Domingo, 22 de mayo de 2011 | Hoy
Después de la monumental trilogía Tu rostro mañana, algo quedaba en los anaqueles de Javier Marías. Se trata de Los enamoramientos, una novela que tras los pasos de Los tres mosqueteros indaga en el implacable destino que condena al amor cuando se mezcla con el delito.
Por Juan Pablo Bertazza
John F. Kennedy, Marilyn Monroe y Miguel Desvern tienen algo en común: los tres tuvieron un final trágico que terminó por devorar su imagen a tal punto que parecen ser recordados más por su muerte que por lo que hicieron a lo largo de sus vidas. Miguel Desvern es el muerto de Los enamoramientos, la última novela de Javier Marías en la que repite sus obsesiones de siempre: el engaño y la muerte o, mejor aun, el gran engaño de esta época que consiste en olvidar muy rápido a sus muertos. Un tema que, posiblemente, se deba a la muerte temprana de su madre quien, según cuenta Marías, solía leerle un cuento en su infancia que nunca volvió a encontrar de adulto, “El castillo de irás y no volverás”. Hijo del filósofo Julián Marías, Javier es uno de los escritores más importantes de España, miembro de la Real Academia Española desde 2006, un candidato natural a ganarse el Nobel en algunos años, a pesar de las polémicas que viene acumulando con cineastas que versionan mal sus películas; y con el mismo Jorge Herralde, a partir de lo cual decidió borrar el premio de su biografía oficial.
Así como Mañana en la batalla piensa en mí y Corazón tan blanco fueron títulos inspirados en versos de Shakespeare, Los enamoramientos salió de un episodio de Los tres mosqueteros, precisamente en el que Athos le cuenta a D’Artagnan acerca del amor de su vida: una chica de dieciséis años, hermosa y suya, bella como los enamoramientos. Luego de desposarla, Athos descubre en su hombro la inconfundible flor de lis con la que se tatuaba por aquella época a los criminales y, sin más, decide matarla. Aun enamorado.
Una de las grandes habilidades de Javier Marías reside en mezclar ficción y realidad. Por eso se lo considera un verdadero maestro de una escuela bautizada con el espantoso nombre de “hibridismo genérico”. En Todas las almas (1988), por ejemplo, se mezcla y confunde más de lo aconsejable con un profesor español que dicta clases en Harvard, mientras que diez años después, en Negra espalda del tiempo, Marías sale a explicar, de alguna manera, todos los equívocos que había generado aquella novela; además de incluir la historia del Reino de Redonda –un chiste entre la patafísica y Bloomsbury–, del que el escritor acababa de asumir como soberano con el nombre de Xavier I.
Pero la prueba de su maestría en este terreno radica, en realidad, en la abundancia de referencias literarias y hasta cinematográficas que pueblan sus historias. Lejos de servir como adorno, se meten en el hueso de la trama, dando la impresión de que fueron escritas sólo para que él las tomara en cuenta: en este caso, una de las frases más enigmáticas de Macbeth, lo primero que dice el rey al enterarse de la muerte de su esposa, “debería haber muerto de acá en adelante”; la glosa de El coronel Chabert de Balzac, una historia fantástica pero real sobre aparecidos; y una cita implícita, invisible y también tanática, pero más latente que todas las demás: Hamlet.
María Dolz trabaja en una editorial y cada mañana ve en el bar donde desayuna a una pareja que le cae bien: los admira, le hacen creer en el amor. Son su fetiche del día. Hasta que desaparecen y se entera por los diarios de que él, Miguel Desvern, fue salvajemente asesinado por un mendigo que le asestó, sin motivo aparente, 16 puñaladas (exactamente la edad que tenía la esposa de Athos al ser atacada por el futuro mosquetero). Lo paradójico es que, a partir de ese asesinato, empieza a involucrarse aun más que antes con el mundo de esa pareja, con la viuda, pero también con el mejor amigo del difunto, un hombre enigmático y seductor que sabe más acerca de esa muerte, y está secretamente enamorado de la viuda.
Luego de haber dado a luz Tu rostro mañana, su obra más ambiciosa, una trilogía que marcó un antes y un después en su carrera de por sí marcada, Javier Marías volvió con una novela que mira más hacia atrás que hacia delante, una obra que reflexiona más de lo que actúa: un libro notable sobre las atrocidades que suelen cometerse en nombre del amor. O un libro hermoso sobre esos enamoramientos excepcionales que justifican cualquier acto.
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