festival multicultural Semana Negra de Gijón por el que han pasado miles de escritores de novelas policiales. Y con esas palabras Taibo II se refiere a los motivos por los que se largó a escribir algo que muchos podrían tomar como una herejía, una continuación de Los tigres de la Malasia, el más extenso y exitoso ciclo de novelas del prolífico Emilio Salgari que va desde Los misterios de la jungla negra (1895) hasta El desquite de Yáñez (1913). Siguiendo esa rara tradición de continuadores de clásicos, como es el caso de Maxime Benoît-Jeannin con Mademoiselle Bovary o Jean Rhys con El ancho mar de los sargazos, notable saga de Jane Eyre, Paco Ignacio Taibo II tomó el toro por las astas y decidió que, así como no pueden elegirse los libros que se leen en la infancia, al menos sí es factible continuar o reescribir los que más gustaron, y de paso encontrar nuevas razones para legitimar esa preferencia. Aquellos que empezaron leyendo a Salgari, por ejemplo, pueden vanagloriarse de que, justo en la época en que la narrativa británica glorificaba sin pruritos su política colonialista, él elegía como protagonista de sus novelas a Sandokán, un resistente anticolonialista extremo. De hecho, los británicos eran los principales enemigos del héroe, quien para combatirlos contaba con el apoyo de su gran amigo el portugués Yáñez.
Si El retorno de los tigres de la Malasia vale la pena es porque, lejos de tratarse de un capricho, no se limita a ser una mera continuación de la saga de Salgari. Este libro parece, por el contrario, resignificar la carrera literaria del multifacético Taibo II: así como aportó su personaje Héctor Belascoarán Shayne para insuflar con nuevo aire la novela negra en español –entre sus premios se cuentan tres Dashiell Hammett–, con esta obra también propone una vuelta de tuerca al género de aventuras, a la vez que se ríe de las clasificaciones entre literatura juvenil y literatura adulta. La historia se sitúa en 1876 cuando el lugar donde permanecen en exilio los ya avejentados Yáñez y el príncipe malayo Sandokán es atacado por una extraña fuerza maligna rodeada de niebla verde, por lo que se ven obligados a abandonar el retiro y convocar nuevamente a los Tigres de la Malasia para iniciar un descenso a los infiernos; esos raros atentados nuevos que arrojan varios muertos tienen así alguna similitud con el nunca bien explicado humo de Lost.
Por su parte, al público adulto este libro lo seduce con una proliferación impresionante de citas literarias que van desde la poesía española (se filtran en los diálogos rimas de Francisco de Quevedo y Angel González) hasta William Blake, pasando por Ray Bradbury, Verne, Arthur Conan Doyle y Kipling; una especie de exhibición de su propia educación sentimental que se enlaza con otro terreno fundamental de la carrera de Taibo II, el de biógrafo del Che y autor del prólogo al fascinante Cuaderno verde que también mostraba los gustos literarios de Guevara: Pablo Neruda, Nicolás Guillén, León Felipe y César Vallejo. También hay lugar en sus páginas para escenas de sexo y distintas referencias a la política, entre las cuales se destaca una carta que les escribe Engels a los protagonistas al momento de escribir El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre (1876). Si bien da la sensación de que tarda demasiadas páginas en despegar, El retorno de los tigres de la Malasia tiene la virtud de esconder, bajo el gesto trillado y algo ingenuo de continuar un clásico, un experimento literario valioso: hacer un libro que sea para jóvenes y adultos al mismo tiempo, un libro capaz de mostrar explícitamente que, en los libros leídos en la infancia, el mundo de los adultos –el sexo y la política, sobre todo– brilla y late en su engañosa ausencia.
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