El hombre es un animal racional, de acuerdo; pero no necesariamente porque piensa sino porque tiene una razón de ser. Y esa razón de ser no es la de ganar dinero justamente, sino la de conocer, acaso lo poco que se puede llegar a conocer del mundo antes de morirse.

El ingeniero Antonio Miranda va en camino de comprenderlo: un buen día, sin ningún motivo aparente, se desvía de su ruta habitual camino al trabajo y una vez que se encuentra en la pampa abandona su auto, se desprende de su reloj Ingenieur y deja atrás algo más que un piso en Avenida Del Libertador cómodamente amueblado y con su televisor de 108”, cama king size con dosel de ñandutí, un cachorro sharpei y todo lo que conforma una vida ligada a teléfonos móviles y caudalosas cuentas bancarias para finalmente internarse en el campo con la ineluctable consecuencia de vivir una experiencia reveladora. Una verdad, se dirá más tarde.

Toda la verdad. Juan José Becerra Seix Barral 130 páginas

Pero antes es necesario que Miranda pase una larga temporada solo, que luego de haberse desprendido de los objetos que tan bien ha conquistado a lo largo de su carrera profesional (el ingeniero tiene un máster obtenido en la Virginia Tech University de Estados Unidos), se despoje de todos los valores, paradigmas y estructuras de pensamiento arraigados al lenguaje como herencia de más de dos mil años de cultura occidental, y se convierta en una conciencia plena, sin otro medio para subsistir que su propia relación con la naturaleza.

¿Cómo explicar lo que experimentó el ingeniero Antonio Miranda durante el tiempo que estuvo en la pampa? ¿Cómo hace un hombre para hablar de la verdad que descubrió ante una sociedad que ha borrado la diferencia entre información, saber y conocimiento? Toda la verdad, la nueva novela de Juan José Becerra –autor entre otras obras de Miles de años (2004), Atlántida (2001) y Santo (1994)– con un sentido del humor inteligente, poética e irónica, corrosiva por momentos, hermana espiritual de un Gombrowicz, girará en torno de la experiencia del ingeniero Antonio Miranda y su regreso a la sociedad con esa verdad que ha descubierto para sí mismo y que, al momento de intentar comunicarla, genera una serie de consecuencias complejas hasta convertirse en una suerte de metáfora de la sociedad de consumo.

Ocurre que no es una verdad de Perogrullo la que descubre Miranda, ni siquiera es algo verosímil o una verdad construida a medida; no se trata ya de una verdad para unos pocos o una construcción en acusativo como le gustaban las verdades al oráculo de Delfos. Por el contrario, si cada hombre es una síntesis de su propia cultura, resulta plausible pensar que en Miranda hay ideas filosóficas profundas, ecos de un presocrático, tal vez un Nietzsche o un Sartre, aunque no los haya leído nunca. Pero, naturalmente, todo esto tiene poca importancia en la industria cultural. Por eso, Toda la verdad dará un giro inesperado una vez que Antonio Miranda regrese a la ciudad para contarle a su amante la experiencia vivida. A partir de ese momento, la notable técnica narrativa de Juan José Becerra confluirá con una mirada cínica sobre un pequeño hecho que se abrirá como un abanico hasta asumir dimensiones paroxísticas: ¿cómo hacer para vaciar por completo una verdad hasta convertirla en un producto fácilmente vendible? Rápidamente el ingeniero Miranda se convertirá en el escritor reconocido mundialmente con un best seller titulado La verdad de tu vida, y ya no le será tan sencillo quebrar la lógica de un sistema donde el único Dios reconocible es el dinero.

Toda la verdad es una gran novela que deja una sensación de amargo silencio después de la última sonrisa.