Hasta ahora Paloma Vidal, nacida en Argentina pero residente en Brasil desde 1977, había escrito en lengua portuguesa. Los cuentos de Más al sur también, pero fueron traducidos al castellano por la propia autora.
› Por Luciana De Mello
“Porque en definitiva no parece ser una cuestión de opción: hay una lengua en la que se escribe, aunque evidentemente, nunca llegue a pertenecernos”, concluye el epílogo de Más al sur, convirtiéndose instantáneamente en la primera historia que abre este libro de cuentos de Paloma Vidal. Es el relato de cómo y por qué eligió traducirse a sí misma, volviendo sobre la lengua de sus padres, que en 1977 tuvieron que salir de Buenos Aires para exiliarse en Brasil cuando ella tenía sólo dos años. Después de tres publicaciones en portugués, Vidal decide autotraducirse y volver a hacer el viaje que la llevó hasta esa lengua adoptada y aunque afirme, sin embargo, que no es una reescritura sino una traducción lo que ha hecho, en la misma aclaración abre el espacio para la duda. Porque hay palabras y frases que no están traducidas y hay otras que aunque traducidas, ya no se liberan de su marca de origen sino que las cargan consigo, como a valijas que nunca se terminan de vaciar y que se van deformando en el camino.
Y lo que sigue es eso: cada cuento es un nuevo trazado de territorio, una cartografía de la identidad de exiliada, de las fronteras lingüísticas que aunque convivan en la mezcla, siempre se están batiendo a duelo.
El libro se divide en dos partes tituladas “Viajes” y “Fantasmas”. En la primera, hay un solo cuento largo, el más autobiográfico quizás, donde la narradora sigue el derrotero y los desarraigos de su familia, desde la migración europea de posguerra al Río de la Plata que trajo a su abuelo, pasando por el exilio de sus padres a Brasil, hasta el suyo propio con su presente en Londres, rodeada de muerte, planeando un viaje más al sur, una vuelta quizás, mientras se hace preguntas. ¿Cómo se recuperan los motivos imaginarios del viaje? ¿Cómo se mide la oscura distancia entre necesidad y deseo? En “Fantasmas”, los personajes también son mujeres con marcas de extranjería. Hay lirismo en la prosa, un lirismo que no suena a viejas estéticas sino a las marcas de los silencios que narran, el sentido que se pierde frente a la muerte y que deja con su falta una columna vertebral incompleta.
Estos cuentos de Paloma Vidal son también el relato de la supervivencia de la generación que se crió en el exilio, que adquirió otra lengua, otra cultura pero al mismo tiempo cargan con las marcas de una identidad escindida. Cómo se viaja sin un cuerpo entero que nos lleve parecen preguntarse los relatos. Una mujer regresa a Buenos Aires a despedir a su padre que agoniza; otra en su luna de miel no para de comer hasta desplomarse en vómitos, única manera que encuentra para hacerle frente al matrimonio; una madre que a punto de parir sólo sabe caminar con un cochecito que lleva un muñeco adentro, y otra le despelleja las manos a su hijo mientras se las lava enloquecida temiendo que cualquier bacteria lo ataque para siempre.
Los cuentos de Más al sur pueden por momentos parecer incompletos, parecen olvidar la leyes de una trama férrea, sin embargo en las constantes referencias a las migraciones de los pájaros y en los movimientos circulares de los objetos evocados, hay un hilo que enhebra a las historias entre sí: “sentada en una silla de plástico en el lavadero, con una bata larga, floreada, sin mangas, chinelas en los pies, observa el lavarropas que gira y hace rodar una mezcla de colores que la hipnotiza. Su mente pasea por tiempos remotos. Le viene un pensamiento: ellos ni se falam, pero sus ropas se entrelazan en la máquina de lavar”, es lo que reflexiona una anciana al observar a su familia en “Antes de partir”, uno de los últimos cuentos que cierra el libro.
En ese mismo recorrido circular vuelven las palabras entrecruzadas como las ropas, imposibles de comunicar la significación perdida, pero presentes sin embargo en cualquier movimiento de un viaje, de un miedo, de los objetos que sobreviven al tiempo, delineando en cada cuento las líneas de fuga por donde se reconstruye el pasado, la identidad a base de fragmentos.
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