Dom 20.11.2011
libros

Sin grandes novedades en el frente

¿Qué lleva a un hijo de la aristocracia inglesa a participar en juegos de guerra? Un libro de temas bélicos que, aun en su afán de entretener, plantea interrogantes sobre cómo puede escribirse acerca de una guerra.

› Por Fernando Krapp

Resulta un tanto chocante leer El Club de Lectura de los Oficiales Novatos de un tirón. No tanto por las minucias de guerras descriptas que se puedan encontrar a lo largo y a lo ancho del corpus de literatura y cinematografía bélica del siglo XX sino más bien por el tono del narrador que choca fuerte con el lector bien pensante, sobre todo al encontrar en la web algunas declaraciones de su autor, Patrick Hennessey (1982), un ex soldado nacido en la cuna de oro de la aristocracia inglesa con una licenciatura en filología inglesa, tales como “matar no es tan fuerte como se cree. Despersonalizás”. A esta clase de declaración ¿incorrecta? ¿correcta? sobre el fin más primitivo de la guerra (sacarle la vida a una persona que por alguna razón política superior ha pasado a ser un “blanco” o un “enemigo”), se le suman ciertos pasajes un tanto extraños, como que la Guerra de las Malvinas fue para Inglaterra apenas una merienda campestre.

Indignación sudaca aparte, ubiquemos un poco los tantos: para muchos de nosotros, la guerra en Medio Oriente no es más que una difusa noticia en alguna que otra columna de política exterior, un cocoliche que mezcla talibán, Islam, petróleo, OTAN y demás aspectos que nos llegan apenas de rebote por imágenes compradas a la cadena televisiva que tenga los derechos de emisión sobre la guerra de turno, o bien de la mano de algún periodista nacional de dudosa procedencia que, aventurándose con casco y todo a la zona de conflicto, afirma ante una audiencia crédula: “Sí, hay guerra, están bombardeando”. Para muchos europeos, en cambio, el conflicto en Medio Oriente es una amenaza constante. Y meterse en el ejército no es una desgracia sino que significa pertenecer al panteón de una larga tradición, no sólo para defender a Europa de una presunta amenaza oriental sino para poner a prueba la virilidad, el honor y su orgullo nacional.

Aun así, ¿qué llevó al joven Patrick Hennessey, un handsome estudiante culto de Oxford, a enrolarse en el ejército? El Club de Lectura de los Oficiales Novatos cuenta la iniciación de este joven y aburrido estudiante de literatura que decide por una extraña razón filial (sus abuelos y su padre pelearon en el frente a lo largo de la historia) enrolarse en el ejército. Asistimos en los primeros capítulos a su preparación en la milicia, desde pruebas con cañas tacuara en lugar de rifles hasta el análisis minucioso del patriotismo en películas bélicas como 300 y Sin novedad en el frente. Como en la vieja obra maestra de Joseph Heller, Catch22, el estilo de Hennessey desborda en humor e ironías muy british, que hacen de su relato bélico algo extrañamente divertido de leer, porque, ¿no estamos presenciando la formación de una máquina de matar? Ojo, El Club... no es un libro apto para estómagos moralistas; Hennessey puede describir algunas imprudencias en la formación de un soldado o los pormenores de las largas horas de ocio y aburrimiento padecidas antes de la tan esperada hora de combate, pero su intención no radica en desmembrar el sistema de la guerra moderna ni reflexionar sobre la ética social del conflicto.

Un ejercicio interesante –por no decir divertido, poco riguroso– consiste en alternar la lectura de este libro con Hubo una vez una guerra, de John Steinbeck, y Tempestades de acero, de Ernest Jünger. El procedimiento, si se puede llamar así, no necesariamente aboga por una lectura comparada, sino que sirve más bien para ver cómo los distintos hechos históricos impactaron en la práctica de la escritura: el diario de Jünger sobre su experiencia en la Primera Guerra Mundial que adquiere una dimensión filosófica en cada reescritura que hace a lo largo del tiempo contrasta con los informes periodísticos en tercera persona que Steinbeck hace desde el frente en la Segunda Guerra. Y las observaciones presuntamente objetivas con una fuerte carga moral del Nobel de Literatura contrastan con el desenfreno de hormonas juveniles que parecen llevarse al mundo por delante en cada uno de los mails que Hennessey redacta a su familia. No sólo para avisarles que sigue vivo sino para contarles cuántos puntos sumó en el último nivel del juego de la guerra.

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