Domingo, 6 de febrero de 2011 | Hoy
La norteamericana Lily Tuck se las arregló más que decorosamente para llevar adelante una sustanciosa biografía de Elsa Morante, la escritora italiana que supo conjugar una obra vibrante con una vida de volcánicas etapas vitales.
Por Alicia Plante
Además de innecesario, el intento de clasificar a Elsa Morante sería de mal pronóstico ya que no nos ayudaría a comprender lo que escribió ni daría mayor profundidad a nuestras conclusiones. Por otra parte no son sus obras sino su biografía lo que tenemos delante, lo que escribió sobre ella –un referente moral y estético de la cultura italiana de casi todo el siglo, ya que Morante vivió de 1912 a 1985– una narradora norteamericana que sin dominar el italiano logró entrevistar a varios de sus familiares, a Alberto Moravia, con quien permaneció casada hasta su muerte, a amigos y toda clase de personas relacionadas con ella. Lily Tuck, novelista ganadora en 2004 del prestigioso National Book Award de Estados Unidos con su obra The News from Paraguay, menciona la comprensible resistencia encontrada en un primer momento, pero afirma que al fin contó con la colaboración de todos en una investigación en general seria y lograda.
Podría decirse que el modo poco atento a las tendencias literarias dominantes que sugieren los temas y el estilo de las novelas de Morante –en las que con frecuencia recurre con toda intención a un lenguaje y una ambientación anacrónicos que ocultan la realidad subyacente– está evidentemente determinado por una infancia en la que nada fue como decía o debía ser y de la cual nunca pudo desentenderse, quizá porque las heridas habían sido demasiado profundas. Así, de manera más o menos transparente, todas sus obras son dolidamente autobiográficas. Como relata Tuck, fue por presiones sobre una mecenas aristocrática que, avanzada ya la juventud, se abrieron las primeras puertas para que Morante accediera al mundillo de los poderosos y, al empezar a publicarse con éxito sus cuentos en diarios y revistas especializadas, al primer plano mediático.
Venía de la miseria y la soledad de una infancia sumergida en la promiscuidad familiar, de las violentas relaciones amor-odio con la madre, del hondo desdén por Augusto Morante, el padre legal, sujeto impotente y masoquista ante los castigos de la esposa, del rencor por el “tío” que los procreó para luego desaparecer. Sólo su sostenida pasión por los gatos, los niños y los juegos, que inventaba para jugar con sus hermanos, la preservó de la locura. Un origen de hambre y dolor que amargó su prematura independización (seguramente mal vista en la época) y muchas veces, sin culpa ni vergüenza, la arrastró a la prostitución.
La relación con Alberto Moravia, con el cual se casó y convivió muchos años, contribuyó a ponerla en la mira, pero fue por la trascendencia de sus escritos que Morante se afianzó en el primer plano y obtuvo peso propio en el círculo de opiniones de la intelligentzia italiana de mediados de siglo –a la que por otra parte evitaba–, mientras en la intimidad se convertía en amiga dilecta de Pasolini, Bertolucci y Visconti.
Cuando las fuerzas fascistas de Mussolini se organizaron para perseguir a los judíos, Moravia y ella, ambos de ascendencia semita, vivieron la paranoia de la persecución ocultos largos meses en una cueva en la aldea de Sant’Agata. Fueron experiencias como ésa las que los unieron más que el sexo, aparentemente un factor poco importante en la vida de Moravia aunque no en el de ella, exacerbado además por su infertilidad, quizá resultado de un aborto que la llenaba de culpa, y por un carácter francamente volcánico. Por otra parte, el fantasma de la homosexualidad planeó sobre cada uno de ellos de un modo u otro.
La publicación en 1948 de su primera novela, Mentiras y sortilegio, un relato marcado por el incesto y los conflictos de clase, tuvo una recepción sumamente entusiasta. El tema remite a la otra gran pasión de Morante, la Verdad, y es promovido por la gran mentira –el padre doble– sobre la cual se mal construyó su psiquismo. La segunda novela, La Isla de Arturo (en homenaje a Rimbaud, su gran amor junto con Mozart y los siameses), es la lírica descripción de un chico huérfano de madre, que crece libre y salvaje en la isla de Procida, bahía de Nápoles. Allí aguarda siempre al adorado y hermoso padre ausente, que un buen día se casa con una joven que trae consigo y sin embargo desdeña y maltrata. Asumiendo al fin su realidad, el padre se arrastrará ante un hombre despreciable. Una trama que remitiría a la relación amorosa de Morante con Visconti, terminada en desilusión, dolor y abandono por parte de él, que desde su homosexualidad no soportó el compromiso con una mujer. Posiblemente la novela de mayor peso haya sido La Historia. Desde una postura que confirma su compromiso con las ideas de izquierda, la autora analiza la trayectoria de la humanidad y a través de personajes cotidianos ejemplifica sus postulados. La obra trascendió lo suficiente para que varios capítulos se convirtieran en lectura obligatoria en las escuelas italianas. Otra obra de Morante también analizada por Lily Tuck es El mundo salvado por los muchachos y otros poemas, que la escritora abandonó ante el suicidio del jovencísimo pintor neoyorquino Bill Morrow, de quien se había enamorado locamente y con el cual iban a encontrarse días después. Están también los cuentos que componen El chal andaluz, y su última novela, Araceli, una parodia de la relación madre-hijo, donde Manuel sólo desea volver al útero materno, sinónimo de paz y felicidad.
Como lo sugiere Lily Tuck, su muerte, ocurrida a los setenta y tres años tras una sucesión de enfermedades y complicaciones, fue menos temida por Elsa Morante que la vejez, y la dejó intacta en la enorme importancia de sus obras.
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