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Hay por lo menos tres equívocos intencionales en el título El último reportaje de John Reed: no es un reportaje, no fue escrito por aquel excepcional periodista estadounidense y, por ende, no fue su último trabajo. John Reed, autor de clásicos del género crónica (México insurgente y Los diez días que conmovieron al mundo, acerca de la Revolución mexicana y la Revolución rusa respectivamente) aparece aquí como personaje: es el autor apócrifo de un reportaje inédito que eventualmente habría llegado a manos de Dardo Cúneo, quien a su vez se habría encargado de publicarlo con el título mencionado. En el mecanismo circular que se establece entre autor y personaje puede leerse un juego de identificaciones: Cúneo viendo la figura de John Reed en el espejo. Sus biografías incluso parecen ir, en cierta medida, paralelas: ambos periodistas, ambos testigo y parte en hechos históricos relevantes del siglo XX, ambos de dilatada militancia socialista.

La mezcla hasta la confusión de personajes reales con personajes ficticios partirá de esta base para convertirse en una de las características principales de la novela. En sí mismo, el relato sigue la historia de un líder revolucionario latinoamericano (configurado a partir de varias figuras históricas) desde sus primeros pasos hasta su decadencia pasando por sus años en el poder. Se inserta así en la larga serie literaria de las “novelas de dictadores”: una forma basada en la narración de los excesos en el poder de los gobernantes de facto que infestaron Sudamérica.

El último reportaje de John Reed funciona en ese sentido como un condensador, no sólo de los tópicos de la tradición en la que se asienta, sino también de la historia de los golpes de Estado y las traiciones al pueblo que sufrió la región durante el siglo XX. Como si se tratara de una especie de Aleph borgeano posado sobre América latina, donde la historia del continente encarna condensada y mezclada en situaciones y personajes, en el relato que dicta el escriba del General al personaje John Reed están encarnados todos los dictadores; en los hechos políticos que le adjudica están todos los clichés del género y algunos hechos históricos reales ocurridos en diversas latitudes del cono sur; en las jergas que se superponen con giros y modismos propios de diversos dialectos del español se construye una lengua panlatinoamericana que se completa con algunas frases políticas célebres, recontextualizadas para ajustarse al juego de espejos que propone la novela. Todos estos elementos se encuentran enmarcados en una temporalidad que recorre el siglo XX en América latina desde la Revolución mexicana hasta la caída del peronismo en 1955.

Late en la primera parte de la narración, que va desde el alzamiento militar insurgente hasta la instauración de la dictadura, la idea de que toda revolución lleva incubada en sus entrañas su propia negación contrarrevolucionaria y restauradora. Cuestión que será retomada en la segunda parte bajo la pregunta que podríamos formular como: ¿El poder corrompe o es una sensación de quienes lo sufren en su cuerpo? Un coro de voces intentan dar con una respuesta (la del preso político, la del dictador, la de diversos personajes sin identificar, la del secretario en sus escuetas justificaciones a su jefe) sin terminar de encontrarla.

Así, el relato se va armando mediante la sucesión de estas mismas voces superpuestas, conformando en total una especie de manifiesto monstruoso y desencantado que es reflexión política, estética y ensayística acerca del pasado reciente de nuestra región.

La inclusión de El último reportaje de John Reed (con un muy buen estudio preliminar de Susana Cella) en la Colección Los Raros que edita la Biblioteca Nacional parece oportuna: la novela de Cúneo, en efecto, es una rareza olvidada de nuestras letras y un texto que trasciende ese marco limitado para reclamar un lugar en una larga tradición novelística latinoamericana.