Estuvo de paso en la Argentina, donde participó del Filba, vive en San Pablo y hace años que escribe una serie de libros sobre los proletarios de Brasil. Luiz Ruffato empezó a ser conocido aquí con la publicación de Ellos eran muchos caballos y, ahora, Estuve en Lisboa y me acordé de ti. Múltiples historias de voces anónimas componen el gran friso urbano de este escritor hijo de una lavandera y un vendedor de pochoclo.
› Por Angel Berlanga
Dice Luiz Ruffato que en Brasil, curiosamente, casi no había una literatura planteada a partir de una mirada del proletariado urbano y que, para él, fue una decisión política enfocar ahí y dar con una forma para contar ese universo. “Soy hijo de una mujer analfabeta, lavandera de ropa –cuenta–. Y mi padre era vendedor de palomitas en Cataguases, una ciudad pequeñísima. Parece un chiste, pero es verdad: mi padre era el segundo vendedor más importante de Cataguases, tenía un carrito en la plaza de la iglesia; el más importante tenía el suyo en la plaza del cine y entonces, claro, tenía más éxito.” Se ríe Ruffato, y apunta que fue obrero en una industria textil y que se formó en una tornería mecánica. ¡Como Lula! “Mas você tem todos os dedos.” “¡Sí! Una lástima, porque podría ser un presidente de la república –chancea–. Bueno, yo pensaba que había una tradición de una literatura de este tipo, pero no había nada, nada, nada. Y entonces me dediqué a escribir un poco la historia contemporánea de Brasil desde este enfoque. Había escritores, sí, que narraban sobre los trabajadores con una mirada idealizada, sindicalizada, pero no desde la vida, los sueños, las ilusiones. Creo que junto a Roniwalter Jatoba, un escritor casi desconocido, somos los únicos en contar sobre esto de esta forma.”
El año pasado se publicó Ellos eran muchos caballos y ahora acaba de aparecer Estuve en Lisboa y me acordé de ti (Eterna Cadencia), dos de entre la decena de títulos que fue alumbrando este escritor desde 1998. La novedad de ahora apareció aquí en 2009 en San Pablo y tiene como protagonista a Serginho, que narra en primera persona y con bastante humor –pero también melancolía– su contexto afectivo y vivencial en Cataguases y su viaje a Portugal para laburar en lo que venga –mozo–, hacer una diferencia y volver, fantasea, como un potentado.
“Lo que sigue es un testimonio, mínimamente editado, de Sérgio de Souza Sampaio, grabado en cuatro sesiones, durante las tardes de sábado de los días 9, 16, 23 y 30 de julio de 2005 en la zona histórica de Lisboa”, aclara una nota introductoria cuya veracidad se derrumba ante la risa de Ruffato cuando se le pregunta, como para ver de qué estamos hablando: ficción pura. Que, como suele pasar, ancla en lo real: hay miles de Serginhos. Ambos libros tienen en común al menos tres cosas: la traducción de Mario Cámara, el señalado enfoque sobre el proletariado urbano y las ganas que dan de seguir, seguir leyendo. Hay, sin embargo, un abismo formal, de composición, con respecto a Eles eram muitos cavalhos, publicado una década atrás, premiado y muy reconocido, llave de la puerta de entrada al proyecto narrativo de Ruffato, quien vino a Buenos Aires para ser parte del Festival Internacional de Literatura.
Eles eram... es una novela fragmentada, discontinua, con flashes y voces y escenas y recorridos y climas y personajes que surgen, se sostienen un toque o un rato o unas horas y se esfuman, y que sólo tiene un protagonista excluyente: la ciudad de San Pablo a lo largo del martes 9 de mayo de 2000. Ruffato compone este mosaico con muy diversas piezas: el relato de una adolescente de compañía fascinada con un cliente italiano, las voces de dos parejas de swingers, la mirada de un perro, la oración a un santo, un taxista que cuenta de su familia durante un viaje, un cuarto donde duermen chicos desnutridos en el que comen unas ratas, una búsqueda laboral y una urgencia hospitalaria, un traficante de armas que amorosamente lleva a su niño a McDonald’s. El destilado sabe a violencia, soledad, aturdimiento, dolor.
“La cuestión formal para mí es muy importante, porque quería tomar distancia del punto de vista de la novela burguesa –explica–. Fue un problema a resolver. Busqué en la historia de la literatura a escritores que tuvieran una posición de deconstrucción del discurso burgués: Stendhal, Joyce, Faulkner, el nouveau roman francés. En general, cuando se imagina a la literatura desde el punto de vista proletario, se piensa en algo naturalista, pobre de lenguaje y simbología: a mí me causa urticaria una idea como ésta. El intento, para mí, implicaba un punto de vista de psicología rica y lenguaje sofisticado.” ¿Y de qué clase son los lectores de Ruffato? “Sí, la literatura tiene esa contradicción grande: a diferencia de otras artes, requiere de background, saber leer y escribir bien. Pero soy optimista y pienso que empecé a escribir desde este punto de vista en un país muy diverso, que un día va a leer mi obra. Creo que tenemos grandes posibilidades como país.”
Ruffato considera que retrata un momento de encrucijada en la historia brasileña, de incertidumbre entre el desbarranque o el despegue. “Creo que estamos en un camino de solución de problemas –dice–. Pero el escritor tiene que ser un ciudadano descontento, porque queremos que la situación cambie siempre para mejor. Estamos muchísimo mejor que en 2001, pero me gustaría que esta situación sea muchísimo peor que de aquí a diez años.”
Inciden en la mejoría, plantea, la continuidad democrática de 26 años –el período más largo de la historia brasileña– y el cambio iniciado por Lula y continuado con Dilma Rouseff. “No soy lulista, pero le reconozco lo hecho”, dice. Y ya que está hace otra aclaración: “Me interesa el trabajador que está en la marginalidad, pero no el lumpen como personaje –-señala–. Sí aquel que por un desvío o algo está en una situación de desempleo o de falta de salud, pero no adopto la idea romántica del que se pone contra la sociedad, del bandido. Yo creo que la violencia en Brasil tiene tres componentes muy importantes: el primero, sí, es un problema social y económico; el segundo, el narcotráfico, que excede al país; y el tercero tiene que ver con la falta de pertenencia. Cuando un nordestino baja a San Pablo rompe con su origen, no es aceptado en la sociedad paulista y se queda sin identidad. Cuando uno no es nada y el otro tampoco, entonces puedo matarlo. Me interesa mucho indagar en esta violencia, la que se produce como consecuencia de los desplazamientos”.
En octubre se publica en Brasil la quinta y última novela de Inferno provisório, un proyecto que permanecerá inédito en castellano hasta noviembre, cuando en México se edite la traducción del primer volumen de la serie. “Son casi mil páginas en total y forman un romance colectivo, una historia donde no hay personajes principales y donde, a la vez, todos lo son –cuenta–. No es una cosa que empieza y termina, aunque tiene una cronología no muy obvia; nace del ejercicio formal de Ellos eran muchos caballos, y aunque no es tan radical incluye, sí, superposición de voces y discontinuidad de discursos.” Una construcción que enfrenta a la biografía individual y que busca retratar los últimos cincuenta años del operariado en Brasil. Ruffato trabajó en el periodismo hasta hace ocho años y se declara retirado porque, sostiene, el hacer ahí le contaminaría el hacer literario. Nació en 1961 en Cataguases –Minas Gerais, 250 kilómetros al norte de Río de Janeiro–, estudió Comunicación en Juiz de Fora y luego se radicó en San Pablo: ahí escribe y vive hoy. Aunque, como sus personajes, también siente que no pertenece a ningún lugar.
Estuve en Lisboa
y me acordé de ti
Luiz Ruffato
Eterna Cadencia
92 páginas
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